La semana pasada mantenía un interesante debate con un grupo bastante heterogéneo de personas. Cerveza en mano, como nos gusta en España, pero con un discurso alejado de la tozudez de la barra del bar, y más cercano al esperable en un círculo académico.
La razón no era otra que el problema más acuciante de nuestra sociedad: El propio sistema social. Así es como uno contaba cómo en su trabajo tuvieron que hacer un estudio riguroso sobre las probabilidades de que un colectivo de la sociedad se levantase y reclamara un cambio. La razón, el encargo de uno de los partidos políticos históricos de este país.
Y después de meses de estudio, llegaron a la conclusión de que no existía ningún colectivo susceptible a «tomar acción». Que había descontento, claro está, pero que el sistema funcionaba lo suficientemente bien como para mantener esos cuerpos en reposo, para que se le llevaran la contraria a sus propias cabezas.
Días más tarde, ocurrió el 15M.
«¿Con qué cara presento ahora este estudio a mi cliente?» Se preguntarían en la empresa, que decidió al final «regalarlo», ya que resultaba hasta insultante pedir remuneración por él.
El 15M no fue perfecto. De hecho un servidor lo mira con recelo, como haría el héroe de un comic a ese malo malísimo que pide auxilio. Pero tengo que reconocer que el surgimiento de este movimiento es uno de los más esperanzadores en años, ya que demuestra una vez más que un colectivo, con la fuerza de voluntad necesaria, es capaz de luchar contra el sistema.
En el 15M se dieron cita jóvenes, pero también personas mayores. Había gente de izquierdas, de centro y de derechas, porque el 15M no tenía color o ideología alguna más que el propio interés de una sociedad asfixiada, de una sociedad asqueada por el mutismo y atraco del sistema.
Recuerdo casi con lágrimas en los ojos escuchar cómo los franceses hablaban del 15M. Porque un servidor lo vivió desde dentro, y a veces, es necesario darse cuenta de las implicaciones que tuvo para un agente externo.
Pasó el tiempo, y el 15M entró a formar parte del sistema. Los sindicatos e incluso los partidos políticos acapararon un movimiento que había empezado en las calles, como si hubieran sido ellos los hostigadores, como si ellos no hubieran sido parte del problema. Y es que salirse del sistema es muy complicado.
Permítame que le ofrezca mi punto de vista al respecto, con algunas curiosidades que hacen de este nuevo capitalismo una máquina casi perfecta de adoctrinamiento y anestesia social.
Hablemos por tanto del ocio, de ese bien creado a imagen y semejanza de los intereses del poder.
Trabajamos, habitualmente, 8 horas. Y dormimos de media otras 8. Quedan por tanto otras 8 horas, en las que un ciudadano, una persona, podría dedicar a cualquier labor que se precie. La que queramos. Pero casualmente siempre la dedicamos al ocio.
¿Por qué lo dedicamos al ocio? Es más. ¿Qué es el ocio? Según la RAE, el ocio es la actividad que realizamos para distraernos en momentos de tiempo libre. Es una distracción. No estamos aprovechando el tiempo, nos estamos distrayendo. Pero, ¿de qué?
Antes de que el ocio existiera, de que el sistema crease el ocio, lo que había era la cultura («el cultivo de la mente»). Si no trabajabas, si habías terminado tu jornada, lo dedicabas a cultivar la mente. Por supuesto los tiempos han cambiado, y en general para bien. Hace varios siglos los que tenían tiempo para la cultura eran los menos, pero no porque los otros no quisieran, sino porque directamente no disponían de ese tiempo. O eras señor/noble/aristócrata, o eras plebe.
Ahora sí disponemos de tiempo, pero el sistema está tan bien desarrollado que preferimos dedicar esas 8 horas de tiempo libre en distracciones, en sentarnos delante de una pantalla, y no en pensar. La televisión, los centros comerciales, el consumismo, la propia información, juega un papel decisivo en el buen funcionamiento del capitalismo.
