Corporaciones


Nuestra existencia es limitada. Somos seres vivos, y por lo tanto, estamos supeditados al ciclo de la vida, que en nuestra especie anda habitualmente entre los 30-80 años.

Pero como sociedad nuestra esperanza de vida es de varios siglos, y requiere por tanto de figuras legales que no dependan de la biología. Así es como surgen las corporaciones.

En este doble artículo quería trasladarle el porqué del surgimiento de las corporaciones, y cómo esta entidad legal ha permitido al sistema generar una herramienta de adoctrinamiento muchísimo más eficiente que la guerra.

¿Son las corporaciones el germen de La Gran Mentira, o únicamente una de las causas de un sistema totalitario? ¿Cómo afecta a nuestro libre pensamiento el inmenso tejido social de las corporaciones?

¿Qué es (y qué no) una corporación?

El nacimiento de las corporaciones viene de lejos, de la época romana. La paulatina evolución del comercio hizo necesario el surgimiento de entidades que trascendieran los límites biológicos de nuestra especie. Que gozaran de una perpetuidad que asegurara el pago de los negocios firmados aún cuando las personas que lo habían hecho ya no estuvieran con nosotros.

Una corporación no es más que una agrupación de personas. Representa el cuerpo («corpus») de esa entidad ficticia, que a su vez puede representar una empresa, una ONG, una universidad, un país, un sindicato o cualquier tipo de organización social.

Su fin, por tanto, era el de poder actuar a efectos prácticos y de negocio como un individuo, simplificando la gestión del mismo por varias «personas naturales«, protegiéndolas en caso de que algo saliera mal.


El problema surge cuando se asocian principios morales esperables en una persona a una corporación. Aunque a efectos legales la corporación represente una entidad física (un individuo), en la práctica no tiene por qué tener moralidad, y por tanto, por qué actuar éticamente. No se rige por factores humanos, a fin de cuentas, aunque sea considerada una sola entidad.

La búsqueda del beneficio y la psicopatía corporacional

Toda corporación depende de unos inversores (sean privados o públicos), y es curioso que esto ocurra cuando estos representan apenas un 1% de la sociedad. A la hora de la toma de decisiones, no parten de la realidad que vive la amplia mayoría del mundo, sino de su propia realidad, que es la minoritaria.

Cuando se llega a comprender que la corporación se mueve únicamente por fines económicos, y que a la vez, la corporación es considerada legalmente una entidad (un individuo), es cuando suenan las primeras alarmas. Si el fin último es aumentar el beneficio de los inversores, se puede llegar a caer en la tentación de contravenir los intereses humanos de ese porcentaje (alrededor del 99%) de la sociedad a la que no representan.

Así es como se produce la primera disasociación corporativa, que afecta al propio carácter de la corporación.

Si estudiáramos a una corporación siguiendo los patrones fijados para un individuo real, llegaríamos a la conclusión de que todas las corporaciones cumplen los siguientes principios:

  1. Indiferencia ante los sentimientos del resto de individuos: el sentimiento de una organización (que veremos en el siguiente artículo) es emulado, y tiene como objetivo naturalizar su entidad y atraer clientes de un target específico que simpaticen con esos sentimientos. Es una creación artificial movida nuevamente por el beneficio económico.
  2. Incapacidad para mantener relaciones duraderas: siguiendo el mantra único y universal a toda organización, las relaciones (negocios) que se producen entre organizaciones y organizaciones e individuos naturales tiende a romperse de forma unilateral si el beneficio es mayor que el acuerdo que ya estaba firmado (el cierre de servicios sin previo aviso, contratos con la competencia,…).
  3. Desprecio por el bienestar de los demás: No hay más que ver la situación vivida con las grandes corporaciones del consumo. En abril de 1997, más de 10.000 trabajadores de las fábricas de indonesia de Nike hicieron una huelga para protestar por los bajos salarios y los sueldos no pagados, mientras que 1.300 obreros en Vietnam se declararon en huelga pidiendo un aumento de un centavo por hora. Al año siguiente, 3.000 trabajadores de China protestaron por las condiciones de trabajo peligrosas y los bajos salarios.
  4. La mentira y el engaño son herramientas válidas para llegar a un fin: Todas las corporaciones mienten. Ya sea para tergiversar el entorno hacia sus intereses (irrumpir en un país del tercer mundo buscando mano de obra barata con la promesa de enriquecerlo, o realizar campañas de marketing y publicidad engañosa). Y no lo hace porque sus dirigentes sean personas sin escrúpulos. De hecho la mayoría de los grandes líderes (presidentes y CEOs de las grandes corporaciones) juegan un papel puramente político. Representan físicamente a la empresa, pero no tienen en verdad capacidad real de toma de decisión. Y no la tiene nadie por sí solo, sino que es la suma de muchos individuos con diferentes aspiraciones y un fin loable, aunque el resultado no acabe por serlo.
  5. No hay culpabilidad ni malicia: Queda muy bien pedir perdón, pero la corporación como tal, al igual que los algoritmos de inteligencia artificial, no siente remordimientos. Y los que han llegado hasta arriba tienen recursos más que suficientes para inmunizarse o auto-compadecerse tanto por la intermediación existente (despedimos a estos miles de trabajadores porque los inversores/los números así lo piden) como por un supuesto bien común (despedimos a estos miles de trabajadores porque como corporación hay que primar el beneficio de la mayoría). Tampoco existe malicia. Una corporación está en su total derecho de realizar las acciones oportunas para la consecución del fin para el que ha sido creada. Ejemplificándolo con la figura del tiburón, la propia naturaleza del tiburón le permite ser el mayor depredador del océano, y por tanto, causar muerte a su paso. Pero no lo hace porque sea «malo», sino porque es su papel como individuo de esa especie.
  6. Incapacidad para cumplir las normas impuestas por el organismo competente: El poder de las corporaciones en pleno siglo XXI es simplemente atroz. Hay empresas privadas con más poder que naciones enteras. Con una capacidad de lobby sin precedentes, que les permite reescribir las leyes a su antojo, como hemos visto en más de una ocasión.

Si estudiáramos a la corporación como un individuo físico, la confirmación de estos 6 puntos señalarían al sujeto como un psicópata. Saque sus propias conclusiones…

[Tweet «Toda corporación cumple los 6 principios del psicópata ¿Quieres conocerlos? #ParaPensar»]


En el siguiente artículo, expondré algunos casos reales de psicopatía corporacional, que llevan a algunas corporaciones a lucrarse de genocidios y atentados terroristas, al profundo estudio y creación de necesidades artificiales en el mercado para perpetuar el sistema, así como el papel trascendente que juega la manipulación publicitaria enfocada a los niños, que no dejan de ser el cliente del presente (capacidad de forzar a los padres para que compren) y del futuro (futuros clientes ya manipulados).