Hoy vengo a contarte una historia.
Mi primo (primo de sangre, me refiero, no primo porque sea “un primo”) es lo que bien podríamos considerar un fanboy de Apple pasivo.
Y digo pasivo porque tampoco es que vaya a hacer cola cuando sacan a la venta un producto, o se coma las keynotes que hace la compañía. Simplemente es alguien a quien los productos de Apple en su día le demostraron funcionar bien, y puesto que puede permitírselo económicamente hablando es raro que no lleve el logo de la manzanita en todo lo tecnológico que toca.
Que yo sepa, tiene un iPad de 2017, un iPhone 12 Pro Max, unos AirPods Pro, unos AirPods (la versión 1), el Watch series 4, el último iPod “de los gordos” que todavía utiliza en el coche, y hasta hace poco, un Mac de los antiguos.
No es exactamente el que ves en la foto que encabeza este artículo (este, de hecho, es de otro familiar), pero hablamos de uno de esos Macs anteriores al iMac, de los que venían con PowerPC en vez de Intel.
Una persona, como dije, que no le tiembla la billetera para estar a la última. Lo habitual de hecho es que renueve el modelo “tope de gama” del iPhone cada año o dos años, revendiendo el anterior, por lo que realmente paga por llevar el producto más puntero algo menos de la mitad de su coste (si el iPhone de este año cuesta 1.300 euros y consigue vender el anterior a 800-900, “solo” paga 500-600 euros).
El caso es que antes del COVID me comentó que su Mac estaba ya en las últimas. Un Mac que de hecho recuerdo haberlo utilizado yo en casa de sus padres cuando era pequeño para jugar al Age of Empires, así que tranquilamente hablamos de un ordenador que le ha durado unos 15-20 años, que se dice pronto.
Al parecer, estos últimos años ya únicamente lo utilizaba para consumir contenido audiovisual. Y no me malinterpretes, que hablamos de una persona que, como un servidor, paga escrupulosamente todos los servicios de streaming de contenidos habidos y por haber. Que si Netflix, que si HBO, que si Amazon Prime Video, que si Disney+… Por tener tiene hasta dos suscripciones a contenido deportivo, más la propia que les ofrece la operadora.
Pero, como ya he contado en alguna que otra ocasión, hay contenido que pese a que pagamos todos los servicios, no llega a ninguno. Y para estos casos, o te quedas sin verlo (no hay forma LEGAL de consumirlo), o lo pirateas.
Pues el caso es que al parecer no era capaz de ejecutar la mayor parte de vídeos en su Mac, así que aprovechando un viaje a Asturias de principios de año me pasé por su casa y estuvimos haciendo pruebas.
¿El problema? Pues que la versión de MacOS que utilizaba ya no era compatible ni con los MKV, ni con algunos de los codecs de MP4 y AVI más utilizados en la actualidad. Probamos varios reproductores, intenté descargar liberarías alternativas, pero ya sinceramente era imposible.
Ese Mac, en el que por supuesto hacer cualquier cosa era desesperante (la RAM que tenía unido al tiempo que llevaba en funcionamiento pasa factura), se había quedado obsoleto.
¿Alternativas? Pues le dije que lo más cercano que tendría serían los Mac Mini, pero que se esperara unos meses porque iban a salir unos nuevos con arquitectura ARM, y así, ya de hacer el cambio con un ordenador que lo mismo no vuelve a renovar en otros 15 o 20 años, por lo menos que tuviera la arquitectura más puntera.
Ya, como muchos sabéis, un servidor se hizo con uno de ellos, y estos días aprovechando el viaje por Navidad volví a hablar con él.
¿Qué compró al final? Pues frente a todo pronóstico, el Apple fanboy de mi primo se ha comprado… ¡una raspberry pi!
Claro que por supuesto no me dijo que era una raspberri pi, sino “un ordenador pequeñito que viene preparado para usarlo como centro multimedia”.
Indagando un poco más, lo que en efecto le han vendido es una raspberri pi que monta un SO como raspbian específicamente diseñado para acceder, bien sea en streaming, bien sea mediante torrent, a series y películas.
Lo ha conectado al televisor utiizando el mismo ratón y teclado que tenía del Mac, ¡y voilà!