Trabajamos 8 horas diarias para tener dinero suficiente con el que comprar las otras 8 horas de ocio. Porque el ocio cuesta dinero. La cultura, paradójicamente, no. Y con el ocio, mantenemos nuestra mente ocupada. Mantenemos esa herramienta que, en caso de que tuviéramos (quisiéramos) dedicarle tiempo a la cultura, previsiblemente acabaría por ser un problema para el sistema.
¿Se ha quedado con ganas de más? ¿Por qué no hablamos de los términos «radical» y «hacker»?
Radical significa «de la raíz«, aquello «que afecta a la parte fundamental de una cosa de forma íntegra«. Y en cambio ¿para qué usamos el término? Para referirnos justamente a lo contrario, a aquello que se sale de lo normal, a aquello peligroso, a aquello que está en los extremos (¿Por cierto, qué es un extremo? Deberes para casa :)), que es parásito del sistema.
Pasaría lo mismo con «hacker», que como bien sabe he defendido tanto de forma escrita como radiofónica en más de una ocasión. Un hacker es aquel con el interés suficiente para ir más allá de lo que el sistema permite. Es algo bueno, a fin de cuentas, ya que ofrece evolución en un sistema neoténico.
Y sin embargo, estos dos términos están considerados como algo negativo. Se utilizan de forma despectiva, puesto que en su síntesis, ir a la raíz del sistema, intentar llevar el sistema hacia el cambio, es considerado un peligro para el propio sistema.
Si la sociedad no tiene tiempo para pensar, la sociedad tal y como la conocemos seguirá funcionando. Con todas sus mierdas, con todos sus problemas, manteniendo el statu quo, que es lo que el sistema espera que ocurra.
[Tweet «.@PYDotCom: ‘Si la sociedad no tiene tiempo para pensar, el sistema seguirá funcionando'»]
¿Hay alternativa? Claro que la hay, pero requiere de tesón y de constancia. Requiere de mucha fuerza de voluntad, ya que ayudar al sistema a evolucionar se hace sin el apoyo de él, y por lo general, con la oposición del resto de elementos que lo mantienen en funcionamiento.
De ahí que la filosofía hacker sea básica para mejorar un sistema marchito, corrupto. Que no nos quedemos con lo que nos dan, y que indaguemos en cómo ser dueños de nuestro destino, utilizando aquellas herramientas que ya existen pero que no sin razón, el sistema ha marcado como negativas y poco útiles para el propio sistema.
P.D.: Y sí, sigo hablando de tecnología, aunque se pueda extrapolar a cualquier otra faceta social de nuestra civilización. Ahí entra en juego lo que usted pueda sacar de estas palabras, que lo hará desde la cultura, desde el sentido crítico, no desde el ocio.
El tema es interesantísimo, y me llevo unas cuantas cosas (lo del informe del 15M es mundial! :DDD). Pero hay algunas líneas generales con las que no estoy de acuerdo.
Primero: No es cierto que tengamos 8 horas diarias que dedicar al ocio. Entre los trayectos al trabajo y las pausas para comer (con o sin siesta) acabamos dedicando bastantes más horas. Y luego queda todo lo relacionado con llevar la casa, las compras, cocinar, etc… A mí todo eso me parece «trabajar», aunque no sea remunerado. Todos somos «amos de casa» en mayor o menor medida. Al final, de lunes a viernes, el tiempo para el ocio tal vez suponga, como mucho, del orden de 4 horas diarias.
