Black Mirror Metanarrativa

Hace ya tres meses escribía por estos lares una pieza hablando del formato audiovisual, y de cómo algunas propuestas en plataformas de consumo en streaming iban a tantear el dotar de interactividad a la histórica pasividad televisiva.


Ya sabes, el hecho de que ver una serie o una película pase del estado actual (un formato puramente pasivo, en el que nosotros damos al Play y la historia se nos es contada sin que podamos hacer nada más que atender) a heredar mecánicas de interacción del mundo de los videojuegos, y para los nostálgicos, del formato de textos de “elige tu propia aventura” que tantos adeptos tuvieron en los años 80… y 90.

Por aquel entonces solo sabíamos que Netflix estaba en negociaciones con Charlie Brooker para una nueva producción de Black Mirror que ha acabado por salir este fin de semana bajo el título Black Mirror: Bandersnatch (ES).

Y sin lugar a duda marca un antes y un después. Por varios motivos que me gustaría señalar por estos lares.

La liquidez del formato serie antológica

De un tiempo a estos días me estoy dando cuenta que estamos entrando en una etapa en la que se rompe la histórica división entre cine y televisión.

Lo desarrollaré en profundidad en una pieza que tengo pendiente escribir este mes, pero por centrar el tiro en el tema que nos compete, está claro que ambos mundos ya van de la mano (antes la televisión era lo que hacían aquellos profesionales que no podían aspirar al cine), lo que supone, de facto, que la nomeclatura se vuelva difusa.

No hay más que ver cómo, por ejemplo, la última temporada de Narcos (Narcos: México (ES)) mantiene su nombre (lo que da sentido a hablar de una serie y no de un producto único), pero en cambio no se oferta como parte del resto de la serie Narcos, al subdividirla con la coletilla de México.

En este caso con Black Mirror ha pasado exactamente igual. Si ahora mismo buscas Black Mirror en Netflix te saldrán dos opciones (más todas las que Netflix recomienda por ser, teóricamente, parecidas): Black Mirror, donde están todas las temporadas hasta ahora, especiales de Navidad incluidos, y Black Mirror: Bandersnatch, que no deja de ser un capítulo más de la nueva temporada, solo que se oferta como producto externo.


El jugueteo con la interactividad televisiva

La propuesta de Charlie Brooker ya nos era conocida, así que me puse el viernes de noche a trastear con ella para preparar esta pieza.

Y el veredicto rápido, sin pretender hacer spoilers, es que me ha gustado. Tanto por el contenido como por el contenedor.

Respecto a la trama, por resumir diré que estamos ante la historia de un desarrollador de videojuegos en los años 80 que, un buen día, decide trasladar la historia de un libro de “elige tu propia aventura” a este formato.

A partir de ahí entra en una espiral en la que el creador se va dando cuenta de que es a la vez un mero títere del espectador, jugando claramente con la cuarta pared, y devolviéndonos algunos momentos más que brillantes.

Por ahí he estado leyendo que existen 5 finales y que tiene una duración de unos 90 minutos. Un servidor, sinceramente, ha llegado a ver lo que al menos bajo mi humilde opinión son 8, y he estado trasteando con la pieza unas dos horas, empezando la historia nuevamente hace escasos momentos para probar algunas decisiones que se me habían escapado en la sesión del finde.

Respecto a la estructura, creo que el sistema montado por Netflix para dotar de interactividad al espectador tiene luces y claros.

  • Compatibilidad: Me ha llamado mucho la atención descubrir que no podemos consumir este título vía mirroring en un chromecast o cualquier otro dispositivo de streaming. Y digo que es curioso porque a fin de cuentas en el smartphone sí podemos, y la excusa de que el formato mirroring no permite interactividad se rompe cuando, por ejemplo, sí es posible saltarse intros o ir al siguiente episodio pulsando desde la app móvil. Tampoco he podido, por cierto, desde la aplicación de Windows 10, pero bueno, esto lo veo más normal (no se actualiza tanto como el resto de plataformas). Lo que significa que solo podemos consumir este tipo de productos desde la web y desde las aplicaciones móviles y televisivas oficiales.
  • Propuesta exclusiva: Por Internet muchos han corrido a decir que es la primera vez en la historia que se hace algo como esto en televisión. Y lo cierto es que, como ya he explicado en su día, es mentira. HBO ya tiene desde hace tiempo obras de este estilo en su catálogo, e incluso Netflix había tanteado antes la interactividad con varias producciones enfocadas a los niños. Pero claro, hasta ahora no teníamos algo tan mediático como Black Mirror y en una plataforma tan mundial como es Netflix.

