Publicaba hace escasos instantes un artículo en SocialBrains sobre la diferencia entre medios de información y medios de comunicación (ES), al hilo de que la sociabilidad digital pertenece precisamente a la segunda categoría, aunque lleve tiempo amenazando (y los usuarios, usándola como tal) con volverse el medio informativo definitivo.
La idea no es mía (aunque no sea la primera vez que la esbozo por estos lares), sino que viene de un apunte que me pareció interesante señalar en la entrevista que Joan Pedro, doctor en Comunicación, Cambio Social y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid, le hacía a la activista y también profesora de Comunicación en Goldsmiths, University of London, Natalie Fenton (ES).
Curioso en todo caso porque precisamente hace un par de semanas había dedicado servidor dos artículos a hablar de la falacia de la sociabilidad digital. El primero, en referencia a ese activismo de click fácil (que Natalie también comenta) y la paulatina hegemonía dictatorial de los algoritmos de recomendación. El segundo, sobre la sociabilidad que podríamos esperar de un entorno en el que nosotros tenemos el control absoluto del discurso, y que nos empuja, generalmente, a hablar más con nosotros mismos que a enfrentarnos a un escenario dispar y conflictivo (como es, de hecho, el mundo real).
Y para no repetirme nuevamente, parto de estos tres textos (de recomendable lectura, pero no obligatoria :)) y me pongo a indagar en la contradicción que suponen las redes sociales como elemento informativo de la sociedad.
Viviendo feliz en mi burbuja
Me abro un Facebook, y me pongo a agregar a cuantos más amigos el sistema me recomienda, mejor.
Quien más quien menos, tiene como mínimo un centenar de amigos en Facebook. Como mínimo, oiga. A ver con cuantos mantiene realmente comunicación. A ver cuántos podría considerar amigos realmente. Y lo mejor de todo, a ver cuántos le consideran a usted (y a un servidor) amigo.
En fin, que nos ponemos a soltar la verborrea esperable por Facebook. Que si es Podemos tiene lazos con ETA, que si mire qué enésima foto de mis gatos más bonita, que si hoy estoy comiendo fuera y me toca sacar la foto de rigor a la comida mientras esta se enfría,…
En ratos libres (por ejemplo, cuando va al baño o ponen anuncios en la caja tonta), aprovecha también para ver qué ha dicho/hecho el resto. Más de lo mismo, pero se empeña en entrar al trapo en alguna que otra discusión, y le da a Me Gusta, Me Encanta, Me entristece, Me enfada,… a cada actualización que así le hace sentir.
Tan pronto se entera de la última matanza en Siria, como le salta un anuncio con el último juego gratuito descargable para su Android/iPhone. Que si tal famoso se ha liado con no se quién, que si me parezco a tal famoso, que si… El día a día, vamos.
Y con ello, poco a poco, los algoritmos de Facebook nos conocen un poco mejor, y van segmentando el contenido. De aquellas actualizaciones de estado que el News Feed sufría a enseñarle cuando tenía apenas una decena de amigos, a la hiperpoblación de posibles actualizaciones/publicidad que debe categorizar y priorizar para mostrarle en esos 10 minutos (¿mínimo?) que quizás se pase buceando por el timeline.
Lo que quiere decir que no va a poder mostrarle todo lo que todos sus amigos dicen, sino aquello que cree que le va a interesar más. Y a la hora de elegir, ¿qué mejor que hacerlo analizando sus decisiones anteriores?
¡Anda! ¿Que le gustan los gatitos? Pues más gatitos y menos perros. ¿Qué sigue X religión / es de X partido / opina X cosa sobre X tema? Pues le mostraremos justo aquello que le sigue / se siente identificado / le gusta.
Y es entonces donde se rompe la neutralidad. Porque en lo que es muy bueno Facebook (o Twitter, o Google, o Flipboard, o Pinterest, o News de Apple, o …) es precisamente en hacerle creer que lo que está ocurriendo es la única realidad de lo que ocurre. El objetivo de estos servicios es precisamente hacerle sentir feliz en ellos para que los siga usando, no plantearle opiniones distintas que le hagan huir del servicio.
