teletrabajo


Empiezo a escribir esta pieza desde la cafetería del hotel que me ha dado cobijo este fin de semana en Andorra, en una escapada que tenía como objetivo la desconexión, y que sin lugar a duda lo está consiguiendo.

He ido compartiendo por mi nueva cuenta de Instagram (EN) algunos esbozos del viaje. Mucha comida, mucho relax, largas horas de conversaciones y buena compañía. Como además Andorra no pertenece al mercado europeo y, por tanto, el kilo de megas se paga como si fuera oro, ha sido la excusa perfecta para intentar dejar un poco de lado el mundo de las notificaciones y centrarnos en el aquí y en el ahora.

Y entre trago y trago me ha tocado hacer nuevamente de coach profesional (lo digo en coña, ya sabes), esta vez con un amigo que se estaba planteando un cambio de vida.

Hablé con él hace ya unas semanas, y el caso es que lo que me presentó en su momento apuntaba maneras. Uno de sus clientes quería nombrarlo director del departamento, y esto conllevaba, como cabría esperar, un aumento considerable de sueldo y de responsabilidades, siendo quizás la más crítica de todas el hecho de tener que empezar a trabajar desde la oficina.

Por ponerte en antecedentes, hablamos de una persona con un trabajo parecido al mío. Mundo digital, autónomo, viajero, y por ende, acostumbrado a trabajar desde cualquier sitio y enfrentarse a diferentes proyectos en paralelo. Una persona inconformista, vaya. De esas que no suelen pegar mucho dentro del organigrama tradicional de una empresa.

Da la casualidad que el sábado me llama y el cuento veo que ha cambiado sutilmente. Ahora que está empezando con la rutina diaria se da cuenta de que trabajar desde la oficina supone, de facto, tener que dejar algún otro cliente, su página, o como mínimo, no permitirse viajar tanto. Es decir, que ese aumento de sueldo no es tanto como parecía (lo que entra por un lado se va a ir por otro), y que toda esa flexibilidad que ha tardado años en conseguir va a verse limitada, lo que supone también una pérdida tanto a nivel personal como profesional.

¿Te suena de algo? El tema es parecido a aquel que te contaba hace ya unos meses con otro compañero, también inconformista, que había decidido pasar por el aro de un contrato empresarial que lo alejaba, precisamente, de la vida flexible que tanto le había costado conseguir.


En aquel caso era obligación sine qua non del puesto (si quieres trabajar con nosotros, debes dejar tu presencia digital y centrarte exclusivamente en nuestro proyecto), y en esta, aunque a priori no era tal, en la práctica le iba a conducir a una vida semejante: trabajar en oficina supone estar al menos ocho horas más viajes centrado en un solo tema, sin casi flexibilidad (ergo, ir olvidándose de algunos de los viajes que habitualmente hace), y aglutinando el resto de proyectos a partir de las seis de la tarde.

La atracción del talento inconformista en el trabajo

Lo que más me sorprende del asunto, y quien habla lo ha vivido en sus carnes, es observar el interés que parecen suscitar perfiles como el de mi amigo o el mío en algunas organizaciones…. y la incapacidad que demuestran muchas de ellas para retenerlos.

Lo comentaba, de hecho, el mes pasado en la entrevista que me hacían los compañeros de SocialBrains, cuando me preguntaba que qué necesitaban para evitar que el día de mañana me fuera de la consultora. Y me autocito con uno de los puntos que al menos para un servidor se vuelve crítico:

Que [el trabajo] sea flexible: En el tiempo que llevamos trabajando juntos bien sabes que me han salido oportunidades que como mínimo merecían una consideración. Y entre ellas, la posibilidad de haber trabajado en Google era una de las que hasta el momento había sido mi objetivo. Sin embargo, me han servido para darme cuenta que más allá del tema económico (está claro que hoy en día cualquiera de nosotros podríamos estar cobrando muchísimo más en una gran empresa) lo que de verdad valoro en el momento de vida que me ha tocado disfrutar es la flexibilidad absoluta que tengo para desempeñar mi trabajo desde donde y cuando quiera. ¿Que un día por lo que sea quiero tenerlo “libre”? El día anterior trabajo el doble y lo programo todo. ¿Que esta semana me apetece trabajar desde el norte de España? Pues simplemente lo hago. ¿Que me ha salido un viaje a X parte del mundo? Lo hablo con vosotros y sé que en la medida de lo posible vamos a encajarlo con mis obligaciones. Sabes que soy un culo inquieto, que me gusta viajar demasiado, y eso es en la mayoría de las ocasiones incompatible, o como mínimo daría más de un problema, con muchos de esos trabajos supuestamente “más recomendables” a nivel económico y de estatus social.

