Sobre un entorno social mantenido por una Renta Básica Universal (RBU)
Estos días ha causado verdadero revuelo el movimiento de algunos países por sacar a debate público el sí o el no a la Renta Básica Universal.
Hablamos de un cambio verdaderamente radical en la forma que el ser humano concibe la vida. Desde que vivimos agrupados en sociedades, el trabajo ha sido el elemento central en el que giran el resto de factores. Pasamos la niñez y la juventud preparándonos para encontrar nuestro sitio en el engranaje social, y eso se traduce en la consecución de conocimientos y aptitudes que ya en la madurez nos permitan desempeñar una o varias labores profesionales.
Es decir, que nos guste o no, llevamos siglos viviendo para trabajar, para sumar dentro de la sociedad.
Sin embargo, la digitalización y automatización tecnológica está destruyendo muchísimos puestos de trabajo, y cabe plantearse en qué cuantía los está generando.
Sin ir más lejos, Foxconn anunciaba hace unos días (EN) que iba a sustituir 60.000 puestos de trabajo por robots, en un plan mayor por automatizar toda la cadena de producción del que hasta ahora es el manufacturer más importante del mundo.
Y no hablamos únicamente de puestos de una cadena de montaje. Hablamos de que la robótica está interfiriendo en las labores que hasta ahora hacían profesionales del conocimiento, como puede ser un escritor, un director de operaciones, un cirujano (EN) o hasta un abogado.
Trabajos que desaparecen y trabajos que se crean a partir de una nueva revolución. Pero con un problema añadido: ¿Y si no se están generando tantos como los que se destruyen?
No hay trabajo para todos, y eso debería ser bueno
Según un estudio (EN) publicado por Deloitte y la Universidad de Oxford, el 35% de los empleos serán automatizados y suprimidos en las próximas dos décadas.
Trabajos que pertenecen, como comentábamos, a toda la pirámide, y no solo a las capas más bajas.
Surgen nuevos empleos, pero lo cierto es que parece que su ámbito (mayormente el tecnológico) y la propia sociedad no está preparada para suplir la oferta necesaria. Se mantienen, eso sí, algunas profesiones de nicho, con un perfil muy especializado (consultores, analistas,…), pero por su propia idiosincracia difícilmente pueden escalarse al nivel necesario.
A esto se junta un hecho inefable: Que por primera vez en la historia, el coste de crear un producto copia de otro es marginal.
El peso de la fabricación de productos digitales están indudablemente en su fase de diseño y creación, pero una vez creados, copiarlos y distribuirlos no repercute económicamente en nada.
No hay, en resumen, un reparto de la riqueza que como hasta ahora (por necesidades del negocio) se producía. Aquellos perfiles capaces de ofrecer valor en esas primeras fases de producción, en un escenario profundamente robotizado, aglutinan cada vez más los puestos más demandados por la sociedad. Y el resto se queda con las migajas, cuando no directamente son expulsados de la carrera.
Esa antigua clase media de la que ya hablamos con anterioridad, dividiéndose nuevamente entre aquellos con competencias tecnológicas y aquellos que se están quedando atrás.
Ahora ser capaz de gestionar eficazmente la información (personal que compartimos, externa que consumimos y a la que estamos 24/7 expuestos) es una aptitud crítica para ser competitivo profesionalmente.
De nuevo, le insto a pensar en el problema. Hablamos de cómo afrontar que aquello que durante siglos ha dado sentido a nuestra existencia está, de una u otra manera, desapareciendo.
Que no hablamos de una crisis pasajera sino de un cambio de era que entraña un verdadero reto, al resquebrajar el status quo que hasta ahora estaba vigente.
La Renta Básica Universal como puente
¿Qué pasará cuando ese porcentaje de la sociedad expulsado del mundo laboral se canse de no poder sentirse realizado? ¿Cuando el sistema educativo que hemos creado no aporte valor, ni ofrezca garantías de ningún tipo a la hora de prosperar dentro de la sociedad? Por mucho placebo mediático que implantemos, lo cierto es que tarde o temprano habrá que afrontar la realidad.
