censura china

Ahora con lo de Rusia parece que la guerra comercial y cultural de China ha pasado a un segundo término.


Sin embargo, tenía por ahí algunos apuntes que quería trasladar a un artículo en el blog, y creo que no hay mejor momento para hacerlo.

¡Vamos!

Estamos continuamente en guerra

Empezamos por el principio, y es que si bien, afortunadamente, no se llega a las armas en la mayoría de ocasiones, lo cierto es que hay claramente varios bandos desde el fin de la Guerra Fría por ver quién se posiciona como referente mundial en diferentes sectores, el cultural incluido.

Creo que sobra decir que el gran ganador de la última era ha sido EEUU. Que la propaganda yanki ha sido la que ha definido, de una u otra manera, la concepción del mundo occidental, e impactando considerablemente en los países orientales y en las nuevas economías.

Hollywood es, sin lugar a dudas, pilar base de esa idea que persigue sembrar el capitalismo: la de la libertades sociales y el que, si quieres, puedes.

Una suerte de sueño americano que si bien en su día quizás podría tener parte de razón, hace tiempo que se ha quedado en justo eso, un sueño.

Pero estamos en Occidente, y tanto tú como un servidor hemos sido convenientemente adoctrinados para considerar que nuestra forma de pensar es la correcta, así que puesto que señalarnos a uno mismo es más complicado, voy a centrarme en cómo funciona la propaganda cultural China. Semeja en todo caso a la Rusa (a fin de cuentas la primera aprendió de la segunda), con la única diferencia de que hoy en día China es potencial mundial, y Rusia está varios peldaños por debajo.


Que hay que recordar que según el fondo monetario internacional, esta década China acabará por superar económicamente a EEUU… vía PIB.

Algo que sinceramente se me antoja muy complicado, pero que oye, supondría, de facto, reconocer la absoluta soberanía económica que ha conseguido el gigante asiático en un tiempo récord.

Pero vayamos al grano, y poniendo varios ejemplos recientes, alguno de ellos incluso ya comentado por estos lares.

El teclado de iOS y las dichosas banderitas

De este ya hemos hablado largo y tendido, pero conviene volver a recordar que en el teclado de iOS (es decir, el de los iPhones e iPads) hace ya un par de años largos no existe la bandera de Taiwán como emoticono.

Casualidades de la vida, han tenido que pasar unos años para enterarnos que esta, junto con otras peticiones como la de agrandar y ocultar una isla JAPONESA que China considera suya en los mapas de Apple, y pagar varios centenares de millones en calidad de extorsión inversión a empresas tecnológicas chinas, eran condiciones obligatorias que impuso el gobierno para permitir que Apple pudiera vender sus productos y servicios en el país.

Que seguramente te parezca una tontería. A fin de cuentas, el que haya o no una banderita no significa nada…

Pero, la realidad, es justo la contraria. Si el propio teclado (es decir, el sistema de entrada que el usuario tiene para comunicarse con el dispositivo) no reconoce a Taiwan como un país, o a esas dichosas islas como islas japonesas, se consigue indirectamente concienciar a la sociedad de que esto es así.


Pasa lo mismo que cuando Rusia, en el conflicto con Ucrania, prohibió expresamente que se publicara en medios de comunicación palabras como “Guerra” o “Invasión”. Si no hay palabras para definir lo que realmente es una cosa, como bien definió George Orwell con su “doblepensar“, se consigue que la gente busque alternativas que no definan realmente la realidad. Y puesto que la realidad es, a fin de cuentas, la representación de lo que nosotros como espectadores definimos, moldeamos la realidad con estas pequeñas acciones hacia los objetivos, en este caso, de un gobierno.

El beso de Mulán

¿Otro ejemplo? Mulán, la película con actores reales del clásico de Disney, llegó a los cines sin una escena en la que había un beso (ES).

¿La razón? La petición expresa del gobierno a que dicha escena se eliminase no solo de los cines chinos, sino de toda la producción, como represalia a las declaraciones claramente anti-gobierno de su directora.

De nuevo, aparententemente nada bajo el sol. Países como China o India tienen una larga tradición de censura cultural. El tema es que actualmente, con el poder económico y militar que tiene China, esa censura traspasa sus propias fronteras, hasta el punto de obligar a una compañía estadounidense, como es Disney, a que censure globalmente una obra si quiere poder estrenarla en un mercado tan crítico para este tipo de producciones como es China.

Que fíjate que ya no hablamos de censura defensiva frente a un ataque cultural de Occidente, como hasta cierto punto podemos considerar aquel capítulo de South Park (ES) que hizo que toda la serie fuese censurada en el país, en el que dos personajes acaban siendo enviados a un campo de concentración chino por intentar vender marihuana, y que tuvo una brillante respuesta por parte de los creadores.

Hablamos de una censura fuera de su país como represalia a declaraciones sin ni siquiera relación alguna con la obra en cuestión.

Exactamente lo mismo que ocurrió hace unos años cuando Enes Kanter, un jugador de la NBA criticó duramente las tácticas del gobierno chino con la sociedad tibetana, y el gobierno amenazó a la NBA con prohibir las retransmisiones de sus partidos en su territorio, causando miles de millones de dólares en pérdidas económicas a la organización y en especial a los Boston Celtics, el equipo del jugador en cuestión.


Son solo algunos ejemplos de cómo las redes propagandísticas y censoras de gigantes como China están cada vez más impactando en el resto de la sociedad.

Y un verdadero riesgo para el futuro de los países democráticos, lamentablemente mucho más susceptibles, por sus propias dinámicas internas, a este tipo de abusos que aquellos con regímenes autoritarios.

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