Por 100 euros (la raspberri pi a secas vale bastante menos, pero este chisme, como ocurría con aquel otro que comenté en su día, vienen preparados, conectar y empezar a utilizar sin configurar nada, para consumir contenido pirata, y por tanto tienen un sobrecoste) está más feliz que una perdiz.
El Mac Mini con ARM, que es hoy por hoy el ordenador de Apple más asequible, cuesta en su versión inicial 700 euros.
Con la tontería se ha ahorrado 600 euros.
Sobre sentido común en la compra de productos de electrónica
¿A dónde quiero llegar con todo esto?
Pues a lo mismo que he defendido siempre.
Un servidor utiliza como smartphone un Xiaomi Mi 9T.
De hecho suelo cambiar de móvil cada año (2020 fue la excepción). Este año seguramente ya haga el cambio.
¿Podría permitirme el iPhone 12 Pro Max? Pues claro. Afortunadamente soy de los que paga de los tramos más altos de IRPF, y digo que esto es positivo porque significa que me gano bien la vida, principalmente con los clientes reputacionales de CyberBrainers y con los de presencia digital de PabloYglesias.
La cuestión es que hoy por hoy las diferencias entre un dispositivo tan top como es el último iPhone (o el último Samsung, o el último Xiaomi), y esa mal llamada gama de entrada, es muy pero que muy limitada.
Con esos móviles de más de 1.000 euros puedo hacer exactamente lo mismo que puedo hacer con mi smartphone de menos de 300 euros. ¿En qué se diferencian? Pues prácticamente en lo único que marca el precio hoy en día: la calidad fotográfica.
¿Que agradecería poder sacar mejores fotos? Por supuesto. Pero ya me cuesta más defender para mis adentros el pagar 4 o 5 veces más solo por sacar mejores fotos. Y a cambio, un móvil de unos 300 euros me permite renovarlo cada dos años, o cada año, sin muchos cargos de conciencia.
Pues esto mismo aplicado a todas las compras.
Soy el primero al que no le importa pagar lo que vale un producto o servicio. Que, recalco, no es un tema de racanería o de simple previsión económica, sino más bien de ser eficiente con mis compras.
Para mi primo, dejando de lado el impulso de hacerse con un Mac Mini (sin lugar a dudas un dispositivo muchísimo más completo que una raspberry pi), aplicó el sentido común y se decidió por un producto que cumplía de lejos sus necesidades (consumir contenido fuera de plataformas de terceros), ahorrándose de paso una barbaridad.
Para navegar ya tiene el iPad y el iPhone, y como su trabajo no depende de ningún ordenador, va más que servido con el resto.
Funcionalidad vs costumbrismo vs status social
Y ojo, que entiendo perfectamente también a aquellos que lo mismo piensan como un servidor, pero que por necesidades de negocio o incluso de tinte puramente social, se ven impelidos a utilizar un producto que sistemáticamente es más caro que el de la competencia.
Soy consciente de que al igual que ir de traje y corbata y no en tejanos, o conducir un Mercedes y no un Seat León te abre puertas en algunos derroteros, el llevar un Watch de Apple, ver los Airpods Pro colgando de las orejas o sacar del bolsillo el nuevo iPhone también puede servir para esa apariencia de éxito que resulta importante en según qué escenarios.
Me jode, todo hay que decirlo. Más que nada porque quizás por esa formación ingenieril doy mucho más peso a la función sobre la estética (y eso que también soy licenciado en Bellas Artes), pero lo comprendo y acepto.
Somos humanos, pertenecemos a una sociedad específica, y tenemos un bagage cultural que nos hace ver de una u otra manera a alguien según cómo vista y calce. Y en esta diaspora, la electrónica de consumo puede sumar o restar al caché social y profesional de una persona.
De ahí que, nuevamente, apele al sentido común, al pensamiento crítico.
Que un producto por valer más no siempre tiene que ser el mejor para tus necesidades. Que estar a la última tampoco tiene que ser crítico.
¿Que ello te hace más feliz? Perfecto.
Pero si no, piensa en ello. A fin de cuentas hablamos de meras herramientas que deberían facilitarnos la vida. No complicárnosla.
________
¿Quieres conocer cuáles son mis dispositivos de trabajo y juego preferidos?
Revisa mi setup de trabajo, viaje y juego (ES).
Y si te gustaría ver más de estos análisis por aquí. Si el contenido que realizo te sirve en tu día a día, piénsate si merece la pena invitarme a lo que vale un café, aunque sea digitalmente.