Uno de los temas secundarios tratados estos días en el seminario de Barcelona fue la necesidad de optimizar recursos para seguir siendo rentable en el mercado actual.


optimizacion

La optimización es un proceso más por el que la mayoría de empresas, países y tecnologías (por poner tres ejemplos) tienen que pasar. Hablo en el caso que me compete, pero el discurso es semejante para cualquier sector que se os pueda ocurrir.

A razón de esto, recordé ese sentimiento de absoluta admiración a un Isaac Asimov cuando en su trilogía (Enlace de afiliado) narraba con pelos y señales cómo La Fundación, pasada la época de barbarie de planetas cercanos, y una vez la religión creada entorno a la tecnología dio paso al comercio (y pirateo), basaba su potencial en la optimización.

Para ponernos en antecedentes (y por si alguno no lo ha leído, tranquilos, que no hago spoilers), digamos que estamos ante un futuro muy lejano en el que la raza humana domina varias galaxias. En el centro de todo ese universo, El Imperio. Una fuente inabarcable de poder (y derroche). La historia de La Fundación es la historia de la caída del imperio, y como, gracias al estudio de la psicohistoria (una suerte de probabilidad matemática enfocada a grandes sociedades), se suceden uno a uno varios movimientos que acabarán por conformar un nuevo imperio, con unos pilares mucho más robustos.

Para ello, se forma (a expensas de El Imperio), dos fundaciones en planetas de la periferia. Una en cada extremo. El libro recoge las andanzas de una de ellas (con la aparición de la segunda a finales), que tendrá que sobrevivir varias “crisis” que la llevarán justo donde debería haber estado.

Volviendo al tema principal, llega un punto en el que uno de los protagonistas (la historia de la fundación se desarrolla durante varios siglos, por lo que los protagonistas cambian cada capítulo), líder a su modo de esa cada vez más prominente Fundación, se encuentra con los restos periféricos de El Imperio. Frente a los inmensos campos de fuerza y las titánicas naves de combate de estos, La Fundación parece abocada al fracaso.

Pero no. La razón subyaciente es tan fuerte como simple. El principal problema al que se enfrenta El Imperio es que pese a tener una tecnología de grandes proporciones, no tiene energía para sustentarla. Por eso, todos esos años en los que los restos de El Imperio han vivido del pasado, fueron aprovechados por La Fundación para optimizar su tecnología.


En la práctica, nos encontramos con un panorama en el que el pez pequeño gana al grande. Un panorama que no difiere mucho del ciclo vital que hemos estado observando recientemente.

De una época de esplendor, pasamos a una de crisis. Y aún hoy estando en ella, observamos como el interés de la sociedad gira de lo grande a lo pequeño.

Tenemos ejemplos para no parar: De ordenadores personales a smartphones, software con cada vez menos requisitos de rendimiento, interés por implantar sistemas más eficientes, virtualización de hardware, minimalismo frente al complejismo anterior, desarrollos adaptados al soporte (y no al contrario), economía colaborativa,… Y eso centrado en el tecnológico, que la naturaleza ya nos ha demostrado en miles de ocasiones que less is more.

A nivel de grandes empresas (véase bancos, textiles, OTT,…) hay una verdadera revolución en cuanto a optimización se refiere. Zara o Amazon, con un producto que no podría ser más tradicional, están donde están porque en su momento supieron optimizar la cadena de suministro de sus productos, cosa que siguen haciendo día tras día. El reducir un 2% de gasto energético para una empresa como Facebook puede significar una diferencia de varios miles de millones.

Eso sin olvidar que los ojos están puestos en llevar la red a países sin infraestructuras (ecosistemas en “crisis”), lo que nos obliga a hacernos preguntas relacionadas con la optimización que de otra manera ni siquiera nos las hubieramos planteado (quien le diría a la Wikipedia que tendría que optimizar su página para funcionar bajo 2G o incluso mediante SMS).

La historia de nuestra generación es la historia de la sofisticación de la tecnología. De la maduración de la misma. Por supuesto, hemos avanzado en todo, pero sin duda esa limitación nos ha llevado a crear una arquitectura más óptima que a la que habríamos llegado en una época de esplendor.

Y eso es bueno, porque cuando sobra de todo, el resultado obtenido dista mucho de ser el más idóneo.