El verano pasado, dentro del acuerdo que tengo con todos los mecenas de nivel BOX TECNOLÓGICO o superior de regalarles dos veces al año (junio y noviembre) algún producto tecnológico, tocó un iTag (ES), es decir, un localizador bluetooth.
Este tipo de dispositivos, que algunos llaman key finder, otros pet finder, otros car finder, y que a partir de ahora seguramente acaben denominándose AirTags por eso del buzz mediático que tiene Apple, es sin lugar a dudas el producto estrella que nos dejó la presentación de Cupertino de la semana pasada, y quería dedicarle unas palabras ya que al menos en el momento de escribir esta pieza no queda del todo claro cómo van a funcionar en una casuística que entiendo será relativamente común, al ser precisamente una de las razones principales que muchos tendríamos para hacernos con uno de los nuevos AirTags de Apple (ES).
El funcionamiento de los localizadores de “cosas”
Empecemos por lo básico.
En su momento ya expliqué como funcionaban este tipo de dispositivos genéricos, pero por resumir y que todos partamos del mismo conocimiento, diremos que:
- Hablamos de dispositivos pequeños, diseñados para que los coloquemos a modo de llavero o guardados en aquel objeto o ser vivo (véase una mascota o incluso una persona mayor con demencia) de forma que, en el caso de robo o extravío, podamos de alguna manera localizarlos.
- Para ello, la mayoría cuentan con una pila de larga duración (un año calcula Apple en sus AirTags, y algo más para la mayoría de productos “parecidos” -matizaremos esto más adelante- de terceros) que puede o no ser intercambiable (en el caso de los AirTags lo será, ya que utiliza pilas estándar de botón y han asegurado que “serán fáciles de intercambiar”).
- Según el dispositivo, o bien éste se sincroniza con nuestro terminal para ir periódicamente almacenando su última posición conocida, o bien tira de una red de dispositivos compatibles de terceros para que en ese momento de pérdida podamos saber o dónde ha estado, o dónde está en tiempo real, o incluso emitir algún pitido que alerte de su posición.
Este último punto es el más importante, y donde creo que los AirTags tienen una gran ventaja frente al resto de competidores. Sencilla y llanamente porque quien está detrás es Apple, una de las compañías de hardware con más cuota del mercado del mundo.
En el caso de los AirTag, como decía, cuando alguien pierde o extravía su “cosa”, puede desde el iPhone revisar dónde fue la última señal que emitió el AirTag asociado mediante banda ultraancha (UWB), y aquí viene lo importante, tanto si esa señal fue recibida directamente por nuestro iPhone (es decir, la última vez que estuvimos cerca de nuestra “cosa”) o de cualquier otro dispositivo de Apple que haya pasado cerca, sea o no nuestro.
Algo que, recalco, ya hacen varios localizadores del mercado (Samsung tiene el suyo, por ejemplo), pero es mucho más probable, sobre todo en algunos mercados y zonas en particular (no hablo especialmente de España, que es un feudo de Android, sino del mundo anglosajón donde el iPhone es el principal smartphone de la sociedad), que pase alguien cerca de esa “cosa” teniendo un producto de la manzanita que justo el smartphone o la tablet que es compatible con un localizador en particular (algunos de ellos incluso requieren además que esa persona tenga una aplicación específica instalada).
La baliza entonces alerta al dispositivo de esa persona, y sin que esta sepa nada (ese dispositivo solo sirve de puente, sin que reciba notificación alguna su usuario y por supuesto con todos los datos cifrados), ayuda mediante la nube de Apple a que el usuario que ha perdido o le han robado esa “cosa” sepa donde está.
Una funcionalidad parecida por tanto a la que ya ofrece la aplicación Find My de Apple (y muchas otras de otros fabricantes) para el caso en el que hayamos perdido o nos hayan robado nuestro smartphone, nuestra tablet o nuestro ordenador, solo que aplicado, en este caso, a cualquier “cosa” que queramos localizar (un llavero, nuestro perro, un niño, una mochila de viaje, una bicicleta…) y a la que por supuesto hayamos “pegado” el AirTag de turno.
Hasta aquí todo superbien.
Pero el diablo está en los detalles.