La estructura interactiva y el desarrollo de la metanarrativa

Pero si tengo que señalar algo que de verdad me motiva a escribir estas palabras es, sin duda, el cómo han dirigido la trama para adaptarla al formato de interactividad.


Para un servidor, que le encanta probar diferentes caminos, lo que hemos visto en Netflix es el ejemplo perfecto de metanarrativa a la que los jugones estamos más que acostumbrados.

La historia empieza ofreciendo alguna que otra toma de decisión al espectador puramente banal (qué cereales debería tomar, qué música me pongo en el casette…) a modo de tutorial, para que nos acostumbremos a la interfaz (mientras la escena continua, tienes 10 segundos para decidirte por una de las opciones que aparecen en el margen inferior de la pantalla, con una cuenta atrás visual que se va apagando y una banda sonora que va aumentando sutilmente en intensidad).

Y a medida que la trama avanza, va incluyendo mecánicas más complejas. Al principio, puramente toma de decisión en caminos de elige tu propia aventura (si haces esto, la historia tirará por aquí, si haces esto otro, tirará por allá). Puesto que por limitaciones del propio género es necesario y recomendable para mantener el interés que el espectador sienta que va evolucionando, el sistema se cubre de espanto con muy pocos bucles (momentos en los que no te va a quedar otra que tomar la otra decisión), y para ello hace uso de técnicas de sugestión mediática tradicionales en el mundo del videojuego (ese personaje que con su guión nos empuja a tomar una decisión X, ese otro que mira casualmente en la dirección de la decisión que el sistema quiere que tomemos, esas decisiones que no afectan realmente a la trama…).

Es además obligatorio pasar por alguno de estos bucles para que el protagonista se de cuenta de la manipulación del espectador, y entonces, entrar en la serie de tramas que nos llevarán a concluir la historia con alguno de los finales principales.

En el intento de hace un rato para sacar algunas fotos me he dado cuenta de que las opciones que me daba en alguna escena están supeditadas a que previamente hayas pasado por otras escenas y que por tanto previamente hayas fallado. Un aprendizaje basado en la prueba/error tan clásico del mundo de los videojuegos, que por supuesto en la historia hacen referencia explícita para que, de nuevo, el espectador le pierda miedo a eso de acabar prematuramente la historia (al menos deberás fracasar dos o tres veces antes de llegar al final de la pieza), ya que así se nos abrirán nuevos caminos a explorar.

Para que esto no resulte pesado, por cierto, la obra acude a hacer resúmenes cada vez que salimos de un bucle, de forma que volver atrás no significa tener que volver a ver todo nuevamente, sino las partes que son estrictamente necesarias para reconducir la historia. A sabiendas, como ya he dicho, que el equivocarse hace que la trama evolucione, abriendo las posibilidades y por supuesto plasmando este hecho en escenas anteriores que ahora se han modificado sutil o drásticamente.

En última instancia, me ha explotado la cabeza cómo ya entrados en los momentos cumbre de la obra, la toma de decisión pasa a ofrecer al espectador una jugabilidad más allá de A o B. Tendremos que descubrir qué contraseña tiene una caja fuerte, e incluso cuál es el número de teléfono que el protagonista debe marcar para llamar a su psiquiatra.


El resultado final es un producto que funciona. De una sentada, es bastante probable que el espectador vea dos o tres finales antes de divisar los créditos finales. Lo raro sé que es lo mío, que he estado forzando la máquina para caer en bucles y ver cómo se comportaba el sistema.

Black Mirror lo ha vuelto a hacer. Una de mis series favoritas, y un ejemplo que probablemente acabe volviéndose la norma.

A fin de cuentas, los formatos en streaming ofrecen ya estas posibilidades, ahí donde el cine y la televisión tradicionales no lo ofrecían.

A fin de cuentas, la audiencia estamos ya más acostumbrados a ser partícipes de la historia. No meros espectadores de la misma.

O al menos, eso es lo que creemos…

Por cierto, para los fans aférrimos de las campañas de marketing bien orquestadas, que sepáis que los chicos de Netflix han creado la página web de Tuckersoft (EN), la supuesta empresa donde trabaja el protagonista, con un recopilatorio de los juegos que han sacado. Una oda a las páginas de los años 80-90.

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