Ya quedó atrás la época de esa Microsoft con Ballmer a la cabeza operando como una corporación (en su sentido más oscuro). La Microsoft de Nadella lleva unos cuantos años siendo ejemplo a seguir en cuanto a apertura (de miras, pero incluso también de ecosistema) y focus en el usuario.
Que de seguro el haber perdido el liderazgo del que antes gozaban les ha puesto los pies en el suelo. Una compañía que en varios frentes ha decidido mirar hacia delante, y no solo al ombligo, centrando esfuerzos en la próxima revolución (que ya está por aquí): la de la inteligencia artificial.
De ahí que la Microsoft actual sea, sobre todo, una empresa B2B. Que sí, que los usuarios a pie de calle también utilizamos sus servicios (ojo, servicios, que no productos), pero donde está la chicha para el gigante de Redmond es en el mundo corporativo. Justo, fíjate tú, en la misma situación que estuvo en su día su antigua competencia, IBM.
En el mercado corporativo, eso sí, Microsoft es ama y señora. Ya no solo por tradición, sino también porque no hay ninguna otra compañía capaz de ofrecer tantísimo catálogo y a tal nivel.
- Amazon Web Services es probablemente el cloud más utilizado del mundo… Pero Amazon no tiene un sistema operativo ni un ecosistema de apps ofimáticas a la altura.
- Y con Google pasa lo mismo. Son la referencia en cuanto a servicios… Pero su cloud y su sistema operativo no es rival para Azure y Windows.
Así, poco a poco vemos cómo la Microsoft actual acapara de nuevo mayor control, aunque sea en esos entornos más alejados del usuario final.
Quería hablar en esta pieza de dos movimientos recientes que atestiguan esta paulatina centralización, y el impacto potencialmente nocivo que pueda tener a futuro.
De 5 a 4 grandes desarrolladoras
En el mundo videojuergil hay, así por resumir, cinco grandes agentes: Nintendo, Microsoft, Sony, Bethesda y EA.
O mejor dicho, había. Porque como ya explicamos por aquí, Microsoft ha comprado Bethesda (ES) por la nada despreciable cifra de 7.500 millones en un movimiento que difícilmente podría estar mejor orquestado: su anuncio se hizo un día antes de salir en preventa su consola de nueva generación.
Es más, un servidor, que era como ya comenté de los indecisos, al final les ha seguido el juego y ya tengo reservada la Xbox Series X. La compra de Bethesda (es decir, de los 5 grandes estudios que forman la firma) ha sido el catalizador para que un servidor y de seguro varios miles más de indecisos nos subamos al carro de la Xbox.
Decía que el movimiento no podía estar mejor orquestado, y es que de nuevo Microsoft en el sector de los videojuegos es probablemente el tercer player, con una Sony que al menos en las últimas dos generaciones ha sido el referente de las consolas de escritorio, y una Nintendo que va a su rollo (un rollo que le sigue funcionando genial).
Esta última generación, ya con Phil Spencer a la cabeza, quedó claro que Microsoft daba por perdida la generación para centrarse en la que entrará a finales de 2020. Una generación perdida en la que los esfuerzos de Redmond han virado hacia el streaming de contenido mediante suscripción. Es decir, en ese Game Pass que es de lejos lo más cercano que tenemos en la industria al Netflix de los videojuegos.
Con un precio por título que se avecina rondará los 80 euros en los triple A, de pronto pagar 14 euros al mes por acceder a un catálogo que está continuamente actualizándose, y con lanzamientos disponibles desde el día 1, parece la jugada ganadora.
Más si cabe teniendo en cuenta que compite contra:
- Una Nintendo que juega su propio partido: Ya sabes, es el Apple de la industria de los videojuegos. No tienen (ni a priori necesitan) competir con el resto. Al menos no por ahora.
- Una Sony empeñada (únicamente) en los exclusivos: Algo por otro lado totalmente lógico. A fin de cuentas, les ha funcionado con la Play 3 y la 4. Pero que me parece es pan para hoy, hambre para mañana. La Play5 seguirá vendiendo como churros, y probablemente por delante todavía de la Xbox. Pero habrá que ver qué pasa cuando dentro de ocho años haya relevo generacional y a los que ya nos hemos acostumbrado a pagar por servicio y no por producto se nos junten todos aquellos a los que la propuesta de Microsoft haya ido calando…
A lo que voy con todo esto es que, de pronto, Microsoft se ha anotado un tanto comprando una de las principales firmas de la industria. 5 estudios que pasan a formar parte de esos 23 first party que sí, en principio sacarán juegos incluso en el ecosistema de la competencia (recuerda, apertura de miras, vista al futuro), pero que endulzan un poco más al Game Pass, aunque hoy por hoy claramente no esté dando beneficios.
