Que la publicidad hipersegmentada es un sector en el que los grandes quieren estar presentes es un hecho. Imaginemos por un momento que entramos en nuestro centro comercial por excelencia, nos vamos a esa tienda de ropa que tanto nos gusta, y al acercarnos a un expositor, nos llega una notificación con las prendas que seguramente más nos interesen.


Gimbal

Ahora pongamos que en vez de estar en una tienda, estamos ante la cola del cine. De nuevo, otra notificación nos avisa de la cartelera que tenemos a nuestra disposición, de las recomendaciones según las películas que solemos ver, y de cuántos asientos quedan disponibles.

A esto se le llama contextualización, y viene pisando fuerte. El último a subirse al carro, Qualcomm, que propone Gimbal (EN), un dispositivo en dos versiones (serie 20 y serie 10), de reducido tamaño, y que hará de servidor para recopilar y procesar toda esa información para enviar la información oportuna a cada usuario.

Lo gracioso del tema es el precio. Entre 10 dólares y 5, según la versión que cojamos, lo que apunta de facto a su masificación.

La magia que hay detrás de este apartito no es otra que beacon, de la cual ya hablamos no hace mucho al estar presente por defecto en los nuevos dispositivos de la manzana (la llaman iBeacon, pero para el caso…), y se basa en entablar una comunicación continua con el entorno basándose en Bluetooth LE, el nuevo estándar que reduce drásticamente el gasto energético (permitiéndonos llevarlo conectado siempre y apenas gastar batería). Estará disponible también para Android, y resultaría interesante que heredara parte de ese otro proyecto que el fabricante de procesadores liberó recientemente, AllSeen, que permite la comunicación entre dispositivos estandarizada.

Como ya apuntaba en el enlace anterior, otro de sus beneficios sería el de eliminar de una vez por todas las restricciones técnicas de localización en interiores, al basarse los GPS en señales satélite, y ser incapaces estas de triangulizar bajo techo.

Y entrando ya en el apartado ético y social, propone un panorama que al menos a priori resulta poco alentador para el cliente. Por un lado, la interrupción constante (entendiendo que algunos establecimientos abusen de sus prestaciones) de catálogos de venta al pasear por las tiendas, incluso al visitar alguna de ellas. Lo más parecido que tenemos en nuestros días es ese dependiente que se te acerca y te pregunta si quieres algo, pero esta vez atacando directamente desde el bolsillo, lo que obliga a sacarlo (o ya puestos a consultarlo desde unas gafas inteligentes o algún gadget que llevemos con nosotros) y consultar las nuevas nuevas antes para seguir disfrutando de la velada.


Y por otro, la poca privacidad de la medida (de nuevo si su uso se hace incorrectamente), al estar recopilando información sobre nuestras costumbres (tiempo, localización, hábitos) y nuestros intereses, gestionados seguramente en servidores compartidos con otras empresas, lo que conformaría un conocimiento muy pero que muy jugoso para gobiernos e instituciones sin un pelo moralidad, que podrían predecir nuestros movimientos, y adelantarse.