dinero


Este viernes daba fin a la colaboración que hemos estado realizando Alfonso Piñeiro (@alfonsopineiro) y un servidor a diario en el programa Pulso Empresarial de GestionaRadio (ES), junto a Rubén Gil (@rubengilm) y Arturo Criado (@arturocriado).

En apenas 15 minutos, intentábamos desgranar el impacto económico asociado a las noticias techies del día, y precisamente esta semana casi todos los programas han girando en torno a las presentaciones de resultados trimestrales de las tecnológicas.

No era para menos.

Aunque un servidor no sea economista, me resulta verdaderamente apasionante ver cómo la estrategia de estos gigantes de la tecnología que artículo tras artículo analizo por esta humilde morada acaba por trasladarse en unos números que crean suspicacia en todos aquellos expertos «de la vieja escuela».

Máxime si consideramos que la nueva economía está regida por unas compañías cuyo principal activo es un intangible. Que no hablamos de petróleo, de oro, de ropa, de cable, sino de datos, de algoritmos, de plataformas digitales y de publicidad.

Por aquí está el quid de la cuestión, al que se une además la falta de noticias de «clickbaiting» que habitualmente dan salseo a la industria periodística, y que terminan por inundar nuestro feed de RSS de sentencias catastrofistas.

¿La más común?


La manzana está podrida

Esa Apple a la que le quedan dos telediarios. Que está en sus últimas, vaya. El gigante de Cupertino va a desaparecer en cuestión de horas, si me apura.

Da igual que haya vendido chorropocientos millones de iPhones (EN), porque la noticia es que ha ganado un 15% menos que el año pasado.

Que ojo, ha vendido casi un millón más de iPhones de lo que los analistas esperaban, pero es que claro, era de «esperar» que los números siguieran creciendo mágicamente.

Se olvidan los compañeros que la compañía basa su modelo de negocio en la reinvención de mercados. Que Apple no ha creado (casi) nada en su vida, sino más bien ha mejorado algo que ya estaba hasta volverlo una fábrica de producir billetes. Y que mantener un negocio basado en la mecánica de la reinvención es, por su propia definición, cíclico.

Pasó con el iPod, pasó con iTunes, pasó con los Macs, y volverá a pasar con los iPhones, los iPads, los Watch y lo que venga detrás.

Apple abre un mercado que prácticamente no existía (no porque no hubiera ya productos, sino porque su impacto en el consumidor no llegaba a ser suficiente para representar un mercado), se posiciona como rey y señor del mismo durante unos años, hasta que el resto de la industria consigue arrebatárselo.

¿Que ahora los ciclos se han reducido? Sí, y eso sí puede llegar a ser un problema, pero sigue habiendo negocios aledaños que explotar.


Apple sigue vendiendo como churros iPhones y iPads, pero está claro que no va a venderlos siguiendo una tasa de crecimiento exponencial porque el mercado está ya maduro, y los mercados en los que aún hay crecimiento (¡Hola India!, ¡Hola China!) no contemplan un margen semejante al que Apple impone en sus productos (lo que repercute en menor beneficio).

Pero con lo que me gustaría que se quedara es que esto, sinceramente, da igual. Porque tenemos Apple para rato. Ya sea porque la compañía sea capaz nuevamente de irrumpir en otro mercado (¿quizás el de los coches autónomos?), ya sea por el propio peso que tiene hoy en día (ojito que sigue siendo de las empresas más valiosas del mundo, y junto a Samsung y quizás Xiaomi, los únicos fabricantes que ganan dinero fabricando productos), que le daría tranquilamente para vivir años y años en base a sacar productos iterativos (meras innovaciones incrementales) de lo que ya ofrece.

La era de los algoritmos

En lo que haría bien en preocuparse la de Cupertino no es en si en efecto se van a acabar los billetes, sino en su dificultad de ser competitiva en un escenario basado en la optimización de servicios mediante inteligencia artificial.

En ese afán por mantener a mejor recaudo (que el resto) la privacidad de sus clientes, están perdiendo la batalla que sí lideran empresas como Google y Facebook.

La primera, con un 25% más de ingresos (EN), y con una dependencia crítica de una de sus patas. Alphabet sigue viviendo de la publicidad de Google. Tanto que se puede permitir perder 10 millones al día en sus queridos «moonshots», a sabiendas que las búsquedas siguen dándole 21.500 millones de ingresos por trimestre.

Moonshots centrados en la inteligencia artificial, como Deep Mind, en la conducción autónoma, en su propia cablera, en llevar internet al resto del mundo,… En definitiva, en ramificaciones de su modelo de negocio que serán seguramente quienes el día de mañana les de de comer.

Justo lo mismo que le pasa a esa Facebook que, a un nivel cinco veces inferior, es capaz de seguir creciendo en la publicidad móvil (EN).


No debería sorprendernos, teniendo en cuenta que de las cinco aplicaciones más descargadas (bueno, descontando estos días a pokémon Go :D), cuatro son de ellos (ES), y que en esencia, por su impacto a nivel social, les posiciona como la base de datos de profiling de usuarios más grande (tanto en cantidad como en calidad) de la historia.

Todo con apenas cuatro servicios, con la frescura y agilidad organizativa de «una startup venida a más», y con mucho, muchísimo camino para seguir creciendo.

Las tripas de la tecnología

Así llego a Amazon, esa compañía que además de haber sido capaz de monetizar la intermediación del retail como ninguna otra ha sabido, sigue creciendo en dos dígitos (EN).

Y lo hace a sabiendas de contar con un accionarado que entiende la filosofía de reinversión de Bezos. Un crecimiento del 31% que se verá reflejado con un 0 en las cuentas trimestrales, e irá a parar en mejorar la logística y expandir su imperio.

Pero dejando de lado el valor de sus algoritmos, lo que normalmente se obvia cuando hablamos de Amazon es que su grueso de negocio es dar infraestructura al resto de tecnológicas. Amazon Web Services sigue siendo, en tiempos del Cloud de Google y del Azure de Microsoft, el rey del cloud computing, representando el 70% de las ganancias operativas de toda la compañía.

Cosa que ocurre por igual en esa Microsoft venida a menos, capaz de dejar de lado su parte móvil para apostar por la apertura que nunca antes había sido característica suya.

El paquete office, sus licencias y sus servicios corporativos representan el mayor volumen (ES) de un negocio que ha evolucionado drásticamente desde que Ballmer ya no está a los mandos, diseminando una estrategia obcecada en controlar todo el ecosistema (al más puro estilo Apple) en favor de otra más acorde con los tiempos que corren.

Porque la guerra por la movilidad ya la han perdido, pese a quienes nos pese, en un escenario tecnológico que favorece el surgimiento de monopolios y duopolios.

 

En definitiva, que «esa burbuja» de la que tantos gurús están hablando estos días, tiene tras de sí una explicación lógica.

Tanto para que haya «redes sociales» y «tiendas de ecommerce» (ES) cotizando por encima de las mayores petroleras y conglomerados financieros del mundo. Tanto como para que la publicidad y los datos (ES) sigan liderando los rankings económicos.

Porque el petróleo del siglo XXI no está bajo el suelo, amigo, sino en los bits.

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