Y encima, viene firmado por sus amigos (argumento de autoridad), que lo mismo son un centenar que un millar, y que para colmo, representan casi a su totalidad de actualizaciones, porque las demás, aunque también sean de amigos, no las va a ver.
Es decir, que para al menos, un centenar de sus amigos, Podemos tiene lazos con ETA, y también le gustan los gatitos. Ergo, LA MAYORÍA OPINA IGUAL.
Craso error. Justo el error que nos lleva a pensar que casi siempre tenemos razón en nuestras opiniones en redes sociales.
Nuestros amigos no tienen por qué representar el grueso de la sociedad. Es más, los amigos/followers/suscriptores que tenemos, han sido prácticamente elegidos por nosotros (recuerde, el control está de nuestro lado), y sus actualizaciones son controladas adecuadamente por el algoritmo de turno para que nos sintamos más realizados.
Esto genera, como comentaba Natalie en la entrevista, una brecha informativa que desplaza desproporcionalmente a los ciudadanos con menos contactos intelectuales (yo diría más bien, con círculos más acotados…) de la cadena económica, favoreciendo a los que controlan más el medio (la tecnología) y tienen círculos más heterogéneos. Lo que no significa que estos también salgan escaldados, pero como comenté en su día, la desigualdad social asociada a la tecnológica afecta más a los primeros que a los segundos.
La importancia de un sentir social (digital) crítico
Y recalco, que es un problema de muy difícil solución, precisamente porque las redes sociales no son un canal de información, sino de comunicación (entretenimiento).
La mejor manera de informarse sigue siendo acudir a las fuentes de información. Mientras más, y más distintas ideológicamente hablando (lamentablemente, hace tiempo que la profesionalidad pasó a segundo plano en esta industria infoxicada), mejor.
Obligarse a uno a leer opiniones contrarias a la suya, y plantearse por qué ocurre esto. A tener un perfil disperso en el mundo digital. Ser crítico con todo lo que se consume (sea o no en internet, venga de quien venga firmado), y saber encontrar el placer de dejarse perder en mientras más conflictos mejor.
Porque no es más sabio el que más sabe, sino el que más abierto está a reconocer que puede estar confundido.
Una máxima que en nuestra sociedad no se aplaude, sino justo lo contrario. Se suele criticar negativamente.
Porque solo siendo consciente de ello se consigue hackear el sistema, e incluso utilizar esas redes sociales y esas tripas de internet, que siguen siendo herramientas de comunicación, como servicios de descubrimiento informativo.
Solo de esta manera, siguiendo el camino más largo, y no yendo de la manita por donde estos servicios nos quieren llevar y la sociedad nos ha educado que hay que seguir.
Y al final, cómo deberían funcionar los algoritmos de búsqueda?
Por qué las redes sociales no pueden ser ambas cosas: canal de información y entretenimiento, acaso millones de personas no las utilizan de ambas maneras.
En todo caso, lo que no pueden hacer las redes sociales es quitar todos los prejuicios y la ignorancia que se han ganado a pulso las personas en su vida real. Y si esos prejuicios y esa ignorancia crearon enormes sociedades en el pasado, por qué no iban a funcionar en las redes sociales, sin necesidad de la ayuda de los algoritmos.
Saludos
No no, si tienes más razón que un santo. El problema no es que las redes sociales no estén cumpliendo su labor. Lo están haciendo con las mismas limitaciones que teníamos antaño en modo manual.
El problema es que el usuario se empeña en verlas como herramientas de acceso a la información, como una suerte de infantilización de lo que debemos o no consumir. Nada nuevo bajo el sol, de hecho (los periódicos y el telediario son prácticamente lo mismo, una aglutinación de noticias que alguien ha decidido que consumamos).
Simplemente lo que cambia es que ese alguien ahora eres tú, inconscientemente, que con las acciones en la red social de turno, decides consumir X información y X no.
