stablecoins

En el 2014 publicaba por estos lares un resumen de la charla que impartía en el máster de informática de la UCM sobre la historia evolutiva de la moneda.


Del trueque a las criptomonedas

Básicamente en ella hablaba de cómo los seres humanos pasamos de un paradigma de compraventa basado en el trueque (te cambio esa vaca por tres de mis ovejas), en el que el precio de un producto o servicio se compara con el coste directo de otro producto o servicio, a uno basado en el pago mediante monedas (te cambio esa vaca por esta bolsa de monedas), en el que el precio de un producto o servicio se compara con el coste directo que tiene la fabricación de un producto que usaremos únicamente de intermediario (la moneda).

Por supuesto, la cosa no se quedó ahí, y de pronto empiezan a surgir monedas cuyo valor no viene dado por el material y peso del que están hechas, sino, en un alarde de abstracción, con el valor de otro bien (normalmente minerales preciosos) que un banco central en teoría almacena.

De esta manera, la vaca ya no cuesta, simplificándolo al extremo, el coste de esa bolsa de monedas, sino que cuesta el valor que la sociedad asocia a esa bolsa de monedas.

Y seguimos metiendo capas de abstracción.

Los bancos, históricamente garantes del valor monetario, empiezan a aceptar cheques, pagarés, y en último término cuentas bancarias y tarjetas de crédito, es decir, «monedas» que no son monedas físicas, sino una suerte de segunda capa de abstracción, cuyo valor viene dado por el propio sistema de registro, a su vez asociado al valor que tiene la moneda física.

Tú, y yo, no es que tengamos en el banco X monedas (lo que dice nuestra cuenta bancaria y con lo que podemos «tradear» con nuestra tarjeta de crédito), sino un número en un sistema que, de nuevo, en un alarde de fé, asumimos que está asociado a un bien físico (la moneda, y en última instancia, el bien que la dota de valor).

La realidad es por supuesto muy distinta. No recuerdo exactamente cuál era el porcentaje mínimo que por ejemplo la UE obliga a tener en cash para considerar legal a una entidad financiera, pero te aseguro que era menos del 5% de todo el dinero digital que mueve.


Así ha sido hasta que desde hace un par de décadas, de pronto, a alguien se le incluye la brillante idea de meterle otro nivel más de abstracción.

Surgen así las monedas virtuales. Monedas cuyo valor está no relacionado con un bien material (una moneda, o un mineral precioso), sino con un bien informático: la exclusividad.

Por poner el ejemplo más socorrido, el coste de un bitcoin viene dado por el valor que la sociedad está dando al coste real que cuesta minar su sistema, el cual está de paso gestionado por un algoritmo que artificialmente reduce la capacidad de emitir moneda cada X tiempo.

De esta manera, cada vez cuesta más obtener bitcoins, ergo cada vez cuesta más tenerlos (ganan valor).

Fíjate que en todo este proceso el paradigma histórico de asociación entre bien emisor y receptor se rompe. Como también lo hace la idea de que es necesario un organismo centralizado (los bancos) que vele por el valor de dicha moneda.

El yuán chino y el negocio de las stablecoins

Para limar las asperezas que supone este traumático cambio de paradigma, 2.500 años más tarde de que surgieran las primeras monedas, a otros lumbreras se les ocurre crear monedas virtuales cuyo valor está directa o indirectamente asociado al valor de las monedas tradicionales (que a su vez está directa o indirectamente asociado al valor del bien que representan, ya sabes).

Hablo, por supuesto, de las stablecoins, que además apuestan (por el motivo anterior) por no romper tampoco con el paradigma de centralización, de forma que a ojos del populacho parecen un bien más seguro.


Y digo parece, porque para alguien de números, creo que ya hemos vivido a lo largo de la historia varios momentos en los que el sistema centralizado ha demostrado no funcionar (el último en el 2008, por cierto), por eso de que quien lo gestiona son humanos y no un algoritmo, como pasa con las criptomonedas.

Que me llama poderosamente la atención el que consideremos más segura una moneda que depende de vaivenes políticos y sociales puramente contextuales, a otras cuyo valor viene dado por un algoritmo matemático que rige con total exactitud una inflación previamente marcada (no dependiente de los designios de arbitrários y/o accidentales que puedan surgir), decremental y limitada (ES/a día de hoy se han creado ya más del 90% de bitcoins que existirán PARA SIEMPRE).

