Por esta santa casa hemos defendido a ultranza la tesis de Eli Pariser de la burbuja de filtro, o el filtro burbuja, que no es otra que la de ese esperable “aislamiento intelectual que puede resultar de búsquedas personalizadas cuando el algoritmo de un sitio web adivina de forma selectiva qué información le gustaría ver a un usuario en función de la información que posee sobre él, como la ubicación, el comportamiento de clics anteriores y el historial de búsquedas“.
¿La razón? Es más cierto que el comer.
Está más que demostrado que, conforme más utilizamos una herramienta de gestión de información como puede ser un buscador (hola Google, Bing, Duckduckgo…) o una red social (hola Facebook, Instagram, Twitter, LinkedIn…), por cómo han sido diseñados estos servicios, tenderán a favorecer el mostrarnos la información que creen que nos resultará más interesante en base al histórico y conocimiento que tienen los algoritmos de recomendación de nuestra personalidad.
Y ojo, que esto no es eminentemente negativo. Más bien todo lo contrario.
Si un servidor, por ejemplo, busca en su buscador de cabecera un concepto como “límite”, es más probable que, sabedor el algoritmo de recomendación que me chiflan las matemáticas, me arroje resultados más relacionados con el término matemático que, por ejemplo, a uno muy amante de los juegos RPG, que tenderá a mostrarle artículos relacionados con las mecánicas de límite en los videojuegos, o incluso a una persona que está pasando una enfermedad como la depresión, y que por tanto probablemente esté más interesada en el concepto psicológico.
En cada caso, el sistema intenta mostrarnos aquellos resultados que entiende serán más valiosos para nosotros.
Exactamente igual que ocurre cuando un servidor busca un restaurante donde comer en Madrid, y hace exactamente la misma búsqueda en Gijón.
En ambos casos la búsqueda es la misma, pero en el primero el algoritmo intentará mostrarme resultados por la zona de Madrid, ya que entiende que esa búsqueda requiere potencialmente más este tipo de resultados locales, y en el segundo por la zona de Gijón.
Y exactamente lo mismo pasa con las redes sociales:
El algoritmo entiende, por nuestras interacciones pasadas (tiempo que hemos pasado delante de una actualización de un amigo, nuestros likes, shares, comments…), que nos interesan más las actualizaciones de unos que de otros.
Lo que hace que pese a que podamos tener, por ejemplo, 100 amigos/seguidos en la red social de turno, probablemente solo acabemos viendo las actualizaciones de la mitad, y la mayoría de las veces, de los mismos 10 o 20.
Esto, como decía, no es malo siempre y cuando entendamos estas herramientas como lo que son: sistemas de gestión de información enfocados a un modelo de negocio que se basa, precisamente, en que pasemos el tiempo utilizándolas. NO EN INFORMARNOS.
Esta matización es importante, ya que si un sistema quiere realmente servir lo mejor posible a la labor informativa, tiene que intentar hacer justo lo contrario: volverse invisible, y dirigir lo antes posible al usuario hacia la información. Lo que entra en conflicto con el modelo publicitario, que se basa en retener el mayor tiempo posible para mostrar más anuncios y que estos tengan mayor interacción.
Así, con la paulatina democratización masiva de los buscadores (o, mejor dicho, del buscador, ya que fuera de Google parece que no hay vida) y de las redes sociales (o, mejor dicho, de los dos grandes exponentes, ecosistema Facebook-Instagram-Messenger-WhatsApp, y en menor medida Twitter), el riesgo de caer en la pretensión de utilizarlos como herramientas de información es cada vez más alto.
Si a esto le sumas esa paulatina desacreditación del establishment periodístico tradicional, que como cualquier otro negocio, también depende de los designios económicos de turno, tenemos el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de una nueva burbuja de filtro.
Y digo nueva no porque sea la primera vez que surge.
Es más, creo que todos estaremos de acuerdo en que veníamos de un escenario también proclive a crear burbujas de filtro, en tanto en cuanto la mayor parte de la sociedad se informaba, o bien de un canal de televisión, o bien de una emisora de radio, o bien de un periódico… Tres “herramientas” con su propia linea editorial marcada, que cojeaban, como es de esperar, hacia uno u otro lado, en temas tan subjetivos como lo son la política, la economía, la sociedad…
Sobre burbujas de filtro en entornos digitales
El problema, sin embargo, se agrava con el entorno digital, habida cuenta de que si bien en el analógico, cualquier persona que tuviera dos dedos de frente era consciente de que tal editorial tenía uno u otros intereses, y por tanto cubría la información desde uno u otro lado de la valla, con las herramientas digitales esta figura “editorial” se diluye.