Hemos tejido una sociedad que se alimenta del trabajo, pero si en el futuro el trabajo pasa a ser opcional al estar cubiertas las necesidades básicas de nuestra sociedad gracias a las labores que de manera más eficiente realizan los robots, ¿cómo la mantendremos cohesionada?
Bajo este escenario surge la idea de una sociedad de abundancia: Si la robótica y digitalización nos ofrece un modelo de producción muchísimo más eficiente (coste de producción y distribución prácticamente nulo, habida cuenta de que los robots no están sujetos a limitaciones biológicas); Si estamos en la potestad tecnológica de generar energía barata y sustentable; ¿qué haremos para mantener el valor de esa producción?
¿Tiene sentido hablar entonces de economía, sino existe en realidad un gasto tal que de valor al precio de un producto? ¿Si quien lo va a comprar no tiene por qué (o quizás, ni pueda) invertir su tiempo en conseguir el dinero suficiente para comprarlo?
Una renta básica universal se impone entonces como un punto medio para afrontar un escenario que sin lugar a dudas es muchísimo más eficiente que el que tenemos en la actualidad, pero que su desarrollo supone la ruptura de ese sistema que nos ha amamantado durante siglos.
El concepto no nace exclusivamente de entornos populares, siendo quizás el ex-ministro griego de finanzas, Yanis Varoufakis, el mayor referente (EN), sino que tiene cabida en el seno de planteamientos de la más diversa índole, como conservadores (EN) o incluso feministas (EN).
Que una persona, por el simple hecho de existir, tenga asegurado el suministro de los bienes más básicos para vivir en sociedad. Y que esto no reste para que cualquiera que quiera aspirar a más, pueda ofrecer parte de su tiempo a cambio de obtener privilegios económicos (trabajo, a fin de cuentas).
Finlandia plantea llevarlo a cabo con un pequeño grupo de desfavorecidos (EN). 8.000 personas que percibirán entre 400 y 700 € como primer estudio, que podría llegar a toda la escala nacional si los resultados son los esperados.
En apenas una semana se someterá a referéndum el planteamiento de Suiza de dotar con 2500 francos por adulto y 625 por niño (EN) a cada ciudadano, y como señalaba Enrique en un artículo (ES) reciente, hay movimientos semejantes en Islandia (EN), Canadá (EN), Utrecht (EN), India (EN), Macao (EN) o Irán (EN).
La cuestión radica en si el sistema económico actual, y la propia sociedad, es capaz de afrontar un cambio tan radical en los procesos que han dado sentido hasta ahora la vida en colectivo. En cómo gestionarán aquellos primerizos el interés social que suscitará la medida en los porcentajes migratorios. Pero sobre todo, si seremos capaces de escalar algo semejante.
Porque la alternativa no es nada halagüeña.
No hay nada peor que querer ser parte de algo, saber que estás más que cualificado para ello, y que sea el propio entorno el que es incapaz de ofrecerte un sitio donde desempeñar tus labores.
De poner fin, a resumidas cuentas, a eso de trabajar porque hay que hacerlo. A esos bullshit jobs que muchos tenemos que realizar para ser parte de la sociedad.
No se trata únicamente de encontrar salida a un problema de base social que irá creciendo con el paso del tiempo, sino de sustituir el ineficiente reparto económico (con abusos tanto de arriba como de abajo) con un sistema mucho más auditable, justo y sencillo (EN) que el que tenemos en la mayoría de países a día de hoy.
7 Comentarios
jordi bardají cusó dijo el 3 junio, 2016 a las 7:36:
Muy bueno el artículo. Hace unos cuántos años que estoy hablando de este tema con unos pocos amigos míos. Se llegará a la paradoja de que las fábricas tienen/tendrán una capacidad de producción, por el hecho de que han prescindido de trabajadores y producen por robots, impresionante pero no habrá nadie que pueda adquirir esa producción porque no habrá prácticamente nadie con un “sueldo”.
