Estamos en época de compromisos familiares, lo que me obliga a desplazar temas que se van quedando almacenados en mi repositorio de información. Había guardado un estudio que publicaba GigaOM sobre lo mal que había estado el 2014 en cuanto a libertad digital (EN), y revisándolo esta mañana para redactar un artículo al respecto me encuentro con que no tengo tan claro que estemos hablando de lo mismo.


turquía DNS censura

La tesis defendida en el artículo es que casos como el de Turquía con el bloqueo por DNS a servicios como Youtube (EN) o el de China y la censura mediática son semejantes al cierre de servicios de piratería como SeriesPepito o la persecución de plataformas como Popcorn Time.

Bajo la óptica de un servidor la libertad digital refleja la potestad de un medio como es internet para ser utilizado como canal de comunicación para defender nuestros intereses, sin que por ello pisemos los de los demás.

En esos casos, y siempre y cuando se haga bajo una orden judicial, no entiendo que haya problema en el que se persigan servicios que atentan claramente o se protejan de forma pretensiosa bajo el amparo de una legislación confusa. E incluso si ello lleva al cierre (aunque sea temporal) de servicios legítimos fácilmente clonables cuyo nombre está asociado equivocadamente al de la piratería.

Es posible que este año haya sido malo en cuanto a abusos de privacidad (al menos ha sido malo en cuanto a abusos de privacidad que ahora conocemos), pero no los metería a todos en el mismo saco.

Hablemos entonces de esos bloggers rusos obligados a fichar en un listado con nombres y apellidos para el gobierno del país, e incluso del derecho al olvido europeo, que mal usado (algo que está ocurriendo), podría ser considerado una manera de ocultar información pública.

Hablemos también del sistema de espionaje americano, pero recordando que esto viene de lejos, pese a que sea este año el año que ha acaparado más portadas. Tampoco podemos olvidarnos de esa Venezuela silenciando redes sociales, y de esa España gestionando a puerta cerrada un corralito para penalizar el enlace que ha llevado a cerrar Google News.


Ahora el malo ya no es China, sino Corea del Norte, que según EEUU tiene un ejército de cibercriminales muy muy peligroso. Pero casualmente las flechas siguen siendo lanzadas desde el mismo sitio que siempre.

Incluso aceptaría que habláramos de la economía colaborativa y su palulativo intento de freno por parte de la economía clásica. Frentes como los de Uber, muy complejos de analizar, y si me apura hasta blablacar o Airbnb.

Aquí sí estamos hablando de libertad digital. De derechos digitales, que enfrentan habitualmente a Facebook o Google con sus usuarios, a Microsoft con el propio país que lo vio nacer.

La piratería entra entonces si nos referimos a proyectos como Goliath, que sí atentan contra los derechos de internet, y no tanto a los intermediarios que hacen caja enlazando contenido pirateado.

La industria discográfica (al menos un porcentaje cada vez mayor) ya está aprendiendo, y ataca la piratería con herramientas acertadas (iTunes, Spotify,…). A la del cine y la televisión, y a la de los periódicos (algunos), todavía les queda un largo trecho.

Pero en todo caso no tiene nada que ver con la libertad digital. Es un tema específico, sectorial, que tarde o temprano acabará solucionándose en la figura de plataformas a un precio asequible, una cartera de contenido aceptable y una comodidad extrema de cara al usuario.

El 2014 se cierra como un año más, con asaltos a la libertad digital por parte de los gobiernos. Que ahora seamos sensibles de la importancia de nuestros derechos y nuestros datos no significa que estemos peor, sino precisamente eso, que ahora nos damos cuenta de cómo estamos.


El tercer entorno seguirá evolucionando pese a quien le pese, y ello va a precisar más conciencia por parte de los usuarios y sobre todo, más garantías por parte de los servicios.

El anonimato sigue siendo una asignatura pendiente. Las tecnologías de rastreo del usuario se han sofisticado, adelantándose a los pasos que dimos como sociedad, hasta tal punto de hacer peligrar el sentido y contexto bajo el que definíamos la privacidad.

Estamos a fin de cuentas al inicio de algo muy grande. Solo queda esperar que la propia sociedad sea capaz de auto-regularse (para bien), de aislar los nodos nocivos de poder y de legislar un entorno que precisa de ello, siempre bajo el mismo eje: el del usuario.

 

P.D.: Vaya, sin quererlo me ha quedado un recopilatorio de los temas candentes del año… ¡Maldito subconsciente!