Vuelvo a publicar en el número 173 de la revista Profesionales, editada por Unión Profesional (ES), en la que AERCO&PSM tiene una columna fija.
Esta vez, hablando del impacto que tendría la entrada en vigor del GDPR europeo (ten en cuenta que esta pieza la envié a los pocos días de que entrase en vigor). Un artículo de apenas 200 palabras (mal que me pese, tengo que adaptarme al formato) en la que sintetizo lo que bajo mi humilde opinión profesional significa esta nueva normativa, envuelta en un desconocimiento global por parte de la amplia mayoría de organizaciones, y cuyas mayores incógnitas ya he respondido en profundidad por estos lares.
Y un tema al que ya le he dedicado un par de artículos más en profundidad:
- Cómo implementar el GDPR a nivel de email marketing.
- Los mitos que existen alrededor de lo que supone la entrada en vigor de esta nueva normativa.
Por aquí la pieza que les envié, también consultable en el perfil de Issuu de Unión Profesional (ES):
GDPR: un cordero con piel de lobo
Pablo F. Iglesias
Vicepresidente de AERCO&PSM
Mucho se ha hablado en las últimas semanas de la entrada en vigor de la nueva normativa europea en materia de tratamiento de datos personales. Y salvando contados casos, con medias verdades.
La más gorda, la que decía que a partir del 25 de mayo toda comunicación debería ir precedida de un consentimiento explícito por parte del usuario. Consentimiento, por cierto, que tendría carácter retroactivo, lo que obligaba en la práctica a tener que volver a pedir dicho consentimiento a toda nuestra base de datos.
¿Qué hay verdad en todo esto? El consentimiento debe ser, en efecto, explícito y con carácter retroactivo. Pero eso no significa que obligatoriamente tengamos que hacer esa campaña para volver a pedirlo, perdiendo probablemente cerca del 80% de la base de datos. Si en su día obtuvimos esos registros de forma adecuada, cumpliendo en el caso español con la LOPD (es decir, confirmación vía email que el usuario debe aceptar para registrarse), ya contaremos con ese consentimiento y no sería necesario hacer nada más.
¿Que por lo que sea no podemos certificar ese registro? Pues tampoco se va a acabar el mundo. Haremos la comunicación oportuna, y como cabría esperar, perderemos a la mayoría de contactos. Pero (y ojo, que aquí viene la parte importante), tampoco debería preocuparnos. Esos usuarios ya no están interesados en nuestras comunicaciones. De hecho, probablemente llevan mucho tiempo registrados obviando nuestros correos. Así que en la práctica lo que estamos haciendo no es perder en torno al 80% de potenciales clientes, sino más bien optimizando los gastos.
Porque aquí va el quid de la cuestión: todos esos envíos no abiertos nos están costando dinero, y reducen, de paso, la calidad de la campaña, aumentando la posibilidad de que lleguen a la bandeja de spam de los usuarios interesados.
Así que matamos dos pájaros de un tiro.
Que, vaya, bienvenido sea el GDPR. Por parte del usuario, por supuesto, pero también por nuestra parte.