periodico


Esto que ve en la imagen que acompaña a estas palabras es un «periódico de papel».

Es como un periódico digital, lo único que una vez impreso, ya no se actualiza. Lo usaban antaño (¡sic!) para estar informados, en aquella época en la que no existía Twitter y que para hacer trabajos, en vez de consultar la wikipedia, te ibas a unos lugares físicos llamados «bibliotecas» donde tenías estanterías enteras de libros (no como los de Amazon, que estos también eran de papel) categorizados por temática. Y en vez de un buscador, «usabas» al recepcionista…

Pues bien, la cuestión es que todos los periódicos tienen (o tenían, vaya) una línea editorial marcada, normalmente prefijada por las compañías, organizaciones, lobbies y partidos políticos que dan de comer a sus trabajadores.

Era/Es algo que todos aceptamos como norma, y que de hecho, sigue siendo apreciado por buena parte de la sociedad, ya que cuando comprabas un periódico, sabías que la información que te iba a dar iba a estar acorde con tu forma de pensar. Que no te ibas a enfrentar a una realidad molesta, vaya. Simplemente te ponías a leer mientras tomabas el café/colacao, y disfrutabas del tratamiento de la realidad que a ti, como lector progresista/moderado, querías consumir.

Entonces llegan las redes sociales, y todo se va al cuerno.

Esas armas del demonio decidieron anteponer la neutralidad por encima de la comodidad de una línea editorial marcada, pese a que en efecto, eran también agregadores de contenido.

O mejor dicho, la idea era marcar la línea editorial del contenido que cada usuario consume según la afinidad que tiene ese contenido en el resto de sus amigos/followers, y en las acciones que la plataforma es capaz de cuantificar del uso que le da el propio usuario (acciones de apoyo o de rechazo a X contenido, tiempo de consumo, posición del ratón o los dedos, historial de comparticiones,…).


Y en esa nueva etapa dorada (y molesta) en el que el usuario tiene que enfrentarse alguna que otra vez a contenido que le hace pensar, surge un nuevo halo de esperanza.

Los algoritmos que rigen qué consumimos y qué no, están, afortunadamente, creados por trabajadores que tendrán una mentalidad X, y que como comentamos en su día, aunque sea a nivel puramente inconsciente, trasladan a sus creaciones, volviendo al algoritmo racista, cuando no simplemente no neutral.

Eso siempre y cuando podamos considerar que no hay en verdad interés en redirigir la conducta de, digamos, 1700 millones de usuarios (vamos, un buen puñado de ciudadanos del mundo), como quizás esté ocurriendo en Facebook, a la vista del artículo que esta semana publicaba Gizmodo (EN).

¿Tiene Facebook una línea editorial progresista?

Eso es lo que al menos alguno de los trabajadores (anónimos, claro está) de la compañía denunciaron al medio anteriormente citado.

Según su supuesta y fidedigna palabra (ya no solo tengo que confiar en que en verdad esos trabajadores sean trabajadores de FB y no renegados, sino también que en efecto Gizmodo, como buen medio que se precie, no haya «editorializado» a su manera el asunto), la red social ha marcado en más de una ocasión contenido considerado de filosofía moderada o conservadora como intrascendente, favoreciendo así el contenido con un carácter más progresista.

Por supuesto, no han pasado más de unas horas hasta que la propia compañía realizara un comunicado en TheVerge (EN) desmintiendo absolutamente la nota de Gizmodo y presuponiendo, ya a nivel personal (EN), que los supuestos trabajadores anónimos son falsos.

Pero el daño está ya hecho, y por aquí me gustaría dedicarle unas palabras al asunto.


¿Tiene Facebook una línea editorial progresista?

Pues sinceramente, creo que a grosso modo podría tenerla.

¿La tiene porque en efecto en su política interna está así definida?

Estoy casi seguro que no.

¿De dónde sale entonces?

Del propio peso social. Me explico.

Todos somos humanos

Mal que le pese a Zuckerberg, sus trabajadores son seres humanos.


Además, la compañía, quiera o no, atraerá con un mayor porcentaje a trabajadores de generaciones más jóvenes, más afines a las nuevas tecnologías, y por ende, al cambio.

Casualmente, un target generalmente asociado a caracteres progresistas.

Que este grupo de trabajadores, que me atrevería a asegurar que son amplia mayoría dentro de sus oficinas, están incumpliendo taxativamente la política de neutralidad de la empresa, o peor aún, que éstos estén aplicando al dedillo una suerte de interés personal de su fundador (o de la propia compañía) por redirigir a la sociedad a un entorno más progresista, lo veo completamente absurdo.

Lo que seguramente esté pasando es que esas personas, que son mayoría en la compañía, y salvando muy contados casos (que haberlos, habrálos tanto de uno como de otro lado) con la jeta suficiente para hacerlo de forma interesada, están dejando inconscientemente su impronta en su labor, sea con el desarrollo de unos algoritmos que quizás estén más lateralizados hacia un lado que hacia otro, sea con la aplicación de una política de bloqueo de contenido que simpatice ligeramente más con unos que con otros.

Es por tanto un mal (o un bien, según se mire) propio de nuestra propia especie, que afecta a todos los sectores y organizaciones por igual, que se agrava en este caso debido a que estamos ante un escenario del que se espera neutralidad absoluta (muy, pero que muy difícil de hallar), y en el que interfiere el ser humano (un ser profundamente subjetivo, y de paso, ilógico por naturaleza).

Dudo mucho, muchísimo, que Facebook esté interesado en el control masivo. Al menos más allá de su conflictivo uso de los datos que gentilmente le suministramos. Al menos, más allá de esos acercamientos, siempre desde el plano supuestamente académico, con el que en alguna que otra ocasión nos ha sorprendido.

Pero la duda queda en el aire, porque está claro que un «periódico» como Facebook, el cual leen 1700 millones de personas, es una perita en dulce para las ansias  expansionistas de cualquier aspirante a dictador que se precie.

Sea progresista o conservador, por cierto.