Leía recientemente un estudio (EN) del profesor de ciencias informáticas de la Olin College of Engineering, Allen Downey, que junto con los datos de la General Social Survey (GSS), parece que han sacado un patrón entre la paulatina disminución de ciudadanos religiosos en EEUU desde 1972 y el auge de Internet.


religión y tecnología

Para que nos pongamos en antecedentes, hablamos de EEUU, un país en el que solo 1 de cada 5 habitantes no son religiosos (1 de cada 5…), con un sistema político fuertemente unido a la Iglesia y que saca su lado más perverso con las numerosas órdenes pseudoreligiosas que poco difieren de la figura de una secta.

El estudio por tanto determina que Internet ha matado a la religión. Por supuesto, no consideran que sea el único condicionante, sino uno más de una lista encabezada por la educación religiosa, la demografía y este.

La parte que me chirría son las alegaciones pertinentes del estudio, que señalan el aumento de ciudadanos que han desarrollado sus estudios sin materias religiosas (un 3,3% en los 80, un 7,7% en el siglo XXI) como el 25% de esa caída, y a internet como el hostigador de un 20% más.

Considerar a internet el culpable del 20% de esta gráfica descendiente me parece una atrocidad. Internet es una herramienta, no un fin en sí mismo. Aquí nadie hace apología en contra de la Iglesia, y en todo caso, en Internet podrás encontrar tanto un extremo como el otro. Entra en juego además la llamada burbuja de filtros, que mediante la contextualización y el histórico de búsquedas, por lo general cada usuario acaba recibiendo lo que es más afín con su interés, y no principalmente lo que está mejor valorado en la red. Más bien señalaría que ese 20% (y presumiblemente bastante más) se deben a que es ahora cuando la información está accesible para cualquier ciudadano con acceso a internet. Es ahora cuando se puede contrastar, de forma sencilla, lo que te han metido a fuego en años y años de lavado de cerebro.

Quiero recordar que la religión nació como una herramienta para dar respuesta a preguntas que el hombre no podía responder, bien fuera por no contar aún con la capacidad de crítica necesaria, por basar sus teorías en variables inexactas o por el simple medio de toda esa industria que se creó alrededor de la figura del enviado del Señor. Las iglesias de la edad media eran reductos del saber. Una suerte de enciclopedias visuales apoyadas en el miedo (catolicismo) infundado por un Dios todopoderoso. Para la gente analfabeta (el grueso de la sociedad), los cuadros eran el mejor libro posible, infundado temor (y por tanto siendo fácilmente manipulables por la Iglesia) y sirviendo a su modo de catalizador para asegurarse que esa plebe era capaz de vivir en armonía y trabajar por el bien común.

Conforme la sociedad gana poder y conocimiento, las herramientas  religiosas van a ir perdiéndolo. Me alegro de que la religión siga presente, y entiendo que para muchos resultará mucho más sencillo afrontar la vida sabiendo que si haces todo bien, irás al cielo. Pero por otro lado, no hay prueba real de la figura del alma, y sí del envejecimiento del cuerpo y del funcionamiento de nuestro cerebro. También entiendo que resulta más sencillo pedir ayuda a un ser superior antes de afrontar que estamos solos en este camino.


Internet no es diablo. El diablo es la información. El tener un libro siempre al alcance de tu mano. Esos mismos libros que en su día se encargaron de ocultar, no fuera que el pueblo aprendiera a leerlos.