Pero bueno, sea para bien o para mal, las stablecoins tienen pinta de que acabarán siendo ese punto medio que parece que la sociedad necesita para acabar de interiorizar las criptomonedas descentralizadas.

Y en esta carrera por ver quién consigue hacerse con la tarta del pastel más grande, China, por ahora, tiene las de ganar.

El yuán chino ya es una realidad, y me ha encantado leer ese pedazo de análisis que le hacía para el The Wall Steet Journal (EN) James T. Areddy.

A saber, hablamos del primer país económicamente importante (lo siento, Venezuela y los sesenta países (EN) restantes…) que apuesta decididamente por virtualizar su moneda. Uno de los países con más población del mundo, y además, uno de los países donde la compra mediante monedas digitales (cuando no directamente virtuales) está totalmente democratizada, hasta el punto de que por las calles de algunas de sus grandes ciudades es posible ver a gente pidiendo con códigos QR.

¿Qué tiene China además que la hace perfecta para el crecimiento de su propia stablecoin?


Pues mira, tres puntos:

  1. Un gobierno autocrático.
  2. Una forma de entender la privacidad de sus ciudadanos un tanto… «diferente» a occidente.
  3. Un verdadero problemón con el surgimiento de grandes conglomerados tecnológicos cada vez más pegados al fintech.

Y hablo, por supuesto, de Alibaba y los pagos en su propia moneda. Algo que si lo unes a todo lo anterior, supone de facto un verdadero quebradero de cabeza para las ínfulas de control del gobierno, acostumbrado como ha estado a que históricamente todo pase por el banco central.

Es, bajo este escenario, donde nace su stablecoin, el yuán chino, que como decía ya está en circulación, y de la que probablemente todos los ojos (orientales y occidentales) estén siguiendo con interés.

Por el simple hecho de que la propuesta es claramente el camino a seguir en toda economía del primer mundo que se precie.

Por ahora, el yuán digital está asociado directamente a la expedición del yuán físico. Eso quiere decir que por cada yuán digital que se crea, se «destruye» (o no se crea) un yuán en papel/metal.

Algo que recalco que podría cambiar en el futuro tan solo con «apretar un botón» por parte de su gran líder. Lo que de facto, dota de muchísima más flexibilidad a su moneda.

¿Otro tema importantísimo? El de las exportaciones, y en general el de las transferencias internacionales.

A día de hoy en el mundo tenemos un sistema de intercambio de transferencias entre naciones estandarizado que es el SWIFT, y que «casualmente» depende de EEUU. Justo el país «enemigo» económicamente hablando de China.

Gracias al yuán digital, se abre la veda a que muchas de las futuras transacciones fuera del país se hagan también fuera del «yugo inquisidor capitalista» americano, evitando de paso potenciales futuras nuevas sanciones y bloqueos económicos.

Es decir, mayor libertad para operar dentro y fuera del país.

Y todo, de paso, sin depender de terceros (ni tan siquiera de sus propias corporaciones), ya que todo todito todo depende del banco central que la emite (es decir, del gobierno). Teniendo por tanto acceso directo a toda esa información (dónde está el dinero, qué movimientos se han hecho…), pudiendo imponer sus propias limitaciones, e incluso valorando algo que hasta ahora no era posible hacer, como es el hecho de forzar que haya mayores movimientos dándoles una fecha de caducidad al yuán digital parado.

¿Una locura? Nada más lejos de la realidad. Ya está sobre la mesa, aunque por ahora no se haya hecho.

Sobre el dominio económico mundial, y otras cosas del comer

De cara a EEUU, por supuesto, la figura de un yuán digital supone, de facto, un problema muy gordo a su hegemónica e histórica soberanía económica mundial. Hoy en día el 88% de las transacciones internacionales se hacen en dólares. Ya veremos dentro de una década, si EEUU o Europa no se ponen las pilas (hay movimientos, pero van muy por detrás de lo que China hace), cómo se quedará dividido el pastel.

Así que en estas estamos.

China demostrando una vez más que tiene todas las papeletas para liderar la economía de la nueva era… con una apuesta absolutista (y autocrática), basada en la explotación sin pudor de los datos de sus ciudadanos de forma centralista, mientras tanto Norteamérica como Europa, limitados por la compleja administración democrática, las ven venir.

Solo esperemos que el golpe, al final, no sea tan fuerte como parece.

Que el tiempo suele amortiguar la estampa.

Más nos vale…

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