Un movimiento a largo plazo que incluso aunque acabase demostrándose ser un error (ya te digo que lo dudo mucho, es el camino a seguir), habrá servido para, nuevamente, hacerse con un trozo de pastel bastante importante. Esos 5 estudios que podrían perfectamente el día de mañana si la estrategia del Game Pass no sale rentable centrarse a sacar juegos exclusivos y dejar con ello tocada a Sony.
Exclusividad de GPT-3
Y del mundo de los videojuegos vuelvo al de la inteligencia artificial.
Estos días Microsoft anunciaba (EN) que pasaría a tener derecho exclusivo para usar GPT-3, la inteligencia artificial del momento, en sus desarrollos.
¿Significa esto que se cierra el grifo a su API para terceros? Pues no. Quien esté interesado podrá seguir lanzándole preguntas y jugando con ella, pero Microsoft se reserva el derecho de poder incrustar, reutilizar o modificar el modelo a su gusto y en sus propios desarrollos.
Es decir, que una tecnología que nació precisamente con el objetivo de ser abierta, pasa a privatizarse, de nuevo por el peso que tiene el tener una cartera tan abultada como la de Redmond.
Lo explicaban con mucho acierto el MIT Technology Review (ES) recientemente:
OpenAI se fundó originalmente como una organización sin ánimo de lucro y recaudó sus primeros casi 1.000 millones de euros bajo la premisa de que se dedicaría a la inteligencia artificial (IA) en beneficio de la humanidad. Afirmó que sería independiente de los incentivos financieros lucrativos y, por lo tanto, mantendría una posición ejemplar para orientar la tecnología hacia el mejor interés de la sociedad.
Pero a principios de 2019, generó controversia cuando decidió no lanzar el predecesor de GPT-3, GPT-2, y poco después rompió su estado puro sin ánimo de lucro para crear una sección lucrativa. En ese momento, muchos especularon que parte del motivo de la organización para retener GPT-2 podría ser preservar la posibilidad de patentar el modelo en el futuro. En julio de 2019, OpenAI aceptó su segunda inversión de otros casi 1.000 millones de euros de Microsoft (dividida entre efectivo y créditos a Azure, la plataforma de computación en la nube de Microsoft).
De hecho, en los meses posteriores a la inversión de Microsoft, los mensajes del CEO de OpenAI, Sam Altman, comenzaron a enfatizar la necesidad de comercializar sus tecnologías para seguir apoyando su trabajo. Las últimas noticias ahora confirman la transformación de OpenAI. Es probable que GPT-3 no sea el único modelo al que Microsoft tendrá acceso en exclusiva; es solo el primero.
El riesgo de la centralización de las tripas tecnológicas
Que son de esas noticias que no acaparan titulares, pero su corolario va a tener un impacto más que considerable a largo plazo para la evolución tecnológica.
Si, de pronto, Azure se vuelve el estándar de cloud computing. Si, de pronto, Windows sigue siendo el sistema operativo por defecto. Si, de pronto, Office es la base de cualquier ecosistema de herramientas de trabajo profesional. Si cada vez más parte de la industria del videjuego depende de los de Redmond. Y sí, como estamos viendo, los modelos de inteligencia artificial más potentes están en manos nuevamente de Microsoft.
Que puede que al final el usuario navege desde Chrome con su Android o juegue desde la Play o la Switch.
Da exactamente lo mismo, porque las tripas de todas estas interfaces acaban en manos de las de siempre. Sea Microsoft, sea Samsung por ejemplo en cuanto a procesadores y pantallas, sea la que toque en cada caso.
Es esto lo que hace a un negocio prosperar y mantenerse tanto tiempo en alto. No ser el primero, al que todas las miradas apuntan, sino mantenerse en un discreto segundo o tercer puesto, pero controlando toda la base de la cadena de suministro informacional de sus competidores.
Buenas noticias para Microsoft, que está haciendo las cosas muy bien. Lo que no tengo claro es que sean grandes noticias para la industria.
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