Features de seguridad que comprometen la usabilidad del dispositivo
En el evento hablaban de que, pensando en el posible uso tergiversado en el que, por ejemplo, un marido celoso pusiese a su pareja un AirTag para controlar dónde estaba en todo momento, esta persona acabaría por enterarse debido a que el sistema avisaría a cualquier usuario de iPhone cuando pasara un tiempo X con un AirTag no asociado a su cuenta pegado.
Sobre tiempos y en definitiva sobre mucho de esta funcionalidad poco se sabe (y probablemente poco sabremos en el futuro, ya que como veremos, es información que potencialmente puede ayudar a los amantes de lo ajeno a ser más eficaces en sus fechorías), y por tanto parte de lo que voy a decir por aquí aún son conjeturas, pero se entiende que Apple ha hecho los deberes lo suficiente como para evitar que, por ejemplo, nos alerten de que hay un AirTag pegado a nosotros en viajes en transporte público largo (varias horas en un tren sentados al lado de alguien en cuya maleta tiene un AirTag), precisamente evitando que la notificación salte si el dispositivo está cercano a su dueño.
El problema, y es aquí donde ya no me queda del todo claro, es qué pasará con alguien que nos robe nuestra “cosa” y tenga también un iPhone como dispositivo.
En ese caso, y al menos a priori, puesto que por razones obvias el ladrón no va a estar cerca de nosotros más tiempo del que sea estrictamente necesario para robarnos, ¿le acabarán avisando de que tiene un AirTag pegado?
Entiendo que no. Que esto lo han contemplado de alguna de las siguientes formas:
- Si junto a esa “cosa” que nos han robado nos roban el iPhone: Aquí entonces el AirTag no serviría de nada, ya que a ojos de Apple el dispositivo está junto a su dueño. Pero tranquilos, que en este caso bastaría con usar desde otro dispositivo de la manzanita el Find My para localizar no esa “cosa”, sino nuestro iPhone. Así que drama resuelto.
- Si solo nos roban esa “cosa” y marcamos el AirTag como perdido: En teoría Apple no tiene capacidad alguna para saber si el ladrón es en efecto un actor malintencionado (nos ha robado) o una víctima (esa persona a la que un tercero le ha ocultado en su ropa o donde sea un AirTag para seguirla). Lo único que se me ocurre es que una vez en la aplicación marquemos como perdido ese AirTag, esa alerta deje de llegarle a quien esté cerca (entiendo que esto es lo lógico, pero recalco que es una conjetura), activando de paso las opciones de dispositivo perdido esperables (entra en funcionamiento la baliza del AirTag, usando el resto de dispositivos de Apple que encuentre cerca para alertar de forma anónima de su posición, el del propio ladrón como intermediario).
- Pero… ¿Y mientras no hemos activado el dispositivo como perdido en la aplicación? Aquí, si no me he perdido nada, entramos en uno de esos casos de uso turbios en los que si ha pasado el suficiente tiempo entre que nos roban y nos damos cuenta y además podemos activarlo como perdido desde otro dispositivo nuestro, el ladrón podría recibir una notificación de que tiene un AirTag que no es suyo cercano, mandando al cuerno la principal utilidad que tiene un localizador. En ese momento, al ladrón simplemente le basta con buscarlo dentro de la mochila o el objeto que sea, y una vez encontrado, tirarlo por cualquier lado, alejándose de él.
El problema con esta situación es que no le veo mucha mayor solución, la verdad.
Si queremos evitar que este dispositivo, debido a su pequeño tamaño, se utilice de alguna forma para el espionaje (aunque sea casero, como expliqué, con parejas celosas o casos semejantes), estamos hasta cierto punto comprometiendo su principal funcionalidad (más allá de la que le darán aquellos que son de perder las llaves por cualquier lado o que quieren poder localizar más fácilmente su coche una vez aparcado), que es la de cuando alguien te roba ese objeto de valor que tiene oculto un AirTag.
A ojos de Apple, y en definitiva de cualquier fabricante de este tipo de localizadores, no hay manera automatizada de identificar si quien está cerca es víctima o fuente del extravío. Y esto genera una casuística que no tiene por qué ser extraña de ver (te roban algo y te enteras a la noche, cuando vuelves a casa y no puedes entrar, o cuando vas a necesitar ese algo que te han robado tras varias horas sin él).
Por ahora lo único que queda es que lleguen al mercado y ya, con uno de ellos, comprobar dónde se ponen los límites, y hasta qué punto podemos depender del buen uso de un producto como este.
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