Y ahí está el quid de la cuestión, porque la mayoría de los usuarios no son conscientes de ello, y al venir impuesto por un sistema supuestamente neutral (que de hecho, podríamos considerar que lo es) y automático, le dota de unas connotaciones que no se ajustan a la realidad. Ya que el dueño de nuestro consumo de información social somos nosotros mismos, no esa máquina.
Entonces, el problema es generado por las limitaciones que se autoimpone el usuario en el uso de la tecnología y no por la tecnología en si mismo. Pero no explica el por qué un algoritmo tiene la culpa de que se esté actuando de esa manera, como si fuese el culpable de una alineación promovida por algunas empresas para generar ingresos o de un gobierno para ejercer un cierto control de la sociedad, cuando esa sociedad sigue llevando esa mochila de lo comentado anteriormente y sigue empeñada en no quitársela.
De qué sirven la comunicación y la información, si con nuestras limitaciones y prejuicios, no acabamos de asimilarla y no queremos aprender a ser mejores.
Igual los algoritmos tienen razón y nos muestran lo que realmente queremos ver, ya que todo lo contrario significaría un esfuerzo por aprender, nos llevaría en ciertos momentos al fracaso y a la cruda realidad del mundo. Y eso nos haría infelices.
Realmente estamos preparados para hacer un aprendizaje con todas las consecuencia, creo que no. Y las redes sociales así lo demuestran, donde existirá mucha información y comunicación pero seguimos viendo lo que queremos ver y escuchar lo que queremos oir. Saludos.
En efecto, es un problema social, agravado por esa especie de misticismo que le otorgamos a la tecnología. Depender por completo de un algoritmo que depende de nuestras acciones es depender de nosotros, pero escudándonos en la pura objetividad y neutralidad que cabría esperar en la máquina.
Como comentaba ya hace tiempo, una mera revolución estéril (lo que en principio nos ofrece más, acaba ofreciéndonos lo mismo).
Y sí, es tan triste como parece. Que tengamos las herramientas oportunas para romper esa dicotomía, y acabemos desperdiciándolas, sin ser, generalmente, conscientes de los sacrificios que estamos realizando, y pensando que en efecto las estamos utilizando adecuadamente.
Todo esto sin pensar mal de las empresas y los gobiernos. Los primeros generan tecnología que les haga más ricos, y los segundos, mantienen esa tecnología para mantenerse ellos en el poder.
Que una empresa invierta en producir tecnología y luego gane dinero, eso lo ves mal? O me perdí en el sentido de la frase. Saludos
Lo veo totalmente normal. Faltaría más, jajaja.
Simplemente hay que recordar que la labor de Google o de Facebook o de cualquier otra empresa no es hacer un mundo mejor. Es hacer un mundo mejor para ellos.
Si además se consigue lo primero, pues oye, bienvenido sea :).
Vaya…, pensaba que todas las empresas tenían un único producto para vender, que se llama «Felicidad» jajaja. Lo de un mundo mejor, entraría en la misma categoría.
Pero de quién es la culpa de ser infelices? Saludos
Yo diría Pablo que el ser humano tiende a ser sectario. Busca conformar comunidades de apoyo de iguales donde su yo interno, su ego, se vea reforzado. Y las redes sociales, hablemos de Facebook como el modelo a observar, se convierte en la perfecta droga digital, que se esfuerza en darle al usuario precisamente lo que quiere consumir. Pero descarnadamente, quien es el culpable, ¿el medio que ofrece realidades tergiversadas al gusto? o ¿el idiota usuario que no ve más allá de sus narices y desperdicia su tiempo -y se aliena de paso- consumiendo, en su mayoría, contenidos basura?
Muy buena reflexión. En efecto, el problema está en el uso, no en el canal. Entendiendo el porqué de su idiosincracia y utilizándolo para lo que es (incluso como herramienta de descubrimiento de información alternativa), no hay drama.
La cosa es que generalmente ese conocimiento no se tiene, y de ahí salen las asociaciones equivocadas.