Tanto que, para muchas personas, realmente las herramientas son neutrales. Y cuando asumimos esto, aunque como ya expliqué sea totalmente falso (no hay una única línea editorial marcada de antemano, sino que para cada persona se le crea su propia linea editorial en base a sus intereses), es fácil caer en la postura de que todo lo que ocurre ahí, es lo que ocurre en la realidad.
- Que si
todos tus amigostoda la sociedad echa pestes de tal gobierno, la única razón de que este partido haya vuelto a salir ganador en las elecciones es que las han amañado. - Que si yo, cuando hago una búsqueda en Google sobre tal tema, y todos los resultados que me muestran
son elegidos por el algoritmo para que simpaticen con mis idealesvan alineados con mi forma de pensar, es porque en efecto, esa es la única forma de pensar válida.
¿Ves por dónde voy?
Esto genera una disonancia entre la realidad heterogénea de nuestra sociedad, y la burbuja desde la que vemos, reflejada por unos algoritmos diseñados para hacernos felices, no para hacernos enfrentar con la dichosa realidad de grises de ahí fuera.
Por eso, cuando descubrí que el Reuters Institute y la Oxford University, tras uno de sus últimos estudios, concluye que los servicios digitales son herramientas perfectas para generar fuentes más diversas de información (EN/PDF), me surgieron sentimientos encontrados.
Y los tengo porque, en efecto, son grandes herramientas de descubrimiento… siempre y cuando se utilicen, como ya he repetido una y otra vez, con cabeza.
- ¿Es Twitter un nido de trolls y malrollismo? Pues lo es… Pero si como un servidor te dedicas no solo a seguir a la gente que conoces porque queda feo que te sigan y no seguirles tú, y empiezas a seguir a perfiles que divulgan sobre aquellos temas que te interesen (estés o no de acuerdo con sus tesis), pues lo mismo descubres que la red de microblogging, entre tanta mierda, te sorprende en más de ocasión.
- ¿Es Facebook una gran herramienta para informarse? Por supuesto que no. Pero, de nuevo, entre tantas fotos de gatitos y gilipolleces varias que comparten tus conocidos, es probable que, si pones de tu parte (dándole like a contenidos de aquellas personas que comparten contenido interesante pero que no sueles ver, siguiendo perfiles de autoridad en según qué intereses tengas) pues te ayude a, de vez en cuando, descubrir cosas interesantes.
- ¿Son los buscadores servicios perfectos para gestionar una buena dieta informativa? A priori no… a no ser que utilices varios, algunos de ellos no asociados a tu perfil y en modo incógnito, y que pongas de tu parte para enfrentarte, al menos en esos momentos en los que quieres informarte y no solo resolver una búsqueda, a otras burbujas de filtro no tan asociadas a tus intereses.
En definitiva, que por supuestísimo que en un entorno tan rico en información, como es Internet, hay muchas más posibilidades de acceder a fuentes más diversas de información.
La cuestión, sin embargo, es que la mayor parte de la sociedad no está por la labor de dedicarle el tiempo y los recursos necesarios para que así sea.
Ya he explicado en más de una ocasión cómo crear un sistema de información productivo mediante un gestor de RSS (disclaimer: lleva tiempo). Y un servidor tiene varios servicios (Pocket, ReadItLater, favoritos del navegador, favoritos de Feedly, Trello, Keep) que utiliza según para qué, de forma que pueda estructurar la gestión de información de la manera más productiva posible.
La unión, por tanto, de ese trabajo previo de selección de fuentes, junto a la decisión a enfrentarse a contenidos con los que no simpatizas, y a la dispersión en el uso de herramientas, en efecto hace que Internet sea la mejor plataforma para informarse.
Pero si quieres tenerlo todo en Twitter, o todo en Facebook, o todo cuando buscas en Google, ya te digo yo que no lo vas a encontrar. Y que estarás nuevamente viviendo en una burbuja de filtro semejante, aunque sea, a la que tenías cuando te informabas únicamente por ese canal de televisión, o por ese periódico, o por esa emisora de radio.
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