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Nuevamente hay movimiento tecnológico debido a la decisión de Europa de legislar contra las grandes empresas.
A las puertas de la futura realidad donde cualquier dispositivo tecnológico deba poder cargare con USBs de Tipo C. Algo de lo que ya me he pronunciado en su día, y que sobre todo carga contra esa Apple obcecada en crear para todo componentes propietarios, el Parlamento Europeo parece haber llegado a un acuerdo (EN) sobre otro de esos temas que lleva años sobre la mesa: Ofrecer baterías de smartphones intercambiables por el propio usuario.
Sobre esto último, he leído un poco de todo. Desde aquellos que aseguran que la futura ley obligará a volver a los tiempos en los que simplemente con tu uña podías abrir el terminal y quitar la batería, hasta otros que le vaticinan un futuro muy escaso, amparados en el freno que potencialmente supondría a nivel de innovación, prestaciones y autonomía de nuestros dispositivos.
Para variar, un servidor se encuentra en un punto medio.
Uno en el que entiendo que quizás, esa ambigua respuesta del Parlamento a la hora de señalar que las baterías deben ser reemplazables “sin herramienta, con una herramienta o juego de herramientas que se suministra con el producto o repuesto, o con herramientas básicas” parece apuntar más hacia que, en efecto, cualquiera de nosotros con las ganas suficientes podremos colocarnos delante del smartphone, con una batería de repuesto, y siguiendo una guía que debe estar publicada en la página del fabricante (o ya puestos, un vídeo de Youtube), deberíamos poder, con algo de mañana y TIEMPO, cambiar nosotros mismos la batería sin que esto suponga una pérdida de la garantía. Haciéndolo además con una serie de herramientas que, o bien son universales (esto es, que el smarpthone use tornillos o piezas externas de ámbigo global y genérico, presentes en todo caso en cualquier ferretería de barrio), o que el fabricante incluya la o las herramientas oportunas para facilitarte el acceso a la batería al usuario en la propia caja de compra.
La medida afecta por supuesto a todos los fabricantes actuales, ya que desde esos primeros años de la primera década donde lo habitual era que todos los smartphones tuvieran batería extraíble, pasamos casi de la noche a la mañana al paradigma contrario: Hoy en día no hay en el mercado casi ningún smartphone que permita de una manera sencilla acceder a la batería.
Pero afecta, nuevamente, de forma más intensa a Apple. Una compañía que desde el principio se negó a ofrecer baterías reemplazables en sus terminales, y que con la excusa (matizaré esto más adelante) de la innovación, ha ido sistemáticamente complicando aún más el acceso y reemplazo de la batería.
LO QUE SUPONDRÍA UN HIPOTÉTICO FUTURO DE SMARTPHONES CON BATERÍAS REEMPLAZABLES
Llegados a este punto, me toca hacer de abogado del diablo, y es que si bien con el tema del USB tipo C el movimiento me parecía totalmente lógico y necesario, con este sí hay más matices a considerar.
Presuponiendo que, en efecto, los legisladores europeos no estén locos (no suelen estarlo, o al menos sus asesores no lo suelen estar) y exijan el poder intercambiar baterías en caliente (vamos, lo típico de que mi móvil se está quedando sin batería, así que lo abro en cualquier lado y se la cambio por otra), el escenario más probable es, como decía, el que esto se pueda hacer, pero asumiendo que necesitaremos una superficie y un tiempo considerable para hacer el cambio, relegándolo por tanto hacia el escenario que a mi forma de ver tiene más sentido: cuando el ciclo de vida de la batería empieza a generar molestia.
De hecho, hoy en día es esta la principal razón para cambiar de smartphone que muchos tenemos.
Sin ir más lejos, mi actual móvil, el Pixel 5, funciona genial si no fuera porque soy consciente de que un día entero fuera de casa hace que me quede sin batería antes de tiempo. Y ya ni hablemos si tengo reuniones o estoy de evento, donde fácilmente puedo acabar necesitando cargarlo hasta dos veces para llegar bien a la noche.
En estas circunstancias, muchos optamos por acompañar esas salidas con una batería externa, y darle algún que otro chute cuando así lo necesitamos.
Eso, o como es mi caso, valorar si me animo a comprar el Pixel 7 o el 7a, o me espero unos meses más a ver si acaba cayendo el 8.
Pero recalco que la única razón de peso real (quitando el resto de funcionalidades extra, ya sabes) que tenemos muchos para cambiar de smarphone es la batería. El componente de hardware que menos esperanza de vida tiene hoy en día en nuestro smartphone.
Así pues, parece lógico pensar que un escenario donde podamos cambiarle la batería cuando esta empiece a dar problemas es muchísimo más sensible con los intereses del usuario, y en parte es cierto.
Ahora bien (y aquí empiezo a ser el abogado del diablo), estamos asumiendo por tanto que:
- La batería debe estar separada del resto de componentes, y tener una forma más rectangular: Lo que significa, por un lado, no aprovechar tanto el espacio disponible en el interior del smartphone, y por tanto, perder parte de la autonomía que ofrecen actualmente los smartphones (o bien, aumentar ligeramente el grosor medio de los mismos).
- Además, debe ser de fácil reemplazo: Lo que quiere decir que no debe estar pegada al resto de circuitería. Algo hoy en día totalmente normal (Apple de hecho es de las que más pegamento usa en la industria), y que supone, por tanto, asumir potenciales riesgos futuros de vibraciones internas que puedan comprometer el resto de componentes.
- Y la carcasa debe poder abrirse de una manera “natural” para el usuario: Ergo, menor capacidad de aislamiento, lo que potencialmente repercutiría en un menor nivel de protección frente a líquidos y polvo.
De hecho, fíjate que esto tira por tierra la tendencia actual de la industria en pos a abandonar cualquier puerto expuesto en el dispositivo y apostar por la carga y conexiones inalámbricas para todo. Por el simple motivo de que cualquier abertura es, en esencia, un potencial riesgo para el resto de componentes.
No hablo de ese potencial retroceso a nivel de innovación que achacan algunos, porque, de hecho, algunas limitaciones lo que hacen es justo lo contrario: fomentar la innovación y que juntos lleguemos a un ecosistema tecnológico mejor. Uno que ya tiene fecha de llegada, más que nada porque la ley entrará en vigor en septiembre, y se espera que se dé de margen a los fabricantes un año y medio para cumplirla si quieren seguir vendiendo terminales en Europa.
Junto con la medida, por cierto, algunos acercamientos que han llamado menos la atención mediática pero que me parecen incluso más importantes, como es el hecho de que se exigirá que las baterías futuras mantengan al menos el 83% de su capacidad de carga después de quinientos ciclos completos gastados, y el 80% después de mil ciclos, lo que en teoría debería forzar a que se alargue esa autonomía media actual hasta los cinco años de uso, frente a los 3/4 actuales.
Va a ser interesante volver a este artículo dentro de dos años para ver en qué ha quedado la cosa :D.
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