Llevamos un año de bajadas continuas en la valoración de las principales criptomonedas.
Pero esto no quita que siga pensando que son, pera algunos escenarios, el mejor acercamiento que tenemos a una alternativa a la economía tradicional.
Y sí, aunque la mayoría por aquí nos planteemos usarlas como un vehículo de inversión especulación, lo cierto es que cada vez tienen más sentido en países con un sistema económico convulso, o como herramienta para enviar fondos a países con tarifas de cambio totalmente abusivas (las ya clásicas remesas de los inmigrantes).
Sin embargo, todo es cíclico, y si hemos pasado una temporada considerablemente mala a nivel de valoración global de los criptoactivos (una temporada que, ojo, podría seguir durante más tiempo), lo cierto es que este último mes las cosas han mejorado, con esa subida del BTC a los 20ks, arrastrando a buena parte del resto de criptomonedas.
Pese a todo, creo a algunos nos ha hecho mella ver cómo, cada cierto tiempo, se nos cae la confianza en alguno de estos grandes stakeholders. Y no hablo de las ya clásicas criptomonedas fake, de los numerosos timos que hay alrededor de algunos de estos proyectos, sino de la caída de grandes exchanges o proveedores, como fue el caso, hace unos meses, de FTX.
El que puede que pierdas todo lo que tienes invertido en cripto no porque hayas apostado por memecoins y mira, te han salido mal, sino porque el proveedor donde almacenabas tu cartera, de la noche a la mañana, se declara en banca rota.
Todo porque, en efecto, depositaste la confianza en un “banco” que no era trigo limpio.
Este es el problema de apostar por wallets online.
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Comodidad versus seguridad en billeteras virtuales
Un servidor, como ya he explicado en más de una ocasión, gestiona sus activos con Binance, que es hoy en día el exchange más grande del mundo.
Ahí es donde compro (y vendo) para equilibrar mi cartera, y desde hace unos años también era donde alojaba toda la cartera. Algo que, de hecho, es lo más habitual del mundo, por las tres ventajas principales que tiene frente a una cold wallet:
- La primera es que, por supuesto, resulta muy cómodo. El propio exchange donde compras y vendes es el que te ofrece la billetera, por lo que no tienes que traspasar fondos a otro lado, y por tanto, tampoco pagar las taxes de hacer una operación extra.
- La segunda, que viene de la mano de la primera, es que centralizas la gestión de tu cartera en el mismo sitio. Para cualquiera de nosotros es muy cómodo llevar la app del exchange de turno instalada en el móvil, y de un simple vistazo, ver cuánto tenemos invertido en qué monedas.
- Por último, la mayoría de exchanges ofrecen también holdear tus activos, de forma que puedes tenerlos “invertidos”, en vez de parados en la cartera, y recuperar algo con el paso del tiempo.
A cambio, como decía, hay un problema principal a este tipo de custodia online, y ese no es otro que la confianza.
- Estamos delegando la seguridad de nuestra cartera a un tercero: Una empresa, para ser más exactos, que el día de mañana puede desaparecer, llevándose todo lo que tengamos allí. Y que, en todo caso, como cualquier otro custodio bancario, va a mirar primero para sus intereses.
Que ojo, casos como FTX son la excepción (afortunadamente), pero es que basta que de pronto un criptoactivo baje drásticamente de precio para que, casualmente, todos los exchanges dejen de funcionar aludiendo a un aluvión de peticiones.
Es decir, que al final tenemos nuestro dinero descentralizado y privado puesto en unos servicios online que son centralizados y que además tienen la obligación de identificarnos para poder operar, mandando al traste tanto la descentralización propia de los criptoactivos, como su esperable anonimato.
Frente a los wallets de los exchange, las cold wallets
Sin embargo, existe una alternativa a la hegemonía de los wallets online, y es la estrategia del Juan Palomo: tú te lo guisas, tú te lo comes.
Es decir, apostar por cold wallets.
En esencia, un cold wallet no es más que un soporte FÍSICO donde se almacenarán tus criptoactivos. Los hay que son dispositivos electrónicos, con su pantallita para informarte qué monedas tienes y cuánta cantidad de cada una tienes almacenadas en las mismas, y los hay que son simplemente una tarjeta metálica con los datos impresos en su superficie, como es el caso de la que yo he decidido agenciarme.
En mi caso he apostado por Material Bitcoin (ES), una proyecto patrio que tiene a la venta varios modelos de cold wallets para Bitcoin y Ethereum.
La pides, y en apenas un par de días la tienes en casa, en un estuche almohadillado donde viene la tarjeta, impresa mediante un proceso totalmente robotizado y sin que quede registro alguno informático tras su impresión, con la clave y código QR tanto de la dirección para recibir fondos, como de la clave privada para sacarlos.
No hay más. Ni circuitería ni nada. Solamente un trozo de metal impreso a láser, con una garantía de 100 años. Si pese a todo, se te acaba deteriorando, se puede pedir que te la cambien sin coste alguno.
Lo mejor de todo es que sabes que seguirá funcionando… aunque Material Bitcoin desaparezca.
Diablos, ¡aunque no tengas Internet o corriente eléctrica!
