crisis refugiados siria


El día que Facebook anuncia la llegada de una versión «empática» de ese ampliamente pedido «No Me Gusta« (y sobre lo que quizás me anime a hablar uno de esos días), la noticia que me fuerza a escribir sobre la Red Social no es esa, sino otra muy distinta.

Me refiero a esa moneda de doble cara que esgrime el mundo virtual, sacando lo mejor y lo peor de cada uno en acontecimientos tan trágicos como los que están viviendo todos esos refugiados sirios.

Existe una verdadera batalla que se libra en la red, y que afecta, y de qué manera, al porvenir de muchas de estas familias.

Un fiel ejemplo de la gratuidad a la que la sociedad es capaz de llegar, para bien y para mal.

RRSS como altavoz de una sociedad más justa

Y empiezo con la parte buena, para que no me tache de pesimista.

Lo comentaba a finales de la semana pasada a tenor de esa evolución de la información digital hacia algo sin duda más dependiente de estímulos sociales que corporativos o tecnológicos.

Internet se ha vuelto un páramo donde la información viaja según el pulso de la sociedad, y no de la plataforma que supuestamente controla ese contenido. Y es una tendencia que quizás acabe por marcar el rumbo de todo el negocio basado en la intermediación hacia un escenario de democratización realmente efectiva, donde sea el usuario el que controla el acceso y ciclo de vida de esos datos y no un tercero.


Bajo este paradigma, veíamos cómo la trágica imagen de un niño sirio tomada por un improvisado fotógrafo ha puesto de pronto la situación siria en el centro del ojo público. Una guerra que recordemos, lleva 3 años en pie, pese a que nadie hablara(mos) de ella.

Desde entonces, las redes sociales son un hervidero de debates, en una suerte de barra del bar donde lo que se lleva es más posicionarse que tomar acción en el asunto. Ese mismo activismo de gatillo fácil, de click, que ofrece la dosis justa de placebo (un coste prácticamente nulo a cambio de los beneficios sociales de ser partícipe de un movimiento), y que termina, habitualmente, por no servir para nada (más que para el Yo que queremos transmitir a nuestros círculos).

Y sin embargo, entre ese grueso de palabrería insulsa y clicks mediados por el botón público de turno, surgen movimientos tan interesantes como la creación de mapas de minas en los territorios croatas, que viajan de dispositivo en dispositivo gracias a páginas de Facebook como Dear refugees: Welcome to Croatia (EN), en respuesta a esa Hungría recelosa de su patriotismo, y habida cuenta de esa Croacia que se posiciona como alternativa en el peregrinaje de todos esos refugiados.

Las redes sociales sirven entonces de plataforma para avisar sobre los caminos menos controlados por la policía fronteriza, y como en este caso, para aprovechar la inteligencia colectiva y elaborar mapas que señalen donde están los campos de minas anti-persona abandonados tras la guerra.

Las manifestaciones, y las organizaciones pro-derechos de los refugiados son otro ejemplo de cómo el entorno social digital sirve de amplificador para la buena voluntad de los ciudadanos.

Protestas ciudadanas movilizadas gracias a las redes sociales que han forzado a tomar parte en el asunto a esa élite política, en algunos casos, como el español, aterrorizados por los posibles terroristas que vengan ocultos entre los refugiados. En Islandia se plantean abrir nuevamente las fronteras después de la carta al primer ministro firmada digitalmente por 17.000 ciudadanos (EN). 55 Ayuntamientos de España acogerán a refugiados, como mostraba ElPais en un mapa reciente (ES). Y esto es solo el principio.

Desde ese convoy Austríaco (EN) que pretende traer tantos sirios como pueda, hasta la creación de auténticas plataformas de apadrinaje y cesión de habitaciones al más puro estilo Airbnb que la asociación alemana Refugees Welcome (EN) ha creado para este cometido.


Ver en Youtube (DE)

Incluso webs como fluchthelfer.in (EN), que ofrece una amalgama de consejos para todos aquellos interesados en trasladar clandestinamente refugiados a territorio europeo.

Todo por canalizar el sufrimiento de nuestros vecinos. Todo gracias a la democratización, inmediatez y ubicuidad del entorno digital.

El fraude y el maquiavélico negocio del «facilitador»

Y donde hay necesidad, siempre surge el negocio.

Proliferan como la espuma páginas de Facebook que ofrecen ayudar a escapar del terror por un módico precio. Hay para todos los gustos, y casi todos los bolsillos:

“En el bazar digital de los desesperados es posible comprar todo lo necesario para empezar una nueva vida lejos de las bombas. La oferta es muy variada. El cliente puede elegir viajar por tierra, mar o aire, según su presupuesto. Cuanto más barato, más peligroso y más probabilidades de morir ahogado. En total, 2.748 personas han muerto o desaparecido en lo que va de año tratando de cruzar el Mediterráneo. La oferta varía desde un bote de goma lleno de refugiados hasta un asiento de avión directo a Estocolmo o París con un pasaporte falso. Los niños viajan a mitad de precio. Todo aparece detallado en la pantalla, hasta los números de teléfono de los contrabandistas, en árabe y a golpe de clic” – ElPaís (ES)


Desde botes de plástico que han de enfrentarse a la intemperie del Mediterráneo, hasta vuelos con pasaporte falso.

Los niños menores de 4 años cuestan la mitad. Los de 2 salen gratis. Cruzar en coche desde Turquía a Salónica, y dos horas de viaje en pie, 2.500 euros por cabeza. Hasta Bulgaria, 1.500 euros.

Como ocurre en cualquier industria del crimen, hay servicio al cliente, y no resulta curioso que estas páginas sirvan de improvisado muro de lamentos y peticiones. Sin acceso a información oficial, los sirios más desesperados entran en Facebook mediante SMS, y preguntan cuál es la nación europea que está acogiendo más refugiados. Otro avisa de que esa página es un fraude. Da lo mismo, la necesidad manda…

El CTA de estas páginas suelen ofrecer un número de teléfono. Se paga en efectivo, por supuesto, y el marketing opera a los niveles de cualquier negocio lícito, pero sin las limitaciones éticas y legislativas de este.

Tienen presencia ahí donde sus potenciales clientes están (tanto offline como online), y existen ofertas de última hora. También sección de testimonios, con todos esos sirios que han llegado sanos y a salvo a la tierra prometida. Porque todos llegan, ¿verdad?

El contenido es el rey, y estas páginas se afanan en generar contenido de valor: Desde las últimas noticias del estado de la guerra, pasando por recomendaciones para sobrevivir «al viaje de tu vida», hasta las condiciones atmosféricas y marítimas actualizadas cada hora.

[Tweet «La mejor y la peor cara de la crisis digital de los refugiados sirios: apoyo y tráfico de personas»]

La tecnología como herramienta para los propósitos más deshonestos de la sociedad: el tráfico de personas.

Todo bajo una plataforma que se jacta de ofrecer lo mejor para el usuario. No, no estamos hablando de una página de TOR, sino de unas cuantas en Facebook, que quizás son cerradas tan pronto se agolpan unas cuantas denuncias, pero que se vuelven a abrir al momento.

Porque al final las redes sociales no son más que una extrapolación de nuestro ser, con sus fortalezas y sus debilidades. Y conviene ser consciente de lo que está ocurriendo, y tomar medidas para evitar el abuso. Con la excusa de que el dinero siga fluyendo, y de que la libertad siga siendo seña de identidad del mundo digital. Pero sobre todo, por facilitar honestamente la salida de la situación que están viviendo algunos de los nuestros.

Es hora de dejar de mirar hacia otro lado. Y de tomar acción.