iphone xr


La semana pasada he estado muy liado con varias reuniones, tanto con clientes como con socios, planificando lo que a todas luces serán los nuevos proyectos en los que voy a estar envuelto el año que viene.

Y por eso, no he podido tratar todos los temas que me hubiera gustado. Pero oye, así he tenido más tiempo para consultaros con la almohada.

Y el principal era la presentación de la nueva hornada de dispositivos móviles de la manzanita, que nuevamente, y salvando algunas matizaciones (las iré contando a lo largo de la pieza) dejan claro que Apple juega en otra liga. Una en la que el dispositivo como producto tecnológico no importa una mierda.

Pero vayamos por partes.

Qué obtienes cuando compras un iPhone en 2018

Los nuevos iPhone XR (ES), iPhone XS (ES) y XS Max (ES) son hasta insultantes a nivel tecnológico, pero un éxito rotundo en cuanto a estrategia de negocio.

Para empezar, los dos últimos, que vienen a ser la evolución iterativa del iPhone X, no aportan nada más que un pelín de mejora a nivel de procesador, diagonal de pantalla, y si podemos fiarnos de lo que han dicho, batería, respecto al buque insignia de la Californiana el año pasado. Un buque insignia que ya no existe, por cierto, ya que los de Apple han decidido descatalogarlo.

A cambio de esto, eso sí, aumentamos de precio nuevamente, porque pasar la barrera de los 1000 dólares sin impuestos es algo muy del 2017. Toca subir la apuesta hasta los 1.600 largos (recalco, SIN IMPUESTOS) que costaría el grande con el mayor almacenamiento. Absurdo, sí, pero es Apple, así que hay que aplaudirlo.


Lo comentaba de pasada Lacort y JaviPas en el podcast de Xataka (ES), explicando cómo desde el nacimiento del primer iPhone hasta la fecha, contando la inflacción esperable de esta última década, el precio del iPhone había aumentado en torno a un 60% largo. Pero es que en los últimos dos años el aumento ha sido de casi el 100%. Por el mismo producto (la media de precios de cada año). Absurdo, sí. Pero vuelvo a recalcar: es Apple, así que hay que aplaudirlo.

Llego así al iPhone XR, que es al parecer el niño feo del nuevo catálogo, y que al igual que pasara el año pasado con el iPhone 8, ya vaticino que será el más vendido. Y que se venderá como churros, por cierto.

Estamos ante el iPhone de los pobres. Unos pobres, eso sí, que tienen que tener 859 eurazos sobrantes en el bolsillo, para, y ojo que aquí viene lo bueno, contar con la “Nueva pantalla Liquid Retina con la tecnología LCD más avanzada del sector”.

Que sí, es verdad que debe ser de las pantallas LCD más avanzadas del sector porque acepta multigestos (ohhh, ¡novedad!) y ni siquiera tiene HD.

¡En putos 2018, una pantalla sin High Definition, señores!

Esto no se les había ocurrido hacer ni a la gama baja de Android. Absurdo, sí. Pero es Apple, así que…

Luego está el tema de que es el único que no tiene doble cámara (es de pobres, ya sabes…). Y yo aquí ya no voy a pecar de hater, porque aunque solo tenga una cámara trasera, seguramente la calidad de la cámara esté prácticamente al nivel de la gama ultra-alta (recordemos que vale casi 900 pavos), y que el modo retrato lo va a hacer vía software, al igual que hiciera el Google Pixel (ES), que por cierto, hoy en día sigue contando con la mejor o la segunda mejor cámara del mercado (Huawei P20 Pro (ES) anda ahí ahí).


¿Por qué entonces alguien que entienda mínimamente (no pido que sea ingeniero) sobre tecnología va a comprarse un iPhone en 2018?

La respuesta es bien sencilla: Por el ecosistema.

El ecosistema lo es todo

Puede que Apple esté subiendo descaradamente los precios del iPhone sin sentido (llevan años sin aportar nada realmente revolucionario que de valor a ese aumento tan drástico del precio), pero cuentan con algo que no tiene absolutamente nadie más en el sector. Y ese algo es iOS, es la App Store, es Apple Pay, es Watch… Ya no hablo de MacOS o del Home Pod (ES) porque ahí es cierto que se han quedado demasiado atrás, pero hasta podríamos meterlos en el saco.

Si quieres un dispositivo que sea compatible con algunas de estas cosas, necesitas un iPhone. Punto.

Y no te va a salir barato precisamente.

iOS me parece un sistema operativo perfecto para alguien que simplemente quiere que todo funcione, que no va a personalizar absolutamente nada, y que además lo quiere todo mamado. Lo que significa que es el sistema operativo móvil perfecto para el grueso de la sociedad. Sencillo, sin alternativas (para cada cosa hay un solo servicio), sin opciones.

Y como buen jardín vallado, tiene una puerta abierta super preciosa (con los productos de Apple no compras tecnología, sino un estilo de vida) que además es solo de entrada. Porque una vez entras, las barreras de salida cada vez van a ser más altas.


