La era de la información.
Leía hace unos días las palabras de Eric Schmidt en Mashable (EN) sobre el futuro de los medios, que pasarían a usar soportes únicamente digitales, y me dio qué pensar sobre el futuro del papel.
A nivel de estructuración colectiva, el papel ofrece un soporte mucho más serio que el medio digital, por lo que a priori, veo complicado que vivamos su desaparición de aquí a unos años. Pero bien es cierto que su uso ha disminuido considerablemente en algunos ámbitos (sobre todo en el de las facturas (ES)), siendo el más sorprendente el de la administración, que antes era dueña y señor de esta industria, y cada vez me encuentro más en la tesitura de poder hacer trámites por internet y menos fotocopias.
Además que el medio digital ofrece una característica que el físico nunca ha ofrecido: La generación de contenido evolutivo. Un contenido que puede ser modificado después de haber sido publicado, ofreciendo diferentes lecturas y actualizándose automáticamente a las oportunas modificaciones. Un contenido en el tiempo, continuamente cambiando, y que al final aporta un valor extra a considerar (de hecho no es raro que un servidor vuelva a toquetear alguna entrada antigua para adaptarla a nueva información que me parece interesante mencionar).
Desde el punto de vista de un estudiante (como sigo siendo), lo cierto es que sí he notado un cambio sustancial en estos últimos años. De las inmensas colas para fotocopias de temario, y la tira y tiras de apuntes tomados en clase, me veo hoy en día usando el iPad como casi único soporte para seguirla, dejando el papel para un uso más mundano (principalmente ejercicios).
Aplicaciones como Dropbox han democratizado esa necesidad latente de estructurar los archivos hasta el punto de ser verdaderamente más cómodo recurrir a ella que tener los apuntes físicos por casa. Con Documents, puedo leer el contenido de Dropbox, hacer anotaciones, subrayar y en definitiva casi cualquier necesidad que tendría para seguir una clase, sincronizándose al momento con la nube y olvidándome por tanto de nimiedades. Paper para diagramas o bocetos rápidos, y el resto, estando un servidor en un máster ingenieril, lo hace el portátil, que ahí no hay bolígrafo que valga.
Estoy además cursando un MBA online (más bien esperando a que empiece, que va por módulos, y hasta que no termina uno no puedo incorporarme), y este sí que va estrictamente por el medio digital. Desde la propia herramienta para seguir las clases, hasta la lectura de los libros en formato digital, con su correspondiente trabajo, todo delante de una pantalla. De comunicación con el profesorado ya ni hablemos.
Por tanto, comparto la opinión de Eric Schmidt al respecto, quizás únicamente en algunos ámbitos, y suponiendo que la figura del kiosco de toda la vida difícilmente desaparezca de la noche a la mañana (quien consume contenido en un periódico busca algo diferente a quien lo hace en internet). Las tablets son hoy en día un elemento fantástico de acercamiento a la lectura, con las posibilidades cada vez mayores de interacción con el contenido. Quizás como punto negativo estén los métodos de entrada de datos, que hoy en día no están lo suficientemente pulidos como para desplazar la escritura convencional allí donde se necesita escribir grandes volúmenes. Pero para una interacción ocasional, para apuntes, para seguir una clase, para rellenar un formulario, o para sentarte y leer un rato, sí que podríamos estar en el punto de inflexión entre ventajas/inconvenientes frente a nuestro querido y odiado papel.
Por supuesto, queda como deber afinar la preservación de la información, que ya sabemos que en este punto, el papel no tiene competidor directo.