Face Id.

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reconocimiento facial

La semana pasada saltaba una de esas noticias que sin lugar a dudas deberían hacernos pensar: San Francisco ha decidido prohibir el uso de herramientas de reconocimiento facial para el departamento de policía y otras agencias gubernamentales.

Lo anunciaba CNET (EN), y digo que el movimiento es interesante por dos motivos:

  • El primero es que rema en contra de lo que a todas luces se ha vuelto, de facto, el camino a seguir por cada vez más comunidades: Como ya expliqué en su día, contando con las garantías suficientes, los sistemas de identificación basados en la biometría han demostrado ser más interesantes que aquellos otros basados en el conocimiento e incluso en la posesión. Y sobre todo, muchísimo más cómodos de utilizar. Con este movimiento la ciudad se blinda a seguir una tendencia que parecía claramente marcada en el roadmap de cada vez más sociedades.
  • Y el segundo, porque quien lo hace es, a fin de cuentas, la cuna de la digitalización:Que el primero que ha movido ficha en este sentido es justo el lugar que más ha fomentado su uso a nivel mundial. Esa pequeña bahía que aglutina el mayor hub tecnológico del planeta.

Decía que los sistemas biométricos son la mejor opción que tenemos a día de hoy para identificarnos… pero es importante decir que esta afirmación la hago partiendo de la importancia que tiene la usabilidad en los productos del día a día (como los smartphones), y no en el uso que puedan dar terceros a nuestra identificación.

Que una cosa es utilizar un lector de huellas para desbloquear nuestro terminal, y otra muy distinta es que simplemente por andar por la calle de mi barrio el gobierno, el ayuntamiento o el negocio de turno pueda saber quien soy y asociarme a un profiling específico.

Es más, justo hace un par de semanas, y parece que adelantándome a los acontecimientos, publicaba un artículo en abierto bastante completo sobre lo que podría acabar siendo uno de los movimientos anti-tecnológicos que más necesarios se me antojan: la des-identificación del ciudadano.

El que cada vez más personas estén preocupadas por encontrar maneras de engañar a estas cámaras de supuesta seguridad para seguir protegiendo su privacidad (un derecho constitucional, recuerdo) en lugares públicos.


Es ahí donde entra la acción de San Francisco. La ciudad ha decidido poner freno a ese interés gubernamental, y de las organizaciones de defensa, por mantener identificado a todo momento a cada ciudadano.

Que la excusa, nuevamente, es la seguridad nacional, aunque por detrás estemos más hablando de control de la ciudadanía. De copiar el éxito censor de la China orwelliana de nuestra era.

Brian Hofer, director ejecutivo del grupo de defensa de la privacidad Secure Justice, comentaba a raíz de esta decisión:

«La tecnología de vigilancia facial es un gran riesgo legal y de libertades civiles debido a su importante tasa de error, y será peor cuando se convierta en una vigilancia masiva perfectamente precisa que nos rastree a medida que nos movemos en nuestra vida cotidiana.«

Y no puedo estar más de acuerdo.

Hay límites que no deberíamos cruzar, y uno de ellos es éste. Que tecnológicamente hablando podamos hacerlo no significa que haya que hacerlo.

A fin de cuentas, la tecnología debería ser un medio para obtener un estado de bienestar mayor y mejor, no un fin en sí mismo.


Ahora falta que al menos en esto San Francisco sea un ejemplo a seguir, y cada vez más zonas del mundo se muevan para prohibir su uso antes de que ese Little Brother del que ya hablé hace la friolera de cinco añazos acabe por ser una realidad.

Nos va literalmente la vida en ello, por cierto.

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Articulo exclusivo PabloYglesias