Las estadísticas engañan
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Es algo que he repetido hasta la saciedad: realmente el mundo de nuestros días es bastante más seguro que el de nuestros antepasados.
E incluso en ese nuevo escenario que es el digital, en apenas un lustro hemos mejorado considerablemente la seguridad y privacidad de las comunicaciones.
Estos días leía el ensayo de Andrew Odlyzko, de la Universidad de Minnesota, que venía a decir exactamente lo mismo pero en 18 páginas cargadas de referencias (EN/PDF):
Hay una marea creciente de violaciones de seguridad. Existe una marea cada vez más rápida de histeria sobre la razón aparente de estas brechas, es decir, el estado deficiente de nuestra infraestructura de información. Sin embargo, el mundo está teniendo un desempeño notablemente bueno en general, y no ha sufrido ninguna de las catástrofes digitales gigantes tan frecuentemente amenazadas.
Este progreso general continuo de la sociedad sugiere que la seguridad cibernética no es muy importante. Las adaptaciones al ciberespacio de las técnicas que trabajaron para proteger el mundo físico tradicional han sido los medios principales para mitigar los problemas que ocurrieron. Es probable que este enfoque de “goma de mascar y alambre de empacado” continúe siendo el método básico para manejar los problemas que surgen y para proporcionar niveles adecuados de seguridad.
Las negritas vienen de mi mano.
Y es cierto que, como decía Scheneier en uno de sus últimos mini-post (EN), este panorama puede cambiar cuando todo ese espectro digital interfiera con el apartado físico de nuestro día a día.
Hablamos de automatización, de coches conectados, del Internet de las Cosas. Dispositivos que pasan a ser invisibles, que entrañan riesgos de seguridad a considerar, y cuyo impacto será más palpable.
Ya no hablamos de 1s y 0s, sino de que acciones tangibles a nuestro alrededor.
Pero aún con todo, de nuevo, partimos de un escenario que ha evolucionado a pasos agigantados. Que ni mucho menos es perfecto, pero es el que es, y no está nada mal incluso desde la óptica de la seguridad.
Por ahí vemos cómo las grandes compañías de Internet están paulatinamente abrazando paradigmas como el de la privacidad diferencial incluso aunque vaya a priori en contra de su modelo de negocio.
Que ahí donde un fabricante obvia principios básicos de seguridad, tenemos una arquitectura y una infraestructura de red sacando nuevos protocolos que fuerzan, con la colaboración o no de estos fabricantes, a que todo se gestione de una manera más adecuada.
Que en definitiva, no estamos tan mal como podría parecer. El Internet de nuestra era es infinitamente más seguro, más privado y más útil que lo que fue hace una década. Simplemente ahora somos más conscientes de los riesgos, y por ende, nos damos cuenta de más cosas.
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