Como bien sabéis, existen tres maneras digitales de reproducir una canción. Desde la grabación original, mediante una copia con compresión sin pérdida (lo que nos encontramos habitualmente cuando compramos un CD) o mediante una copia con compresión con pérdida (las que solemos descargarnos legalmente de internet G.G).


Los tres archivos se diferencia básicamente en una misma propiedad, que no es otra que el bitrate, esto es, la información que contiene por segundo. Conforme más bitrate, más peso, por lo que un archivo de audio de una canción sin compresión puede ocupar tranquilamente los 200mbs. En el segundo supuesto (comprensión sin pérdida), el peso se reduce bastante (sobre 40, 50mbs), y se obtiene al reducir el bitrate en aquellas partes con silencio, o con una oscilación de ondas en un solo espectro. Para entendernos, el oído joven sano reconoce entre los 20Hz y los 20KHz. Un archivo con compresión sin pérdida (normalmente archivos .flac o los que nos encontramos en un CD) mantiene este espectro, reduciéndolo cuando no es necesario (silencios). Y por último están los archivos con compresión y pérdida (archivos .mp3, .mp4, .flv,…) que reducen este espectro a aquel que la mayoría de oídos reconocen, dejándolo alrededor de entre los 15Hz y 15KHz, obteniendo un peso por archivo de canción alrededor de 4mb, 5mb.

Siempre ha estado en entredicho ésta última, sobre todo en círculos musicales, que aseguraban que la compresión con pérdida disminuía enormemente la calidad de lo reproducido, no permitiendo admirar los más graves ni los más agudos, perdiendo por tanto toda la completitud de la obra.

Por si fuera poco, los archivos mp3 tienen diferentes codificaciones (64, 128, 192 o 320 Kbps), con una mayor o peor pérdida, e incluso bitrate constante (CBR) o variable (VBR) que suele resultar óptimo al comprimir con diversos bitrates diferentes momentos de las canciones.

Pues bien, han tenido que pasar más de 50 años para que un programador amante de la buena música llamado Jeff Atwood se decidiese por comprobar si en verdad hay un cambio sustancial para el oído humano entre los diferentes formatos. En su blog, después de varias entradas y varias semanas de estudio en el que sería llamado El Gran Experimento del bitrate en los MP3, por fin hemos obtenido una versión empírica de esta eterna pregunta.

Pero hagamos un breve resumen de lo que tenemos en manos.

Para comprobar su hipótesis, Atwood decidió colgar de su web cinco archivos de audio, siendo uno de ellos el original (sin ningún tratamiento digital que modifique el bitrate), y otros cuatro comprimidos a diversos bitrates entre 128 y 320 Kbps. El objetivo era que el usuario entrase, escuchase los cinco, y eligiera cual le parecía que tenía mayor o menor calidad. Lo mejor de todo es que obtuvo una nada despreciable opinión de 3.500 visitantes, colgando los resultados semanas después.


Y de sus observaciones se puede obtener algunos filones de oro:

  • Sin duda la gente supo diferenciar el peor de todos, como el mp3 codificado con el peor bitrate 128 Kbps CBR.
  • La codificación de tasa de bits variable resultó ser superior a la constante.
  • El audio que más positivos obtuvo fue el de 160Kbps VBR, superior incluso a los 320 Kbps CBR, y paradójicamente también superior al audio original del CD.

De todo esto se desprende un corolario:

La gente es incapaz de asegurar qué tiene más calidad por encima de los 160Kbps, por lo que manda al cuerno formatos sin pérdida que ocupan una burrada más, y que en la práctica, nuestro oído no puede discernir.

Así que ya sabéis. Se acabó eso de 15, 20 canciones por un CD. Ya no hay excusa.