Marcas líderes y patentes.

Volvemos a hablar de patentes, y de nuevo sobre la poca transparencia legislativa de EEUU en este tipo de normativas. Para ponernos en antecedentes, no hace falta más que mirar la absurda guerra de patentes, y el aún en boca caso Samsung-Apple (por sacar uno de los muchos).


El motivo de esta entrada no es otro que volver a mostrar el actual reparto tecnológico que, amparado por unas leyes desactualizadas, permite a los grandes fabricantes (y digo grandes porque normalmente los pequeños no pueden pagar las cifras de desarrollo y patentado que se piden) patentar cada uno de sus productos (algo por otra parte normal), las tecnologías usadas y todo el ecosistema genérico que se puede desprender de él.

Y aquí es donde quería llegar. Entiendo que si desarrollas una nueva tecnología, un nuevo gadget, o demás, puedas patentarlo. De esta manera, proteges tu inversión (en innovación), y te aseguras de que no te copian.

Pero una cosa es esa, y otra muy distinta desarrollar una nueva tecnología, un nuevo gadget o demás, y patentar dicho producto de forma genérica, evitando así que cualquiera que quiera desarrollar algo parejo (parejo, no una copia) no pueda, y por tanto cortando las posibilidades de innovación del resto.

Y esto es lo que ha pasado (ójala me equivoque) con Google y su sistema operativo Chrome OS en la nube.

Dos meses antes de sacarlo a la luz, en 2009, Google solicitó la patente de su nuevo y flamante SO. Esto, como ya he dicho, es entendible y lo comparto. Pero los sorprendente es que en vez de patentar el SO en sí, la patente cita:

“Proveer un sistema operativo a través de una red a un dispositivo local”


Lo que deja fuera de lugar cualquier otro sistema operativo que se desarrolle en la nube, aunque no tenga absolutamente nada que ver con Chromiun.

Espero, por el bien de los futuros SO, que esta petición acabe revocada, o al menos sea más específica, ya que no deja margen alguno para la innovación en este campo. De ello deberían hablar Apple, Microsoft, Firefox y Linux, al menos. Pero sino se cambia la legislación que protege los ecosistemas tecnológicos, podremos encontrarnos con un futuro aún menos alentador y pobre (en cuanto a elecciones del consumidor) del que vivimos actualmente.