Normalmente en la electrónica de consumo no solemos pararnos a pensar en las implicaciones que tiene un procesador para la gestión de información del dispositivo.


Intel-Broadwell

Es decir, soy el primero que cuando voy a comprar un portátil, me fijo únicamente en la versión del procesador (por la exigencia y rendimiento que busco, no suelo bajar de un i7), y si eso también en los GBs y los núcleos. Eso considerando que soy un usuario avanzado de tecnología, que el grueso de la sociedad ni siquiera se plantea lo que significan esos números.

Por eso, me ha gustado ver cómo un elemento tan crucial y a la vez tan incomprendido por el usuario final como es el procesador es la viva imagen de uno de los mayores campos de batalla en el mercado tecnológico (de electrónica de consumo, para ser más exactos) de nuestros días.

Lo comentábamos recientemente al hilo de algunos rumores que apuntaban hacia una Intel en tiempos de vacas flacas, que se veía venir el posible abandono de la arquitectura x86 de uno de sus más jugosos clientes, Apple.

Y hoy precisamente vengo a rebatir (o al menos expandir) lo que dije hace dos semanas, después de tragarme algunos de los análisis tras la presentación de los nuevos procesadores de quinta generación de la compañía, en especial no por sus añadidos en cuanto a rendimiento, disipación y batería (mejoras incrementales que ya SE ESPERAN de cualquier nueva iteración), sino por el cambio de paradigma que estamos viviendo.

El discurso alrededor de los nuevos procesadores Broadwell (ya sabe, a un paso entre los Haswell que ya tenemos, y esos futuros Skylake que se espera vengan acompañando a Windows 10 a finales de año) no gira entorno a sus prestaciones como hardware, sino a funcionalidades sin duda “más abstractas”.

La primera enfocada al negocio puro y duro de la compañía, y es que por primera vez en su historia, los procesadores llegarán primero a los terminales de entrada con mayor movilidad que al sector corporativo. La filosofía Mobile First hace estragos cada vez más en el mundo de la tecnología. Broadwell llega a priori con el foco puesto en portátiles, tabletas “de productividad” y 2 en 1, frente a la estrategia que venían siguiendo de presentar primero sus prestaciones en PC y dispositivos de alto rendimiento.


La segunda, respecto a la conectividad. Los procesadores pasan de ser el núcleo de procesamiento del sistema a gestionar también la comunicación e identidad del dispositivo frente al resto de dispositivos. Máquinas hablando con máquinas, y haciéndolo desde su más interno ser: el procesador.

La idea (un tanto utópica hoy en día) es que los dispositivos dejen de usar cables para todo, y se comuniquen entre ellos mediante WiDi (ES) (Wireless Display), de forma que el portátil envíe la señal de vídeo y audio a una pantalla cuando estamos en el despacho, que compartamos archivos en red local sin tener configurada la red, o que el teclado se comunique con nuestra tablet o PC sin usar para ello Bluetooth o USB.

De esta manera, el procesador cubre la función de identidad de un dispositivo, adentrándonos a este futuro cercano (presente, diría un servidor) en el que la mayoría de comunicaciones se hagan M2M, y evitando utilizar para ello capas superiores de la arquitectura, que sin duda son más susceptibles de acabar siendo vulnerables.

Porque el tercer punto va precisamente sobre esto. Los Broadwell (y por ende, el resto de procesadores que vendrán a partir de ahora), basan su potencia en servir de una plataforma de comunicación inalámbrica y segura (AES 128bits), que juegan un papel trascendental con su sistema antirrobo.

Se acabará (en principio) el problema de que te roben el dispositivo, lo apaguen, y adios a la posibilidad de encontrarlo. De forma remota, el usuario es capaz de acceder a su dispositivo aún cuando este esté apagado, geolocalizarlo y/o bloquearlo.

Se cierra el grifo a los hurtos tecnológicos,… y se abre a la conspiranoia. El saber que la placa de tu ordenador es capaz de enviar información GPS de tu paradero aún cuando no esté conectado da grimilla. Y es por tanto el tema que me queda pendiente para darle el visto bueno a la nueva generación.

Porque entiendo que al final todo se basa en la confianza que un servidor pueda depositar en el sistema (y en la compañía que tiene detrás). Y para ello, nada mejor que la doble autenticación que prometen ofrecer, y el acceso por identidad única e intransferible (que entiendo será o debería ser asimétrica y personal).


Mientras no sepamos más del asunto (llegarán en unos meses los primeros HPs), me quedo con la idea de que el procesador pasa a ser algo más que un “simple” procesador. Que aplicando los controles necesarios, la placa es el elemento más acertado para gestionar la identidad y posesión del dispositivo. Que el mercado está virando para adaptarse a las necesidades en materia de seguridad, privacidad, conectividad y movilidad que exigen los usuarios finales. Porque el negocio ya no es el mundo corporativo, sino la electrónica de consumo.

Tanto como para que por primera vez se nos considere el target ideal de una industria tradicionalmente tan poco cercana al consumidor final.