Es curioso cómo una crisis como la del coronavirus nos hace, de pronto, ser conscientes que antes de seres humanos somos ANIMALES, y por ende, sujetos a los designios de la libre arbitrariedad de la naturaleza.
Que en este mundo que hemos terraformado a nuestro gusto somos simplemente unos habitantes más, y que basta que venga un bicho tan pequeño como este virus para ponernos en nuestro sitio justo.
Mucho se está debatiendo estos días sobre qué será de nosotros a partir de ahora. Porque recordemos que aunque estamos ante las puertas de una primera fase de desconfinamiento, si como apuntan la mayoría de expertos en materia, este bicho ha venido para quedarse, probablemente la sociabilidad y el paradigma de civilización que teníamos hasta ahora instaurado se va a ver modificada para siempre.
Ya dediqué una pieza en particular a tratar el tema de la ahora más que necesaria digitalización de las empresas.
Que si tu negocio, sea el que sea, no se había subido aún al carro de la digitalización, LLEGA TARDE. Y que pese a ello, vas a estar obligado a hacerlo.
Y sí, da igual que tengas una charcutería que una multinacional de logística. Da igual que vendas productos u ofertes servicios. Si algo como el coronavirus pasa a ser estacional, va a tocar aceptar que varios meses a lo largo de cada año tendremos movilidad reducida. Ergo si tu negocio es puramente presencial, o te reinventas o lo vas a pasar muy mal.
Entre este tipo de negocios, por supuesto hay sectores como el de los eventos y el turismo que están tocados por completo.
Este año hemos visto cómo, de pronto, todos los eventos en los que algunos teníamos que participar se han pospuesto o directamente cancelado.
A mi por ejemplo me coincidió con dos, pero a Èlia le han pospuesto al menos seis. Más todos los que, por razones obvias, no se han celebrado o han buscado acercamientos digitales para hacerlo.
Y es que en una situación como la actual es difícil saber si dentro de unos meses en tal lugar vas a poder, legal o éticamente, aglutinar a varios cientos o miles de personas en un recinto cerrado.
Por ello, bajo la sombra de esta nueva realidad y el auge de los servicios de videollamada grupal como Zoom y compañía, ha surgido otro brote, esta vez empresarial, y materializado en la figura de los webinars.
Estos días los chicos de HackerCar querían publicar un artículo sobre el futuro de los webinars, y han visto interesante que un servidor participase en el debate.
Te dejo por aquí las preguntas que me hicieron y mis respuestas, así como el enlace al artículo con las reflexiones de los analistas que participamos (ES):
Al hilo del auge de webinars, ¿qué te parece este formato?
Pues mira, a título personal, y aunque entiendo que no es lo mismo que vernos la cara directamente, es un formato que me gusta mucho por su flexibilidad. Y que además representa uno de los pilares de mi modelo de negocio.
Es decir, tanto desde el punto de vista de la audiencia, como sobre todo desde el punto de vista del ponente, ten en cuenta que participar en un evento presencial requiere ir hasta lugar donde se hace (a veces teniendo que tirar de AVE/avión y perdiendo de paso ya no solo el tiempo de ida y vuelta, sino también una o varias jornadas fuera de casa), dar una charla de a lo mejor una hora, y volver.
Un webinar lo grabas en directo desde la comodidad de tu estudio sin desplazamientos (al menos la amplia mayoría), y la audiencia lo ve cuando y donde le de la real gana.
Y hablo de los webinars profesionales, pero ten en cuenta que en educación pasa exactamente lo mismo. Este curso para muchos alumnos y profesores ha sido el punto y aparte en cuanto a uso de las TICs, viéndose muy claramente quienes estaban preparados y quienes no.
Para alguien que ama eso de poder trabajar desde cualquier lugar, entenderás que sea un verdadero placer.
¿Cómo ha sido tu experiencia en ellos? Pros y contras
En líneas generales tengo más pros que contras.
Como te decía el principal es la capacidad de hacerlo o consumirlo desde cualquier lugar sin perder tiempo en trayectos.
Además, al menos un servidor con los webinars no se pone nervioso. Cosa que sí me ocurre cuando tengo que dar charlas delante de cientos de personas.
Como contra decir que por regla general se cobran peor (algunos incluso los hacemos gratis para ayudar a la organización), y por supuesto el trato con los espectadores es mucho más frío. Según la plataforma que se utilice, a veces puedes ver el chat, o ni siquiera, teniendo que esperar al final del webinar para que el moderador te pase las preguntas. Algo que, por cierto, también suele ocurrir con las charlas (aunque puedas lanzar alguna pregunta a la audiencia, una charla no es más que un monólogo con audiencia), pero que no ocurre por igual con los talleres y la formación, donde sí tienes ese trato más directo con los asistentes.
¿Crees que sobrevivirán a la cuarentena o son una moda pasajera?
Es que realmente ya estaban antes, y por ende, por supuesto que van a seguir estando.
Un webinar funciona en cualquier situación ya que permite acercar el conocimiento de un profesional a una audiencia interesada en aprender con un formato de consumo deslocalizado 24/7. Lo puedes ver en directo y participar activamente, o consumirlo en diferido más tarde.
Sin olvidarnos de que con esta crisis hemos caído en la consideración de que antes de seres humanos somos animales, y por tanto, estamos al igual que el resto sujetos a los designios de la libre arbitrariedad de la naturaleza.
Si las previsiones de los expertos en materia se cumplen, probablemente tendremos brotes de COVID19 estacionales como ya nos ocurre con la gripe, los resfriados, u otras enfermedades más jodidas como es el caso del SIDA. Y bajo este escenario, el paradigma de evento presencialista se cae por su propio peso.
Así que sí. Seguiremos haciendo webinars. Y quizás incluso más que antes.