Hace un momento (le recuerdo que esta pieza la estoy esbozando de Domingo) leía, como cada semana, el artículo de Bonilla (ES), que hablaba precisamente de la atracción del talento inconformista… desde la óptica de los recursos humanos. Y un servidor se plantea si el problema no es tanto de estos profesionales, sino de las aspiraciones de aquellos que se sienten cómodos en la zona de confort (la mayoría en una empresa) porque todos estemos cortados por el mismo patrón.

Que ojo, no lo estoy criticando ni mucho menos. Es una postura tan correcta como la de los inconformistas. Cada una con sus puntos fuertes y sus peros.

¿De verdad es tan difícil entender que, llegados a un mínimo aceptable, la flexibilidad se vuelve más importante que el números de ceros que tenga la nómina?


¿De verdad tiene sentido plantearse atraer a nuestra organización a un perfil que ha demostrado trabajar de forma muchísimo más productiva siguiendo su propio camino, a sabiendas que nuestro ciclo de trabajo no es compatible con dicha flexibilidad?

¿Hablamos entonces de fichar a perfiles por sus por sus aptitudes, o por sus actitudes? Porque lo primero entiendo que puede resultar interesante (a fin de cuentas, hablamos de profesionales capaces de sacar el do de pecho en entornos de profundo cambio, acostumbrados a ser todoterreno y con una serie de habilidades transversales que no son tan frecuentes en aquellos que han trabajado por cuenta ajena toda su vida), pero viene asociado a lo segundo, y pretender cambiarlo, máxime cuando hablamos de algo tan interiorizado, es pan para hoy hambre para mañana.

De ahí que escriba esta pieza, con la esperanza de que llegue a quien tiene que llegar, y aunque sea aporte mi granito de arena por crear un espacio profesional (tanto para unos como para otros) más sensato:

  • ¿Tiene cabida un perfil inconformista en la empresa? Por supuesto, siempre y cuando seamos conscientes de que sus necesidades no son semejas a las del resto de perfiles que tenemos contratados. Que valoramos mucho los retos y no tanto la estabilidad, y que en el caso de aquellos que nos dedicamos al mundo digital, es probable que también vengamos con una serie de caracteres adquiridos que lo mismo no estamos dispuestos a perder, siendo el de la flexibilidad uno bastante común. Aceptando este hecho, y siendo consecuente con él, si la labor se puede estructurar de manera que haya capacidad de trabajo en remoto y estemos abiertos a flexibilizar ligeramente los procesos internos, tendremos acceso a un profesional que se tomará como algo personal el éxito del proyecto (no está aquí para cobrar y punto), con iniciativa (recuerdo que esto supone además aceptar que haya crítica) y con ganas de aportar y aprender.
  • ¿Tenemos los perfiles inconformistas cabida en una empresa? Por supuesto, siempre y cuando seamos conscientes del jardín donde nos metemos. Trabajar por cuenta propia es a la vez muy gratificante, y una montaña rusa que nunca termina. Hoy estás en lo alto y te crees el mejor del mundo, y mañana te pegas una ostia tal que te entran ganas de mandarlo todo a la mierda. Trabajar en el seno de una organización, y no desde fuera, supone también aceptar que habrá elementos limitantes que no son compatibles 100% con nuestro estilo de vida. Lo que sí recomiendo (y fue uno de los temas que más hincapié hice con este compañero en la llamada) es intentar evitar por todos los medios caer en el mantra de la aspiración profesional. La felicidad no está en tener un cargo X y cobrar tanto al mes, sino en sentirse a gusto con lo que hacemos. Y en ese caso, habrá que barajar si de verdad el reto nos motiva lo suficiente como para ceder parte de esas libertades del trabajo por cuenta propia en pos de una trayectoria profesional más centralizada.

Que cada uno sea consecuente con lo que considera obligatorio y lo que puede aceptar cambiar. Me parece tan adecuado lo uno como lo otro, y entiendo que es necesario que en el mundo corporativo existan ambas “especies”. Pero es sumamente importante para ambas entender la ideosincrasia de la otra, y juntos intentar buscar un equilibrio que funcione.

En caso contrario, estamos atrasando el desastre. Que acabará llegando. Créeme.

Y a veces, quedarse como estás es la mejor de las decisiones. Por muy proclives al cambio que seamos.