tecla win teclado


Leía estos días de pura casualidad (es lo que tiene Twitter), la historia de Chrostopher Sholes (EN), el creador de la primera máquina de escribir, y a quien debemos, además, el teclado QWERTY.

La cuestión, que en su día esbocé de pasada, es que al final hemos heredado una distribución de teclado que no era la más óptima para escribir, sino justo lo contrario.

Hace 148 años, cuando el audaz Sholes presentó la patente, lo hizo con la idea de complicar el trabajo de los operarios, adecuando la velocidad de escritura de éstos al “hardware” existente, aún muy limitado.

Es decir, que el teclado QWERTY que todos nuestros dispositivos tienen se ha impuesto como estándar no porque fuera el mejor, sino porque de hecho era adecuadamente inferior a las alternativas, y esto evitaba que las agujas de las máquinas de aquel entonces se enganchasen.

Ha sido a fuerza de adoctrinamiento que la sociedad ha terminado por aceptarlo, y pese a que hoy en día, incluso en teclados mecánicos, no existe dicha limitación, el que prácticamente todos los usuarios nos hayamos habituado a su deficiente diseño hace que sigamos utilizándolo.

A la distribución QWERTY, por cierto, se le han ido añadiendo más funcionalidades, y una de ellas me anima a escribir este artículo.

Prácticamente todos los teclados (tanto periféricos como aquellos incluidos dentro de convertibles y portátiles) que se venden en el mercado llevan un botón con el logotipo de Windows. Lo cual no deja de ser anecdótico, porque generalmente estos dispositivos pueden usarse con cualquier otro sistema operativo.


¿Por qué ocurre esto entonces? He aquí la cuestión :).

La intrascendencia del software frente al hardware

En el último email que enviaba a los miembros de la Comunidad, les recomendaba echar un ojo al artículo que Times ha publicado sobre los 50 gadgets más influyentes de la historia (EN).

Apple, Sony, Nintendo y hasta Google (un poco forzada esta última, todo sea dicho :)) salen en alguna que otra ocasión. Sin embargo, Microsoft no aparece por ningún lado.

Quitando el hecho de que la lista es profundamente subjetiva (no puede haber objetividad en un listado de influencia), lo cierto es que la lectura me lleva a pensar en la intrascendencia del software frente al hardware, pese a que está claro que el uno no puede vivir sin el otro.

Parece que, si echamos la vista hacia atrás, nos vienen a la mente productos tan redondos en su tiempo como el diskman, el iPhone o la NES, y sin embargo, obviamos lo que supuso MS-DOS, Windows 98 Segunda edición o Linux, al no estar asociados éstos a un elemento físico específico.

Ni siquiera en casos tan cerrados como el propio sistema operativo de Nintendo o el de Apple, se habla del propio software, sino más bien se alude a aquel hardware con el que empezó todo.

La estrategia seguida por esa Apple después de la vuelta de Steve Jobs (recordemos que antes, Apple había licenciado su SO a otros clónicos), o por Nintendo, negándose a licenciar su software e integrándolo como valor añadido a sus dispositivos, quizás sea entonces la ganadora, pese a que IBM o Microsoft hayan dejado su sello en la historia, dibujando un presente que sin lugar a duda jamás hubiera sido el mismo sin su presencia.


Así, me planteo que quizás esa imposición que vemos en cualquier teclado con la tecla incluida de Windows, en cualquier torre o portátil con la dichosa pegatina (que no se va aunque le eches ácido encima) de Windows 8 o Windows10 o de la versión que sea, no deja de ser un movimiento más por acercar el testigo (y la importancia) que el software tiene.

El problema radica entonces en por qué, habida cuenta de que distribuciones como Ubuntu empiezan a ofrecerse habitualmente como alternativas a la hora de comprarse un ordenador, la industria sigue ejemplificando ese supuesto recordatorio con el logotipo de un sistema operativo en particular, y no un botón algo más genérico.

Pasaría igual que esa pretensión que tiene Google de que a partir de ahora, todos los dispositivos que lleven Android incluyan su sello junto al del fabricante.

Si de nuevo, un smartphone que lleva Android puede, generalmente, instalársele un AOSP, un Ubuntu Phone o hasta un Firefox OS (siendo un poco manitas, y siempre y cuando haya acceso a los drivers, todo hay que decirlo), y presuponiendo que estamos ante un sistema operativo abierto (para más inri, y aunque en la práctica no sea oro todo lo que reluce), ¿por qué debe estar asociado a una marca específica?

¿Hay algún tipo de interés encubierto, o simplemente estamos ante una estandarización forzada?

¿Qué opina? ¿Estamos ante la enésima consecuencia de una industria tecnológica favoreciendo el monopolio o duopolio?

¿Por qué, en pleno siglo XXI, con la aparente libertad de decisión que la industria se encarga de señalar día tras día en sus productos, seguimos dándole una connotación específica (unilateral) del uso que debe darse a cada dispositivo?

Porque es obvio que estamos ante un condicionamiento de mercado, sea motivado por intereses lobbistas, o por el simple peso histórico del mercado. Si mi dispositivo tiene un botón con el logo de la ventanita, todo parece apuntar a que en efecto ha sido diseñado a nivel de hardware para funcionar con Windows.


Si tiene en la parte de atrás un sello de Android, ¿significa eso que no me va a funcionar con AOSP, o con otra ROM como CyanoGen?

Y peor aún, ¿estoy incumpliendo algún tipo de acuerdo tácito? ¿Algún contrato que sin saberlo he firmado a la hora de comprar el dispositivo?

Porque en los tiempos que corren uno ya no sabe si ese producto que ha comprado de verdad le pertenece, o simplemente ha pagado por una licencia que le permite utilizarlo hasta que la compañía que está por detrás decide, unilateralmente, cortar o limitar sus funcionalidades.

¿Quién soy yo para llevarle la contraria al propio dispositivo, si él mismo me dice que “pertenece” a un software específico…?