La única solución que he apuntado, a este panorama, es que los que ahora mandan en el mundo de verdad (capitalistas, accionistas de grandes empresas globales, a los que no conocemos) se reúnan un día alrededor de una mesa con un puro de palmo y se pregunten qué hacer ante esa situación y decidan repartir esa riqueza. Hasta que eso ocurra la transición puede ser muy, muy, muy dolorosa.
Esperemos que el periodo de transición sea lo más corto posible. Me alegra lo que aparece en tu artículo, que haya países que se lo están pensando. Me gustaría vivir allí. Lo que no entiendo/no me cuadra con mis suposiciones es que estos movimientos hayan surgido de los políticos.
Lo importante, de todas maneras, es que el proceso haya empezado independientemente de quién haya sido el promotor.
¡Excelente artículo! Gracias.
Pablo F. Iglesias dijo el 6 junio, 2016 a las 22:19:
En el caso de Suiza, al final han votado que no (ES) con un 75%, así que por ahora no lo podremos ver en activo en un universo lo suficientemente grande. Es una pena, aunque entiendo que seguramente la iniciativa es demasiado radical como para llevar a cabo ahora mismo, incluso en un país tan económicamente solvente como este.
Mikel Garin dijo el 6 junio, 2016 a las 8:27:
Esto lo vengo diciendo yo desde hace más de 20 años. No es la robótica, no es la IA, no es la ciencia, ni la tecnología. Ni siquiera el se trata del capitalismo más descarnado, no. Se trata de una carrera por la optimización más recursiva y en progresión geométrica. Lo siento este lunes me he levantado pesimista, como casi siempre.
Para suavizar un poco este discurso diré que, siempre quedará algún nicho que ocupar para las personas. (Que mal suena eso de nicho…;)
Pablo F. Iglesias dijo el 6 junio, 2016 a las 22:39:
No, si tranquilo, que tenemos trabajo para tiempo. Aunque sea de asistencia a todo este sistema que se nos viene.
Y ánimo esos ánimos, jajaja. Que aunque sea sin ganar nada, seguiremos teniendo qué hacer :P.
José Alejandro Herrera Luna dijo el 16 junio, 2016 a las 19:42:
Pienso que nuestra sociedad actual aún no se encuentra lista para adoptar un esquema como este, todavía hoy en día hay muchas cuestiones que se tienen que sanear, lo cual implica en cierto sentido que tiene que haber una revolución de pensamiento en todo los sentidos, tanto social como económico y político, si bien es un planteamiento muy interesante, pero que se debe analizar detenidamente, hay muchos factores de los que se depende que se deben adecuar para que pueda tener éxito, como la resistencia al cambio, el modelo económico, las políticas públicas y el entorno social, el modelo educativo por mencionar algunos ejemplos, ya que la realidad es que las tendencias hoy en día tanto tecnológicas como sociales nos empujan a ese momento en que ya no sea una opción y que inevitablemente se tenga que hacer un cambio de paradigmas, por lo que sería muy razonable empezar a tomar en serio este tipo de alternativas si queremos seguir funcionando como sociedad, y sentarse pero ya, a analizarlas y que no nos agarre mal parados esta situación.
Javier dijo el 29 agosto, 2016 a las 15:21:
¿Y de dónde saldrá el dinero para pagar las “rentas básicas”? ¿De los ricos? ¿De verdad creéis que van a querer pagar de su bolsillo ese gasto? La renta básica es tan utópica como el comunismo. Lamentablemente.
Pablo F. Iglesias dijo el 29 agosto, 2016 a las 20:43:
De la producción. Fíjate que en Europa ya se están planteando la figura de “persona electrónica” como un punto de recaudación de impuestos a todas aquellas empresas que apuesten por robotizar los trabajos que a día de hoy están realizando las personas.
El problema es justo ese. Que paulatinamente habrá menos trabajo (y menos necesidad de trabajar), lo que no quita que la gente tenga que seguir comiendo.