A mi alrededor tengo bastantes amigos que están en esa edad en la que ya sueles tener un niño a tu cargo.
Lo hablábamos de hecho hace unos días por el grupo privado de Telegram, y tengo claro que aunque no tenga hijos, el tenerlos hace que te cambie la vida, y la forma de entender la vida, hasta el punto de que lo que voy a decir por aquí quizás sea más complicado de mantener una vez sea padre.
Pero el caso es que la mayoría de estos nuevos padres no parecen preocuparse en nada por compartir las fotos de sus hijos en redes sociales.
Y entiendo totalmente las razones, ojo. A fin de cuentas, el hijo pasa a ser de lejos lo más importante que tienes y has hecho en tu vida, y las redes sociales, lamentablemente, están para eso: Para enorgullecerse de los logros (y restregárselos al resto).
Así pues, en estos últimos años he pasado de un timeline personal en el que más o menos venía fotos graciosas, temas de trabajo y aficiones varias, a otro donde cada vez más veo fotos de bebés.
Y no hablo de la publicidad. Soy target claro de este tipo de anuncios (por demográfico, que recalco que no tengo hijos), así que de vez en cuando el sistema falla y me muestra estos anuncios. Pero aquí vengo a hablar del sharenting, del riesgo que asumimos cuando exponemos, la mayoría de las veces de forma totalmente arbitraria y tóxica, a nuestros hijos en Internet.
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Tanto tú, como un servidor, nacimos muy probablemente en una época en la que el impacto de la sociabilidad digital o no existía, o era más bien anecdótico.
Esto quiere decir que, quien más quien menos, tiene una idea de su infancia que viene representada por fotos en papel, y con suerte algún vídeo en formato VHS, que lo mismo algún iluminado en algún momento decidió digitalizar, quedando en algún CD que tendrás muerto de risa por casa, al no tener ya lectores de CD/DVDs donde insertarlo.
Esto, que puede llegar a verse como un problema (es probable que en tu caso, como ha ocurrido con el mío, no tengas muchas fotos de tu infancia, y mucho menos vídeos, por lo que no puedes “volver” a esos momentos más que con el recuerdo, ese elemento tan fundamentalmente impactado por la imaginación), también es positivo, en tanto en cuanto has sido tú quien, de adulto, has decidido, de nuevo con mayor o menor fortuna, qué presencia digital quieres tener.
Qué parte de tu YO quieres exponer al resto en un entorno tan perenne como el digital, y cuál prefieres dejar para el ámbito privado.
Sin embargo, ahora que somos nosotros (nuestra generación) los gestores de la privacidad e imagen de nuestros hijos, parece que estamos más por la labor de alimentar nuestro ego, que de preocuparnos por el potencial impacto que tenga en el presente, y sobre todo en el futuro, su exposición digital.
En tres vías principales:
Huella digital
Y sí, por supuesto, la primera es la huella digital, ya que:
Imagínate, por poner un caso extremo, lo que podría impactarle a un adulto que se ha cambiado de sexo el tener que convivir con miles de fotos y vídeos colgados en diferentes plataformas, y de los cuales no tiene control alguno, de su infancia con el género biológico, simplemente porque sus padres han durante años, y sistemáticamente, exponiéndolo en la red.
A fin de cuentas, los menores no han dado su permiso expreso para ello, y hoy en día la regulación de la mayoría de países da esa responsabilidad a unos padres que muy probablemente no son conscientes del riesgo que ello supone.
El caldo de cultivo perfecto para el desastre.
Grooming
Demos un paso más allá, e imaginemos todo el negocio y el peligro directo para un menor que está siendo expuesto en Internet.
Es más, justo hace unos días dedicaba una pieza (exclusiva para mecenas, eso sí) a un ejemplo reciente.
Igual que pasa con cualquier usurpación de identidad, hay cibercriminales que sistemáticamente utilizan la imagen de menores para ponerse en contacto con otros menores, ya sea con fines sexuales, o con la idea de obtener de ellos información o contenido gráfico con el que luego extorsionarles a ellos y a su familia.
A este tipo de actividades se las llama grooming, y créeme cuando te digo que pueden llegar a destruir, literalmente, la vida de un chico o una chica, hasta el punto de llevarle hasta el suicidio.
Ciberacoso
Miro las fotos de bebés parcial o totalmente desnudos en mi timeline de Facebook o Instagram, y me pregunto si los padres (mis amigos) no son conscientes de que estas imágenes, dentro de tan solo unos años, pueden llegar a ser utilizados por los propios chicos de la clase a la que vayan sus hijos como un arma para reírse de ellos, y martirizarlo hasta las últimas consecuencias.
Lo que da de verdad miedo del ciberacoso es que, a diferencia del acoso tradicional, este no para cuando estás en la tranquilidad de tu casa. Que es mucho más difícil de identificar por terceros (padres incluidos), ya que gracias a cómo funcionan los sistemas de mensajería directa y las aplicaciones de redes sociales, puede ser dirigido, masivo, y a la vez invisible al grueso de círculo de amistades.
¿Sabías que es posible eliminar tu huella digital de Internet?
Datos personales expuestos sin consentimiento, comentarios difamatorios sobre tí o tu empresa, fotos o vídeos subidos por terceros donde apareces… En Eliminamos Contenido te ayudamos a borrar esa información dañina que hay en Internet de forma rápida y sencilla.
Por todo ello, no puedo más que recomendar que, en caso de que se quiera compartir imágenes de un menor, se haga siempre tapándole la cara.
Parece una tontería, pero solo con esto ya minimizamos muchísimos potenciales riesgos, como es el uso de su imagen para grooming, y su posible impacto reputacional y de ciberacoso.
Para algo Dios creó los emoticonos, ¿verdad?
En EliminamosContenido (ES) nos llega cada semana peticiones de chavales que quieren eliminar fotos o vídeos donde aparecen sin su permiso, siendo algunas subidas por sus propios padres cuando eran pequeños, y normalmente debido a que están siendo usadas para atacarles en clase o en grupos de supuestos amigos (ciberacoso).
También nos hemos encontrado con situaciones más peliagudas, como la de esos padres que descubren, un buen día, que las fotos de sus hijos están siendo utilizadas por algún pedófilo para contactar en nombre de su hijo con futuras víctimas (grooming).
De verdad que no son situaciones que le desearía vivir ni a mi peor enemigo.
Y todas ellas se pueden evitar siendo conscientes del impacto que puede tener una acción tan aparentemente tonta como es compartir fotos de un menor en redes sociales.
Y no solo eso, para mi el peor riesgo es que un pedófilo podría buscar en redes sociales padres por su zona, hacerse objetivos desde la comodidad de su casa y sin riesgos.
Ya… Lamentablemente es lo que ocurre Gonzalo. Hace poco hablamos en CyberBrainers de cómo acabaron cazando a un pedófilo que operaba en diferentes partes y no paran de salir más y más víctimas… Da miedo de solo pensarlo.