no estas solo


Este artículo te lo escribo precisamente a tí, que te levantas cada mañana para ir a clase/al trabajo, y sientes que algo va mal.

Son pequeñas cosas, y la mayoría pasan desapercibidas. Quizás aquella conversación que se repite una y otra vez. Tus padres, la pareja, tu círculo cercano, te hostiga a ser una persona de provecho.

Y ser una persona de provecho es estudiar una carrera (los FP ni siquiera cuentan). Y es tener éxito profesional, cobrando cada vez más y ascendiendo en pirámides corporativas. Y es tener éxito personal, que se traduce en tener pareja y descendencia.

Quizás incluso el problema venga del entorno que te rodea. Llevas ya unos meses en el paro, y aunque buscas trabajo, la cosa sigue sin llegar. Pero en los medios de comunicación no paran de decir que hemos salido de la crisis (¿de dónde viene la crisis, por cierto?), y te instan a que emprendas, porque los emprendedores (y más si tienen un eje tecnológico) son los nuevos héroes de la sociedad.

O quizás ya seas emprendedor, tengas un producto que crees innovador, y te hayas dado cuenta que que eso de picar cada 6 meses en la puerta de un nuevo fondo de inversión, de una nueva aceleradora, para llegar si eso a los 800 euros mensuales, no va contigo.

El éxito social es precisamente ese. El que de puertas a fuera todo parezca que te va genial. Estás estudiando medicina. O has creado una startup y ya tienes dos mil usuarios. O tienes la suerte de estar dentro de una gran empresa, con un sueldo más que decente y unas perspectivas laborales a considerar.

Pero por dentro, quizás estés hecho mierda.


Esa carrera que has elegido no te aporta nada. Cada día, vas a clase, preguntándote el por qué. Tus compañeros te miraron raro cuando se lo planteaste aquella vez en la cafetería. Porque solo se lo has planteado una vez, no vaya a ser que te acaben por apartar del grupo. La gente a tu alrededor parece tan feliz…

Ese trabajo tan bien pagado, te obliga a estar en la oficina de sol a sol. Tus hijos están con tus padres, ya que tu pareja tiene un horario prácticamente semejante. Y es raro el fin de semana que no te lleves trabajo a casa. Tampoco puedes comentarlo con tu equipo, quitando alguna que otra queja “socialmente aceptada” (ya sabes, el clásico “¡Vaya día llevamos!” o el “¡Qué ganas de que lleve el viernes!”), porque ellos, aunque quizás nunca se hayan preguntado los motivos, buscan seguir subiendo en la cadena tanto como tú. Todos parecen tan felices…

Esa startup, o esa consultora que con tu sudor y lágrimas has sacado adelante, te obliga a estar 24/7 disponible. Si te pones malo un día es un drama. Se cae el cielo. Entras en un nuevo programa de mentoring, y te pasas de los seis meses que dura el programa, tres preparando el camino para enganchar con el siguiente. Porque crees en tu producto, y porque ves que los usuarios van llegando, aunque no haya modelo de negocio rentable todavía. Y todo para malvivir, porque de éxito social, lamentablemente, no se vive.

Te cuento todo esto, y lo hago tuteándote, para que te quede claro que NO estás solo. Que aunque parezca que no hay salida. Aunque creas que la salida es todavía peor, todo es una falacia.

El reconocimiento social (y la presión a la que sometemos aquellos que no siguen la norma) es una de las herramientas de adoctrinamiento más efectivas que hemos creado como sociedad. A quien se separa del rebaño, se le presiona para que vuelva. Pero en cambio la mayoría aplaude su decisión, pese a que ellos jamás la llevarían a cabo.

Hablamos, claro está, del doblepensar que Orwell definía en su obra. Vemos algo que todos sabemos que está bien (por ejemplo, decidir dejar una carrera prometedora por otra con peores perspectivas pero que te hace feliz), pero lo señalamos como incorrecto, ya que atenta contra el principio de bienestar (del estado permanentemente estable) que rige nuestra realidad.

Un doblepensar que nos lleva a tomar las peores decisiones de nuestra vida, pese a que somos conscientes de que las estamos tomando, influenciados por el resto de conocidos, que también, aunque quizás no se lo hayan planteado aún, lo sienten por igual.


¿Por qué no romper con todo y disfrutar de la vida haciendo aquello que más te gusta? Porque estamos educados para desterrar esas ideas que harían peligrar el sistema. Que harían peligrar la supervivencia y estabilidad del colectivo. Porque al hacerlo, incluiríamos una pizca extra de caos, algo pernicioso cuando se espera que el resultado sea estable en el tiempo. Porque la mano de obra NO debe pensar.

¿Has fracasado en tu vida? Enhorabuena. Ya no solo porque el fracaso, pese a lo que te hayan enseñado, te ayudará a crecer como persona y como profesional, sino que además es posible que haya sido la razón de que de pronto, te dieras cuenta de La Gran Mentira.

No hace falta seguir el camino de todos para llegar a donde todos queremos llegar. Es más, habitualmente, la mejor forma de alcanzarlo es tomar esos atajos que el sistema teme que alguien tome.

Y de nuevo llegamos a un doblepensar, en el que vemos cómo grandes genios de la historia obtuvieron un éxito profesional y social (es decir, éxito dentro de este círculo vicioso) precisamente por hackear el sistema. En cambio, y aunque nos gustaría llegar a ser como ellos, decidimos individuo tras individuo, persona tras persona, seguir exactamente los mismos pasos que todos los anteriores han seguido, y que no les ha llevado a ninguna parte.

No necesitas una carrera para ser una persona de provecho, como tampoco es necesario un trabajo en una gran empresa o tener el título profesional del momento (empresario, CEO, emprendedor,…). Ni siquiera ganar mucho dinero, ni montar una familia y tener descendencia. Simplemente necesitas ser feliz.

Lo que tenemos que hacer es buscar nuestro sitio en la vida. Y quizás el tuyo pase por ser un nómada digital, o montar un chiringuito en la playa. O sí, tener una familia con descendencia. Pero será entonces tu decisión, y no una decisión autoimpuesta.

Y quizás entonces te de por utilizar las herramientas a tu alrededor para buscar personas en tu misma situación. Individuos que en algún momento se han dado cuenta de que algo iba mal, y frente a todo pronóstico, han decidido “salirse” del sistema.


Porque te aseguro que te va a sorprender la cantidad de personas que viven, en mayor o menor medida, fuera de las impositivas leyes que rigen el estado de bienestar.

Cosas pequeñas, como decíamos al principio, pero que son justo aquellas que dan sentido a la vida.

Así que aprovecha que has llegado a este artículo y comparte tu punto de vista sobre aquello que te preocupa. Estoy seguro que alguien de la comunidad estará en tu misma situación.

Es curioso, pero desde fuera, los problemas parece que tienen una solución mucho más sencilla que cuando quien los sufre eres tú.

NO estás solo. Somos muchos, créeme. No tienes más que comprobarlo.

 

P.D.: Con esto no estoy haciendo apología de que la educación y el trabajo son nocivos para el individuo. Son parte del sistema, y como tal, tenemos que saber aprovecharnos de sus beneficios y entender que entrañan unos riesgos. La educación reglada cumple un papel decisivo en nuestra sociedad. Y es papel nuestro el saber sacarle su jugo si queremos tirar por esa vía, sin caer en el engaño de que es la única vía aceptable. Pasaría lo mismo con el emprendimiento o con el trabajo a cuenta ajena. Simplemente decide tú si esto está hecho para tí o no.