No depende de servidores centrales ni nada. Mientras sigas teniendo físicamente esa tarjeta en tu posesión, vas a poder traspasar y/o recuperar tus criptoactivos en cualquier exchange.
¿Cómo funcionan las cold wallets?
Como decía, estamos hablando de unos “dispositivos” puramente analógicos (aunque también los hay digitales), que se suelen diseñar en materiales muy duraderos para que aguanten incluso incendios o caídas desde una gran altura.
La mayoría tienen forma de tarjeta (más o menos bonita, que es lo de menos), y por una de sus caras tienen el código QR y la clave pública de la cartera, que para nos entendamos, sería como el IBAN de tu cuenta bancaria. Lo que tienes que dar a un tercer para que éste te pague por ahí.
Por la otra cara, sin embargo, está la clave privada, lo que vendría a ser el PIN de tu cuenta, y que suele venir oculto tras alguna pegatina, para evitar que alguien pueda verlo. La única forma de acceder a él, por tanto, es despegando esa pegatina. Y solo lo usaremos para sacar fondos de la cartera.
¿Cómo agrego fondos a una cold wallet?
El proceso es muy sencillo.
Básicamente, desde cualquier exchange u otra cartera online, seleccionamos la cantidad a traspasar (bien sea comprándolo previamente, bien sea porque ya tenemos esa cuantía en la cartera asociada), y a la hora de elegir la cartera de destino, o bien escribimos a mano la dirección de la clave pública, o bien leemos el código QR que aparece en la frontal de la tarjeta, dándole a continuar y a confirmar para terminar el proceso.
Esos criptoactivos seguirán asociados a esa clave pública hasta que tú (o alguien con acceso a tu clave privada) los saque.
Da igual que desaparezcan todos los exchanges y carteras online del mundo. Es dinero se va a quedar ahí hasta que alguien lo saque, sin depender de terceros.
¿Cómo saco fondos de una cold wallet?
El proceso es semejante, pero a la inversa, y la primera vez requiere unos pasos extra:
- A la hora de agregar saldo a otra cartera (sea porque queremos vender esos activos, o traspasarlos a un tercero), tendremos que acudir a un gestor de Wallets, como puede ser Electrum (EN), y crear, si no tenemos ya, un wallet online.
- A la hora de crear la billetera, habrá que seleccionar la opción de importar una cartera con las claves privadas.
- Agregamos la clave privada (la que está detrás del vinilo metálico posterior).
- Terminamos la creación de la wallet online (suelen pedir que metas una contraseña para cifrar toda la información).
Con esto ya tenemos asociada nuestra cold wallet a un proveedor online.
Y faltaría hacer la retirada de activos, que ya se haría de la misma manera que en el caso anterior (conocer la clave pública del wallet destino, elegir la cantidad de activos a traspasar, y darle a enviar).
Si lo que queremos es transformar esos criptoactivos en dinero FIAT (euros, dólares, etc..), tendremos que hacer el traspaso a un exchange, como puede ser el caso de Binance, utilizando como cartera destino la cartera que nos da para esa criptomoneda en particular nuestra cuenta en el exchange elegido.
Para maximizar la seguridad, recomiendan eliminar, una vez hecho el traspaso de activos, la cartera en el gestor de carteras que hayamos usado (en el ejemplo superior, Electrum).
Sobra decir que eliminando esto no estamos eliminando el efectivo que tengas en la cartera, solo la información de acceso a la misma alojada en el servicio en cuestión. Tu cartera sigue y seguirá estando en la red de BTC, de ETH o la que le corresponda.
Conclusiones
Para finalizar, quería recordar que esto lo hacemos por el simple motivo de evitar depender de un tercero a la hora de acceder a nuestra inversión en criptoactivos.
A cambio, obviamente, la seguridad y privacidad de esa cartera depende únicamente de nosotros, para bien y para mal.
Si pierdes la tarjeta y la encuentra un tercero, ese tercero podrá sacar todo de ella. Si guardas la clave privada en un servicio online, o la compartes con un tercero, mandas al traste la seguridad innata de un sistema local.
Es decir, que al apostar por una cold wallet aceptas gestionar tú la seguridad y privacidad de tu cartera. Es la manera más descentralizada y anónima de gestionar tus criptoactivos. Y eso supone una responsabilidad para ti.
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La pides, y en apenas un par de días la tienes en casa, en un estuche almohadillado donde viene la tarjeta, impresa mediante un proceso totalmente robotizado y sin que quede registro alguno informático tras su impresión, con la clave y código QR tanto de la dirección para recibir fondos, como de la clave privada para sacarlos.
Que tu sepas, claro. Tienes que fiarte de lo que ellos dicen (que no se guarda tu clave privada).
Quizá sea mejor (a nivel de seguridad) algo como Ledger, donde tú generas tu cuenta y tu clave privada e un monedero offline, y ahí sí que sí, nadie la conoce más que tú.
A ver, hay una auditoría externa que se puede certificar. Obviamente, te estás fiando de que tanto la empresa como los que hicieron esa auditoría no estén mintiendo, o desconozcan alguna posible vulnerabilidad en el proceso de creación de la impresión.
Que es lo de siempre. Riesgo vs confianza.