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Negocios Seguros
Ayer publicábamos por la página un artículo titulado «Sobre los audios como sistema de comunicación y la nueva etiqueta social«, en el que, a grosso modo, venía a decir que:
- De cara al emisor: Audios > Texto
- De cara al receptor: Texto > Audios
Es decir, que dentro de lo que viene a llamarse una comunicación asíncrona, para el emisor es más cómodo enviar un audio, y para el receptor sería más cómodo recibir dicha información en texto.
El audio es más cómodo de enviar pero es peor como sistema de información que la palabra escrita.
En la pieza hablaba de esa guerra que tengo contra la comunicación síncrona en derroteros profesionales. Huyo como alma que lleva el diablo de cualquier reunión, ya sea online como por supuesto presencial, al considerar la amplia mayoría una pérdida de tiempo.
¿Es que son las reuniones per sé una pérdida de tiempo? Pues no. No tendría por qué ser así. Pero es que habitualmente lo que falla en las reuniones son las personas.
Lo cómodo es ir a la reunión sin haber hecho los deberes, y ya si eso hablar en ella de todos los temas que no has preparado de antemano.
Lo que de nuevo, hace que para quien no se lo haya preparado, la reunión sea super productiva (en un rato te explican todo), mientras que para quienes solemos ir a ellas bien preparados, acabemos perdiendo el tiempo (no avanzamos nada y además hemos tenido que estar ese rato ocupados en explicar o volver a escuchar lo mismo).
En relación a esto leía el otro día la decisión de Microsoft de afrontar esta nueva normalidad apostando claramente por el modelo híbrido (EN). Algo que quizás, viniendo como viene de una empresa tecnológica, sorprenda.
En la pieza hablaban con bastante acierto, si me permites decirlo, de las ventajas e inconvenientes que tiene el teletrabajo. Y de cómo según sus propios estudios, lo mejor será ofrecer un espacio híbrido en el que quien quiera trabaje desde casa y/o desde la oficina.
Intentar, a fin de cuentas, coger lo mejor de los dos mundos.
Pese a que en efecto todo se puede hacer desde cualquier lado con una conexión a internet y un ordenador.
De ese estudio salté a otro que analizaban la evolución que han sufrido las videollamadas desde principios de la pandemia (EN).
Los norteamericanos ya estaban bastante acostumbrados a utilizar las videollamadas en su día a día. A fin de cuentas es algo cultural (el país es más amplio y tienden a vivir menos en familia, ergo tiene más sentido), pero en España, con un país relativamente pequeño (al menos si lo comparamos con los grandes) y con una cultura muy de secta familiar (quien más quien menos ve a parte de su familia todas las semanas, cuando no directamente vive con ellos), fue entrar el confinamiento y explotar el uso de las videoconferencias.
Y claro, como cualquier cosa que llega no de forma orgánica, sino debida a un cambio traumático, se generan malos usos.
Esos mismos que intentan trasladar el ya clásico control del «calientasilla» a la figura de la videoconferencia, y lo une de paso con lo más nocivo que tiene el teletrabajo, que es que:
- Por un lado, muchos cohabitan en el mismo espacio donde teletrabajan.
- Por otro lado, el horario de oficina se expande y contrae alarmantemente al tener siempre accesible el trabajo.
Desde empresas que fuerzan a que todo el mundo esté en una misma sala de videollamada «para mantener la cultura corporativa», que no deja de ser otra manera de que el jefe de turno vigile que todos están trabajando, pasando por esas reuniones periódicas en las que nadie se ha preparado nada, y que te toca sufrir con la pérdida de productividad esperable.
A la vista de todo esto, me he dado cuenta de que un servidor ha empezado a amar muy mucho las llamadas de teléfono.
Sí, esas molestas interrupciones, que se vuelven una alternativa la mar de interesantes si, como es mi caso:
- Las agendo y dejo claro desde un principio al receptor de qué se va a hablar.
- Aprovecho para salir por el campo a sacar al perro mientras.
De esta manera, algo que bajo mi dictatorial ojo es una pérdida de tiempo casi en el 90% de los casos se vuelve, de pronto, hasta entretenido.
Con la excusa de que no tengo delante el ordenador fuerzo al receptor a que haga su trabajo (todo eso que me dices envíamelo de forma sintética en un email), ese mismo que probablemente no había hecho hasta la llamada, y además tampoco pierdo el tiempo, ya que mientras estoy sacando al perro, dándome el sol y de paso moviéndome un poco.
Así que lo dicho.
Que no te sorprenda si el próximo día que tengamos una reunión te digo que estoy dando una vuelta. Con algunos ya hasta se lo toman a coña: «Joder Pablo, siempre que hablamos estás con el perro…».
Pero funciona.
Yo ahí lo dejo :).
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