Segundo: Creo que tu línea de razonamiento peca -como la de la mayoría de la gente- de idealizar los tiempos pasados. «Antes» (y evidentemente, «antes» no es una única realidad, sino incontables), la mayoría de la gente no disponía de verdadero tiempo de ocio. Sólo unos pocos privilegiados podían disponer de él para cultivarse, porque más del 90% de la población les estaba «sosteniendo». Por supuesto, eran precisamente estas clases privilegiadas las que podían narrar sus vidas (el resto no estaba ni alfabetizado) y, por tanto, son los testimonios que nos han llegado. Por supuesto, insisto, dependerá mucho de la época y el lugar (y para un análisis muy fino y disfrutable, te recomiendo «En casa», de Bill Bryson). Pero estoy seguro de que jamás en toda la historia de la humanidad el tiempo de ocio ha sido tan accesible para un sector de la población tan alto. El auge del turismo es un ejemplo incontestable y con muchísimos datos disponibles.
Tercero: El ocio de «pasar el tiempo» y el ocio de «cultivarse» tienen una frontera muy difusa y que, en último término, depende del receptor. Productos culturales que para mí pueden resultar muy simplistas, pueden resultar muy enriquecedores para un adolescente al que la vida le desafía de otras maneras. Del mismo modo, a mí me pueden satisfacer cosas que a un académico le resultarían pueriles. Por otra parte, existe evidencia (habla de ello Pinker en «La tabula rasa») de que la narrativa (y concretamente la novela) ha hecho por desarrollar la empatía del ser humano mucho más de lo que pensamos. Pero mucho más. De hecho, la palabra apenas tiene 100 años. Significativo…
Lo que sí creo que daría para un tema muy interesante es cómo se diseñan esos productos culturales. Creo que la oferta está muy basada en la «autoafirmación» y el «no cuestionamiento» porque es lo que demandamos. Es mucho más rentable que nos digan que somos especiales, que creamos en nosotros mismos y que, en todo caso, la culpa la tienen otros.
Ayer mismo estuve de sesión intensa de documentales, algunos muy duros, que conseguían el efecto contrario. Desafíos, poner en cuestión la propia vida. La reacción incluyó lágrimas y quedarse bastante jodido emocional e intelectualmente. ¿Se puede culpar a alguien de no querer enfrentar algo así con frecuencia? Yo tampoco lo quiero para todos los días, la verdad.
Muy buen análisis Luis, como siempre.
Respecto a tus objeciones, desempaqueto mi artillería :).
Sobre la primera, nada que objetar. Estás en lo cierto. Hablo en términos generales, y está claro que cada caso es un mundo (por poner un ejemplo, mi trabajo del día a día, descontando viajes, lo hago desde casa, por lo que me ahorraría esos trayectos que para la mayoría son un robo de tiempo muy a considerar).
Sobre la segunda, estoy totalmente de acuerdo. Y de hecho, lo menciono con mayor o menor fortuna en el artículo. Es verdad que existe la tendencia a idolatrar épocas pasadas, y lo cierto es que en líneas generales estamos ahora mejor que nunca. Señalas acertadamente que la cultura estuvo durante siglos destinada a una élite, y que es ahora más accesible que nunca antes. Y esto enlaza con la tercera, ya que los límites se vuelven, como bien dices, difusos según los intereses y conocimientos de quien los consume. Aún así, sigo teniendo la impresión de que el ocio está destinado a la distracción, no a la cultivación. Que para un adolescente ver HMYV puede servirle (hasta cierto punto) de cultura (espero que para darse cuenta del camino incorrecto), pero en todo caso el objetivo es entretener, no informar.
Acabas con un punto muy interesante, y totalmente dirigido a lo que nosotros mismos deseamos consumir. Los productos se crean basándose en la autoafirmación por la sencilla razón que son entonces más fáciles de consumir, de vender. A nadie le gusta estar continuamente dándose cuenta de los errores que ha cometido. Es más sencillo dejarse llevar y vivir en armonía consigo mismo.
Lo que no quita que una dosis de realidad y el saber que estás aportando al sistema más de lo que el propio sistema espera que aportes pueda darte esa armonía que el hecho de estar en conocimiento de la situación te ha quitado.
Como bien sabrás, se dice que el conocimiento da riqueza cultural, y te roba felicidad. Todo tiene un precio :).
