¿Quién le iba a decir a Eric Arthur Blair que iba a estar tan acertado y a la vez tan equivocado con su mirada distópica del futuro de nuestra civilización?


camera street

Una mirada seguramente influenciada por su propia vida (huyendo del totalitarismo del imperio británico en la colonia india donde nació, del nacismo alemán de la Segunda Guerra Mundial y del fascismo español de la Guerra Civil), y que bajo el pseudónimo de George Orwell escribió algunos de los relatos de ¿fantasía? más acertados y a la vez más equivocados de lo que nos depararía años más tarde el Gran Hermano (EN).

Lo hablamos recientemente y en detalle en el artículo de larga extensión La sociedad de control, y me dejé un apunte que me parece interesante señalar.

El hecho de que el Gran Hermano como tal no existe. No hay una figura (real o ficticia) que aglutine todo el poder, sino pequeños nodos que juntos lo atesoran.

Y es precisamente este hecho el que me lleva a volver a escribir sobre el tema. Puesto que gracias a la miniaturización de los componentes y a la bajada drástica de los costes de producción, el que todos tengamos al alcance de la mano un dispositivo capaz de grabar y publicar en tiempo real ha nivelado el control entre individuo y estado.

Lifelogging, que lo llamábamos hace unos años, y una realidad de nuestros días, que a punto está de salir de nuestro bolsillo (smartphone) para colonizar nuestras muñecas y vestimentas.

Miles de millones de cámaras capaces de recoger el momento, de monitorizarnos (sí), de cuantificar todo.


Se equivocaba también el director David Alonso en aquella producción española del 2003, “Más de mil cámaras velan por tu seguridad”. Y no porque no haya en efecto mil cámaras vigilándonos, sino porque las cámaras apuntan ahora en ambas direcciones.

Casualmente, el que se haya democratizado el acceso a las tecnologías de grabación nos hace a la vez estar más controlados y tener más control de nuestro entorno.

Tendencias tecnológicas como el Ambient Location o el Ambient Seeing and Listening, encapsuladas bajo la socorrida excusa de una mejora de prestaciones y usabilidad, permiten gestionar plataformas descentralizadas de control de la sociedad. Y a la vez, el hecho de implantar estos sistemas en los medios tradicionales de control (como el caso de las autoridades en California) reduce drásticamente las denuncias por abuso de autoridad (88% menos de denuncias, y un 60% menos de casos de uso de la fuerza).

Un autocontrol que empieza en el propio individuo, y se traslada a su entorno. Un autocontrol que podríamos considerar forzado, pero que en todo caso tiene su lado positivo.

Usar la descentralización tecnológica como herramienta de protección ciudadana. O por otro lado, correr el riesgo de que pueda ser usada en nuestra contra.

Hablamos de un equilibrio difícil de administrar ¿Es este nuevo paradigma beneficioso o perjudicial para el colectivo? ¿Es este paradigma beneficioso o perjudicial para el individuo? Aunque parezcan las mismas preguntas, podrían tener distintas respuestas.


Y sobre todo ¿merece la pena sacrificar privacidad en pos de un control más individual, o estaremos cayendo presa de las garras de un Little Brother, más sutil e inteligente de lo esperado?