Lo comentaba hace dos días al hilo de la propuesta de Blackberry adentrándose en el sector de los asistentes virtuales con Assistant: estamos ante los primeros pasos de un sector que marcará un antes y un después en la forma de interaccionar con la tecnología.


Moto Hint

Fue un tema que tratamos más en profundidad en aquel artículo sobre inteligencia artificial, sentimientos e invisibilidad, y es que HER, la película de Spike Jonze, retrata como pocas ese futuro inmediato en el que la tecnología estará presente en todo lo que hagamos, pero lo hará de una forma natural e inteligente.

Será invisible. Quizás esa suerte de smartphone que el protagonista lleva, y que apenas saca del bolsillo para ver alguna imagen. El resto, posiblemente se realice mediante un auricular inhalámbrico como el presentado recientemente por Motorola, el Moto Hint (EN). Un dispositivo que pase desapercibido, y con el que la interacción se haga de forma más humana, hablando con el sistema o aplicación de turno.

La tecnología, pese a los intereses de ese reducido grupo de geeks que sueñan con llevar puestas todos los días unas Google Glass, va por otros derroteros.

El aprovechar la inteligencia artificial para generar un sistema conversacional humano máquina aceptable. Una suerte de «amigo», de asistente virtual, que te acompaña cada día, y estará presente ahí donde estés, ofreciéndote el valor del análisis de grandes volúmenes de datos para cuestiones muy pero que muy específicas (¿qué restaurante me recomiendas? ¿quién fue el segundo Ministro de Defensa en España? ¿A qué hora decías que empezaba el concierto?).

Motorola no es la única que ha apostado por este camino (esos terminales siempre a la escucha). Vemos movimientos semejantes en el campo de las aplicaciones y el ambient location, en SIRI, Cortana y Google Now (que todavía requieren apretar un botón para activarse) y en definitiva en la propia evolución de inteligencia artificial, IoT y robótica.

La última, esa patente de Google (EN) que propone un futuro con dispositivos siempre a la escucha (el Google Now de MotoX), que no requieran apretar un botón o decir una frase para activarse, sino que cuenten con la inteligencia suficiente para discernir cuándo deben contestar y cuando la conversación está realizándose con otros usuarios/dispositivos. La patente va más allá, a la posibilidad de, mediante un historial de registros de voz y el apoyo del reconocimiento facial y gestual de la cámara o webcam del dispositivo, identificar usuarios en una misma habitación para ajustar sus respuestas al conocimiento que el sistema tiene de cada uno de nosotros.


Esto es, un Google omnipresente, sabedor de todo, y capaz de solucionar tus dudas y problemas en cualquier lugar, tengas o no un dispositivo propio a mano.

Para llegar a este escenario, es importante redefinir nuevamente qué estamos dispuestos a ceder de nuestra privacidad y cómo se gestionará esa información personal. Porque nos adentramos en un mundo peligroso.

En buenas manos, la ventaja estratégica de HER, con ese OS capaz de mantener ilimitadas conversaciones con sus miles de usuarios a la vez, ofreciendo contextualidad y análisis de big data hipersegmentado, y alimentando esa insaciable sed de información para mejorar y actualizarse segundo a segundo.

En malas manos, hablamos de un control de la sociedad sin precedentes. El Gran Hermano de Orwell en forma de G (o M o A,…) que podría ser la herramienta perfecta para gobiernos y corporaciones internacionales.

La realidad seguramente tire hacia lo primero. Más que nada porque la propia presión del usuario (y ciudadano) así lo exigirá. Información tratada de forma anónima, que viajará (si es estrictamente necesario, que esa es otra) de forma cifrada e incluso inaccesible por la propia compañía que la trata. Información que permitirá establecer patrones muy ajustados, pero no señalar con el dedo a un individuo entre toda la masa de usuarios conectados.

Y sobre todo, información que aportará el conocimiento justo y necesario para que la IA ofrezca una experiencia transparente al consumidor, profundamente valiosa, hasta cierto punto ajustable mediante configuración de privacidad y ámbito informativo, y fuertemente legislada, para evitar tentaciones inoportunas.