El jueves fue el día D para Rovio, la compañía que está detrás del éxito de Angry Birds y Amazing Alex. Se presentaba el nuevo spin-off, Bad Piggies, en el que nos ponemos en la piel de los cerditos malos de los Angry Birds.
Y después de tomarme unos días para probarlo, creo estar en en condiciones de analizar la estrategia seguida por esta compañía.
Bad Piggies no es un nuevo Angry Birds
Parece que esta afirmación es un tanto esperable, pero quería explicarme. Angry birds tiene una curva de aprendizaje y dificultad continua y baja, lo que unido a la calidad del juego (por su temática, por su buena presencia, por su carga social), lo han convertido en un éxito en número difícilmente alcanzable. Bad Piggies no aspira a ese sector, sino al que busca en un juego una apuesta arriesgada, que lo oblige a rebanarse los sesos.
Estamos, de nuevo, ante un juego donde la física (la gravedad, el movimiento y la aceleración) cobra mucha importancia, pero esta vez nos tocará construir en vez de destruir. El objetivo es crear vehículos que nos permitan desplazarnos por un mapa hasta el final, usando para ello diferentes herramientas. No hay una manera fija para pasar cada misión, pero si te obligará a buscar una construcción diferente para conseguir todos los objetivos de cada pantalla, lo que aumenta el tiempo de juego considerablemente.
Y es aquí donde el jugador casual, que tanto ha disfrutado de Angry Birds, quizás se le quede algo grande. La dificultad aumenta, y aunque también aumenta tu facilidad para crear vehículos y adaptarte a la temática del juego, algunas misiones se vuelven complicadas.
Sobre su duración, rivaliza perfectamente con los anteriores títulos. 90 niveles, divididos en 45 terrestres y 45 en el aire.