juegos en vivo

Es interesante cómo, mientras la industria del juego crece, la histórica separación en tipologías de jugadores se mantiene… pese a que ya no represente per sé la realidad.


Y esto aplica de hecho tanto al mundo de los videojuegos, como al del juego online.

Es más, pasamos, como ya conté en su día, de un escenario en el que los juegos (fueran del tipo que fuera) se disfrutaban en grupo (salones recreativos) al no haber ni la tecnología ni la infraestructura necesaria para ello, a otro en el que quien jugaba, jugaba en solitario (o tenía la opción de hacerlo): Juegos single player en el mundo de los videojuegos, o juegos con tecnología de asignación aleatoria en los juegos de azar.

Con la llegada y democratización de Internet, de pronto el escenario se vuelve a abrir, y es así cómo renacen los juegos en vivo (ES). Esos juegos competitivos que se disfrutan más teniendo detrás a otros jugadores, pese a que ya contemos con inteligencias artificiales exigentes y dinámicas de bloques modulares que facilitan la creación de entornos más realistas.

Sin embargo, en todo este tiempo la separación entre casual gamer y hardcore gamer no ha cambiado. Pese a que el entorno lo haya hecho hasta el punto de volverse irreconocible.

Vamos a hablar de esta disonancia.

Casual versus hardcore gamers

Históricamente un jugador causal era aquel que, de vez en cuando, echaba una partida. Que si estaba con los amigos y surgía la oportunidad, gastaba esas 25 pesetas de antaño en los recreativos, más por estar con los compañeros y pasar el rato que otra cosa.

Por otro lado el jugador hardcore era aquel que estaba de una u otra manera dentro de la industria. El que conocía los lanzamientos, y no le importaba ir a disfrutar del juego en solitario, ya que la acción de jugar tenía para él valor por sí misma (no como un mero añadido a una actividad grupal).


Bajo esta premisa, un servidor bien podría haber sido catalogado como hardcore gamer. Disfrutaba de pequeño como el que más de gastar unos duros en los recreativos, y cuando tuve mi primera consola (la NES) descubrí un mundo que me ha tenido pegado casi desde entonces a la pequeña pantalla.

Ahora bien, decía que los tiempos cambian, y quizás vaya siendo hora de que rompamos esta dicotómica división.

Ya no solo por su impacto nocivo:

  • Para un sector considerable de la sociedad, un hardcore gamer es aquel que «pierde el tiempo», o peor aún su dinero, con los juegos.
  • Para un sector significativo de los jugadores, un casual gamer no es un jugador. No pertenece al «club» y por tanto no tiene «el carnet» que le permitiría hablar o decidir sobre el futuro del sector.

Sino también porque no representa la realidad del mercado. Y me explico:

¿Es un servidor un hardcore gamer?

Es cierto que sigo bastante más que la media lo que ocurre en el sector. Que soy de los que tiende a comprar las consolas y los juegos antes incluso de que salgan al mercado. Y, ya de paso, escribo sobre todo esto en una página en Internet.

Pero mientras, ¿cuánto tiempo juego realmente a la semana? ¿Dos/tres horas a lo sumo? Con semanas que ni juego.

¿Y qué tipo de juegos juego? Porque esa es otra.


Por qué no consideramos hardcore gamer a una madre que probablemente tiene más horas de juego que tú y que yo, solo que a un juego tan denostado como Candy Crush.

¿Es que el Candy Crush no es un juego? Que si nos ponemos estrictos, es más juego, aludiendo al significado etimológico de juego, que algo como el LoL…

Y vamos a rizar más el rizo:

¿No puede ser un hardcore gamer el típico amigo que «no juega a videojuegos», pero sin embargo cada año compra el FIFA y echa sus partidos casi a diario?

Que recordemos que el FIFA, ahí donde lo ves, es año tras año el juego más vendido en España.

Solo que claro, para el grupo de élite de los hardcore gamers, un juego deportivo cuyo modelo de negocio se basa en sacar prácticamente cada año el mismo juego con diferentes jugadores, pues como que no es un juego.

Que para ser hardcore gamer tienes que haberte pasado todos los Souls Likes.


Eso, o según en qué entorno te muevas, ser un diamante X, top100, nivel Y o como diablos lo llamen en el juego competitivo de turno (LoL, WoW, Hearthstone, Fornite…). Juegos por cierto que son los mismos desde que nacieron, y cuyo modelo de negocio está también basado en los servicios, hasta el punto que muchos de ellos son gratuitos y se financian en base a las micro-transacciones.

Para un servidor, un jugador que únicamente juega a un único juego, como de hecho pasa con la mayor parte de los jóvenes hoy en día, pues tampoco es que represente esa esencia histórica del hardcore gamer. Pese a que probablemente le dedica muchísimas más horas que yo al vicio.

Y pasa lo mismo con todos aquellos que son más de jugar partidas rápidas (como todos los jugadores de títulos móviles) o aquellos que lo mismo disfrutan mucho de todo lo que hay alrededor de la experiencia de juego (montarse un setup de realidad virtual o un PC gamer con buenos periféricos, ir a un casino a pasar la tarde/noche…).

Que hay casual gamers que juegan mil horas en móvil, o jugadores clásicos, supuestamente hardcore gamers como yo, que casi no juego online (la mayor parte de los juegos que disfruto son single player) y tampoco le dedicó muchas horas.

¿Ves a dónde quiero llegar?

Que el escenario se ha abierto tanto, y se ha democratizado tanto, que las etiquetas de antaño ya no reflejan una realidad del mercado.

Algo que, recalco, es claramente positivo. Pese a que muchos aún necesiten sentirse que son parte de ese grupo cerrado que ya no existe, y que otros tantos sigan heredando los clasicismos mitos y estigmas de antaño.

Bien sea por desconocimiento. Bien sea simplemente porque nunca se han parado a pensar en ello.

Un medio transformado en industria (la mayor industria del entretenimiento que existe a nivel bursátil, por cierto) requiere que dejemos atrás complejos y afrontemos que lo mismo la realidad es más heterogénea de lo que nos gustaría.

Y que eso, al final, solo rema a favor de todos.


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