¿Todas esas aplicaciones que compré o a las que estoy habituado en la App Store están en Play Store?

Y ¿qué hay de iMovie, o de AirPlay?

¿Que en Android no existe un centro de ajustes centralizado como en iOS?

Podría seguir así todo el día.

Que la cosa no solo va de software. Decía al principio que si hay algo que de verdad merece que aplaudamos a la presentación de la semana pasada es el gran trabajo que están haciendo con el Watch (ES).

El reloj inteligente de Apple es, de lejos, el mejor smartwatch del mercado (tampoco es decir mucho, que la competencia que tiene…). Y si me apuras, te diría que es el dispositivo con menores márgenes de beneficio que tiene la californiana en el catálogo. Casi hasta podría decir que es hasta barato para toda la innovación que tiene tras de sí.

Como señalaba Enrique (ES) el otro día, es increíble pensar que de pronto Apple ha conseguido colocar un sistema de electrocardiograma aprobado por la FDA (EN/es decir, válido a nivel clínico) en un puto reloj. Un sistema entero de electrocardiograma, que históricamente está compuesto por una torre de PC unida a decenas de cables que tienen que colocarte con sensores en todo el cuerpo. Todo en un wearable de uso masivo, que se ha vuelto, de facto, el reloj más vendido del mundo (EN), por delante de todas las marcas históricas de este sector.

Aunque siga diciendo que para mi uso un smartwatch no tiene sentido. Que me niego a tener que cargar a diario otro dispositivo más.

Ver en Youtube (EN)

Xiaomi (y Huawei y Samsung) basan su negocio en la misma premisa paro bajo otra estrategia

En un mercado tan maduro como es el de los smartphones, el ser capaces de generar un ecosistema en torno a la marca es crítico para tu negocio.

Ya vimos que nadie puede emular a Apple. El tener un ecosistema tan cerrado y haber llegado casi al principio ha hecho que ahora puedan estar copando el mercado con una estrategia que a nivel puramente tecnológica es absurda, con márgenes de beneficio que no se sostienen por ningún lado, y que solo tienen cabida en el momento en el que comprendes que Apple no vende tecnología, sino lujo y moda.

Que tener un iPhone es sinónimo de caché. Aunque puedas hacer exactamente lo mismo (o incluso más y mejor) con un Android que puede llegar a valer hasta 10 veces menos. De nuevo, dejar de lado el sentido común. Pagamos por status social, por ecosistema.

En más de una de las presentaciones a las que he asistido de Xiaomi, sus directivos se vanaglorian de decir que en smartphones tienen un tope de margen de beneficio marcado en el 5%. De ahí que hoy en día, y si nos atenemos a factores puramente tecnológicos, sea difícil no recomendar un Xiaomi Mi A2 para alguien que busca lo mejor alrededor de los 200 euros, o un PocoPhone F1 (ES) para aquellos que apuntan hacia los 300-400 euros. En ambos casos estás comprando dispositivos de gama alta a precio de gama media.

La estrategia de Xiaomi es irrumpir en la vida de los usuarios con dispositivos móviles de calidad absolutamente desproporcionada para el precio que tienen (justo lo contrario que Apple), y sacar beneficio por el jardín vallado (aunque no sea tan agresivo como el de Apple, que ya quisieran) de su ecosistema. MIUI es posiblemente de las mejores capas de personalización de Android del mercado. La Xiaomi Mi Band es de lejos la mejor pulsera cuantificadora en calidad/precio (por cierto, he vuelto a ella pese a que me enviaron la Huawei Band 2 Pro, que es más cara y tiene más funcionalidad). Su báscula, de nuevo, no tiene competencia a ese precio. Y así puedo seguir un largo etcétera.

Samsung con su DEX (ES) y toda la pata de productividad de los Note, o Huawei intentando generar un jardín vallado alrededor del consumo de contenido audiovisual con su nueva plataforma de streaming, son dos ejemplos más de cómo en pleno 2018 el aspecto diferencial de un fabricante no se mide en productos aislados, sino en qué pueden ofrecer a nivel de ecosistema para que los usuarios no se vayan a la competencia.

Una maduración que, como vemos, es afrontada de muy diversas maneras. Mientras Xiaomi tira los precios a sabiendas que por 200-300 euros la mayoría estamos dispuestos a cambiar más veces de terminal, Apple los sube precisamente con la idea de que el usuario renueve terminal cada más tiempo.

Porque al final se trata de eso. De implantar la filosofía de pago por servicio y no de pago por producto.

Eso mientras la presión social no te haga caer en la tentación de hacerte con el nuevo modelo. Porque claro, imagínate que hoy salgo por la calle con mi iPhone X de hace unos meses y la gente se da cuenta de que llevo un iPhone descatalogado en el bolsillo:

¡Qué bochorno, oiga! Qué pensarán de mi mis amigos…