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Esta foto que acompaña al artículo la he sacado yo de uno de los vídeos que me ha salido hace un rato navegando perdiendo el tiempo en TikTok.
Reconozco que soy usuario activo de la plataforma de vídeo del momento. De hecho, en estos últimos meses ha pasado, como de la nada, a ser junto con el navegador (hago muchas búsquedas) la aplicación que más tiempo tengo al día abierta.
Claro está que hay que tener en cuenta que tampoco es que me pase la vida delante del smartphone. Lo utilizo mucho, pero puesto que trabajo en casa, la mayoría de los vistazos que le doy son puntuales (revisar notificaciones y correo cuando no estoy delante de la pantalla del ordenador), y que buena parte del tiempo consumo contenido de él… pero con la pantalla apagada (podcast y música, que es principalmente lo que más utilizo cuando estoy fuera de casa).
Anteriormente podría haber ocupado esta posición Youtube, pero es que, de nuevo, estando en casa, lo normal es que Youtube se esté reproduciendo en la pantalla de la tablet, y muy ocasionalmente (quiero resolver una duda puntual y no tengo la tablet delante) reproduzco vídeos con el smartphone.
Así pues, como decía, a diario, revisando la media de los últimos días que me da el sistema de Tiempo en Uso de Android, me doy cuenta que paso entre media hora y casi una hora al día viendo vídeos chorras. La mayoría, de hecho, al medio día, después de comer, en ese tiempo de relax en el que intento no hacer nada.
El algoritmo de TikTok es, de lejos, la razón del éxito de esta plataforma. La primera red social que ha conseguido realmente desbancar a esa Facebook Meta su puesto de líder de la sociabilidad digital, con contenidos vacuos pero muy cortos, que aprenden de nuestras interacciones, mostrándonos cada vez más aquello que más nos llama la atención.
¿Que has pasado más de X segundos viendo algo? Pues el algoritmo entiende que eso te ha interesado. Aunque no le hayas dado like. E internamente te intentará mostrar contenido semejante (de esa cuenta, o de otras que compartan contenido que ha tenido las mismas interacciones con perfiles como el tuyo) siempre que pueda, alternando entre los cuatro o cinco temas que, internamente, haya constatado que parecen interesarte.
De vez en cuando, y con idea de que esto no genere una burbuja de filtros que desincentive al usuario a seguir pegado a la pantalla, te mostrará otro contenido que no esté directamente relacionado, pero que o bien se ha vuelto viral, o bien es nuevo, testeando así ambas tipologías de contenido y generando un ciclo de retroalimentación cerebral semejante al que produce cualquier droga.
Como para colmo, los vídeos son muy cortos, y los puedes cambiar con un simple swipe, tienes el arma perfecto para mantenernos entretenidos, absurdamente, durante horas.
Pues bien.
Hablemos de la visibilidad de los problemas ajenos
Volviendo al tema, este pantallazo de arriba corresponde a uno de los últimos vídeos que me han salido en el timeline. Ese hombre, que parece ya más cerca de la muerte que de la vida, le hace vete tú a saber qué a esa chica.
Por supuesto, el tema me interesó, y entré entonces a la cuenta en cuestión, para darme cuenta de que todos sus vídeos son de esta misma persona. Un monje que vive, por razones obvias, constantemente pegado a una cama, que le dan de beber con una jeringuilla, y que ni siquiera parece poder ver o hablar.
Es el protagonista, como decía, de todos los vídeos de esa cuenta. Una cuenta seguida por varios miles de usuarios, con millones de reproducciones.
Sin embargo, dudo muchísimo que tan siquiera sea consciente de ello. Mucho menos que sea la mente pensante detrás de la cuenta.
Intentando indagar un poco más (es decir, revisando más vídeos y leyendo comentarios) llego a la conclusión de que esa cuenta pertenece a una de sus cuidadoras. Alguien cercano que ha visto en el peculiar aspecto de este anciano la excusa perfecta para hacerse viral.
Y ojo, que no es la única que ha visto negocio en esto de documentar el mal ajeno.
El hashtag #Dementia en TikTok tiene 2.000 millones de visualizaciones. Ahí, los creadores producen flujos de contenido sobre sus experiencias al cuidar a alguien con demencia en etapa avanzada. Muchos de los vídeos más populares son inspiradores o educativos. Pero, entre ellos, es fácil encontrar vídeos virales en los que los cuidadores se burlan de los que sufren demencia y discuten con ellos frente a la cámara.
Precisamente sobre este tema va uno de los últimos artículos en el MIT Technology Review (EN), y lo compara con otros debates ya habituales en Internet, como es el de sharenting, es decir, el de esos padres que utilizan a sus hijos para sacar rédito económico o fama en Internet, mediante vlogs o fotografías en redes sociales.
Los niños que antes fueron estrellas involuntarias de las redes sociales de sus padres crecen y tienen sus propias opiniones sobre cómo fueron representados (EN). Pero los adultos con demencia no son niños, y, aunque cuando crecen los niños desarrollan la capacidad de dar su consentimiento, esa capacidad de las personas con demencia va disminuyendo permanentemente con el tiempo.
Para colmo, legalmente un cuidador o un miembro de la familia con poder notarial puede dar su consentimiento en nombre de una persona que no es capaz de hacerlo. Sin embargo, me pregunto si no tendría más sentido que nadie pueda compartir contenido sobre alguien en esas etapas de demencia, ni en Facebook, ni en una muestra de fotografías ni en TikTok, si esa persona no ha dado su consentimiento explícito ANTES de perder la capacidad cognitiva para poder hacerlo.
Que a la vista de esta situación, me pregunto hasta dónde, y sobre todo qué limites, deberíamos marcar:
- Por un lado, es cierto que es necesario que se haga visible, y deje de ser tabú, enfermedades mentales como la demencia, e incluso el simple deterioro del cuerpo con el paso del tiempo. Que los protagonistas de las historias que consumimos en la red no sean siempre jóvenes y perfectos, ya que a fin de cuentas, es muy probable que todos acabemos pasando por ahí.
- Pero por otro, ¿qué daño se puede llegar a hacer tanto a la persona, como a la concepción que todos tenemos de estas últimas etapas de la vida, si lo que nos llega de ellas es precisamente el morbo de estar al otro lado de la cámara? Si no estaremos haciéndole un flaco favor al conocimiento humano, cuando no directamente daño a esa persona, exponiendo ese momento tan complejo y complicado de su existencia…
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