precio entretenimiento

Desde hace cosa de un mes hay un tema que lleva rondando alrededor del mundo del entretenimiento, y que viene desencadenado por la nueva generación de videoconsolas.


Por lo que parece, todo apunta a que los triple A que salgan a partir de este año costarán, de salida, alrededor de 69,99$, 10 dólares más que la media de precio de lanzamiento de la generación anterior.

Si no recuerdo mal una subida así no se veía desde época de la PS2, y como ya pasara por aquel entonces, algunos se llevan las manos a la cabeza, argumentando que esto del entretenimiento (sea digital, como es el caso, o analógico) cada vez es más caro.

Sin embargo, a poco que analicemos los datos, las cosas cambian.

Vamos a verlo.

Hay que tener en cuenta la inflación

Empezamos por lo obvio.

Los 60$ que costaba en 2005 el juego triple A, equivaldrían a unos 79,20$ (EN) de la actualidad. Algo que como vemos es considerablemente más bajo que el precio que se valora para los juegos de la nueva generación.

Por supuesto en Europa ya veremos cómo queda la cosa, que andará entre los 69,99€ y los 74,99€, según quieran sacar entre un poco de tajada con el cambio de divisas (recordemos que aunque la diferencia es ya poca, el euro sigue costando más que el dólar pese a que normalmente lo igualen a nivel de pricing en productos y servicios) o un mucho.


Sin embargo, si nos remontamos a antes de la entrada del euro, y para colmo en el caso español, los números no salen.

Por estos lares en 1987 la distribuidora ERBE decidió pasar de fijar el precio estándar de 2.000 pesetas a 875 pesetas por juego (en disquete, claro). Esto, como comentan en la página de la WIkipedia (ES), supuso una verdadera revolución para el ecosistema patrio. Un cálculo rápido de la inflación para 875 pesetas, aplicando el ESCPI2013 (ES/es lo más cercano que tenemos…) dejaría que para el 2002 (entrada en vigor del euro) esas 875 pesetas equivaldrían a alrededor de 1662 (ES), que en euros eran prácticamente 10 euros, y que hoy en día equivaldrían a poco más de 13 euros.

Ahora bien, esto centrándonos únicamente en el precio por juego.

El entretenimiento es ahora muchísimo más accesible

Si vemos toda la foto, las tornas vuelven a cambiarse.

Nunca en la historia de la humanidad hemos tenido al alcance más opciones de entretenimiento:

  • Antes si queríamos ver una película, o bien íbamos al cine, o la alquilábamos. Ahora desde casa tenemos acceso a un catálogo prácticamente ilimitado de series y películas a un coste infinitamente más bajo que lo que costaban en su día disfrutarlas. El precio del cine siempre ha sido alto (y ahora, junto con los extras, lo es aún más), pero es que ya no es la única opción para ver un estreno. Y si me apuras, no es ni siquiera la más importante para el grueso de la sociedad.
  • En literatura la industria se ha puesto las pilas, y al igual que le está pasando a la industria del cine, se ha democratizado hasta el punto de que tenemos acceso a literalmente miles de títulos clásicos de muchísimo valor que son directamente gratuitos. ¿Que quieres más? Pues con servicios como Amazon Prime tienes un catálogo inabarcable de obras nuevas y pasadas.
  • En música más de lo mismo. Ahora quien compra un CD lo hace por ayudar a ese grupo o cantante, o porque lo quiere por coleccionismo. Spotify y en definitiva toda esa oleada de nuevos servicios de streaming nos permiten acceder desde cualquier parte a prácticamente todo el catálogo de música creado por el ser humano de forma gratuita, o por un mísero pago de suscripción mensual/anual. Con lo que antes pagabas para comprar un casete o un CD, ahora pagarías el servicio premium durante dos o más meses, lo que supone acceso a millones de canciones sin límite de ningún tipo.
  • En juegos de casino (ES), y como ya comentamos en su día, la paulatina creación de un ecosistema tecnológico online ha permitido que las barreras de acceso a este entretenimiento se rompan y también se hagan mucho más accesible. Para entrar en un casino en la mayoría de casos requieres tener un saldo mínimo e ir de etiqueta. Ahora desde cualquier smartphone, y sin un saldo mínimo, puedes empezar a jugar.

Y terminamos con el mundo de los videojuegos.

En su día ya expliqué la gran cantidad de juegos gratuitos que cada semana podemos conseguir simplemente por estar al tanto de qué ofertas hay en cada una de las plataformas disponibles.


A esto súmale, por supuesto, los juegos free to play, que son de base gratuitos, y que de hecho es un paradigma de negocio que antiguamente no podía existir (sin un acceso a internet masivo no era factible), y los servicios de suscripción, con ese Xbox Game Pass a la vanguardia, que por casi nada al mes tienes acceso a un catálogo cada vez mayor de juegos.

Llega hasta el punto que un servidor pagó en su día 15 euros, y tengo Game Pass para PC durante tres años.

15 euros por todos los juegos que saque Microsoft (y terceros) para PC de aquí a los próximos tres años… más los que ya hay en el propio servicio.

Por lo que, como decíamos, nos costaba (teniendo en cuenta la inflación) un juego de ERBE en 1987, ahora tengo cientos de juegos de gran calidad, incluidos la mayoría de AAA que saquen los estudios first party de Microsoft.

Y todo esto obviando que el coste de desarrollo de un videojuego en 2020 es cientos de veces más caro que el que era en su época. Ahora un AAA nace con un presupuesto mayor que la mayoría de grandes producciones de Hollywood, con una campaña de marketing y un gasto en desarrollo e I+D que rivaliza con cualquier otro producto tecnológico.

¿Cómo es esto posible? Pues precisamente por la democratización del mundo de los videojuegos. En 1987 jugaban los cuatro frikis que teníais un PC o íbais a una recreativa a echar unas monedas (un servidor acababa de nacer, así que no me meto en el saco). Hoy en día juega a videojuegos hasta mi madre. Lo que suponen millones de potenciales clientes más, ergo mucha mayor heterogeneidad, un mayor número, y un reparto más equitativo, por tanto, de los costes.

Así que si al final a partir de este año los juegos AAA pasan a costar 79,99$, recuerda que aunque parezca lo contrario, nunca han sido tan baratos.



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