Es el truco mas viejo del mundo. Todo lo que esta en contra de las «personas» ( por ser educado ) que nos gobiernan (DES) se convierten en radicales, terroristas, populistas y el largo etc de aberraciones que sufrimos las personas que creemos firmemente en la LIBERTAD DE EXPRESIÓN , en los contratos firmados CON UN APRETÓN DE MANOS, en CUMPLIR CON NUESTRA PALABRA, somos tachados de diferentes, conflictivos, extremistas ……. Si utilizaran toda la energia que usan para MENTIRNOS y DISCUTIR ENTRE ELLOS, en vez de CUMPLIR LO PROMETIDO, no existirá HAMBRUNA INFANTIL, COMEDORES SOCIALES, PAROS, CLASES SOCIALES ( cada vez odio mas esta dos ultimas palabras ) conseguirían un estado de bienestar necesario para alcanzar lo que – desgraciadamente – SE HA CONVERTIDO – en una UTOPÍA enmascarada en lo que LLAMAN DEMOCRACIA, mientras la calle se llena de contenedores vacíos, de sucursales de bancos con PERSONAS tendidas en el suelo con mantas ( gente normal como nosotros que han perdido todo ) , de VOLUNTARIOS en comedores sociales mientras – desgraciadamente – EL CORTE INGLES – sigue llenándose de gente los fines de semana, y se resuelve el País en los bares, frente a un partido de LA ROJA ( incomprensible para mi que el actual gobierno permita ese nombre a la selección de fútbol ) ciegos de cerveza, para paliar la tristeza que llena sus corazones.
Ten en cuenta Pau que la culpa es tanto de los que dirigen como de los que permitimos que sigan haciéndolo de esta manera. Y de hecho no es únicamente problema de la política, sino de la propia sociedad, que es lo suficientemente ruin como para obviar problemas tan acuciantes como la desigualdad social cuando a uno no le afecta.
Es un problema que hay que controlar desde su base, «desde la raíz», hackeando el sistema con aquello que no esperan que hagamos: debatir pacíficamente, proponer cambios, y realizarlos.
La desigualdad social es algo que nos afecta a todos. Al menos a mi y a muchas personas que conozco. Referente a debatir pacíficamente, te garantizo que si tu y yo hemos pensado en esta solución ellos tambien. Es cierto que la culpa es de los que imponen y de los que permiten, pero robando tus palabras, todo lo que surge se integra dentro del sistema ya que – al fin y al cabo – los medios, el poder , el dinero y LA POLICÍA, siguen manejándolos ellos. ¿ que podemos hacer frente a una evidente BRUTALIDAD POLICIAL ? ¿ Dialogar con el SR. de la Porra mientras te golpea ?. ¿ que podemos hacer frente al mazo chocando BRUTALMENTE contra la puerta de una familia con menores, la de una anciana y ese largo etc de BARBARIDADES. No se puede debatir pacíficamente contra un sistema que usa LA PORRA frente al dialogo pacifico, la REPRESIÓN, frente a LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, LOS RECORTES EN SANIDAD, EDUCACIÓN, frente a una de las generaciones mas preparadas de la historia de este País, el apoyo a la BANCA en lugar de AL PUEBLO. Si los cambios propuestos por la infinidad de pequeños partidos – acertados o no – se convierten en actos TERRORISTAS, no tiene sentido «hackear» nada, si no EJECUTAR la ley para que proteja a los mas débiles en lugar DEL PODEROSO, como. desgraciadamente esta ocurriendo ya a nivel INTERNACIONAL. Un placer leerte como siempre amigo mio
El placer es también mío Pau. Sabes que valoro tus puntos de vistas «radicales». Porque eres un «radical», con todo lo bueno que tiene ese término :).
jajajajajajajaj. Chissssssst, o este radical acabara entre rejas por «terrorista» XD. Un abrazo pablo