Un nuevo ejemplo de abandono de estándares una vez el servicio se ha consolidado, con la entrada de 538 millones de dólares de varios fondos de capital riesgo y otros vehículos financieros.
La noticia no es ni buena ni mala. Spotify abandona la arquitectura que lo llevó a donde está. A partir de ahora, en vez de servir el contenido mediante una red P2P, lo servirá directamente de sus servidores.
Lo hace porque puede, porque así todo se queda en casa. Control total del consumo dentro de su servicio, con el fin de volverse más red social y más agencia publicitaria que un streaming a secas de música. Y con ello deja de lado los estándares, impidiendo así que terceros se alimenten de lo que han creado, como en su día hizo Twitter o Google+.
Nuevos jardines vallados para un tercer entorno cada vez más disperso. Los grandes amurallando sus fronteras, los pequeños intentando subsistir. Y por encima de todo, el peligro acechante de esas conspiraciones entre reinos (como el caso de AT&T y la neutralidad de la red).
En el otro lado de la balanza, la apuesta por la verdadera dispersión. La unificación de reinos. El consume lo que consumas donde quieras que parecía pilar del tercer entorno, y que por momentos se está volviendo utópico.
La fotografía recuerda sobremanera (de ahí la analogía) con ese anuncio que lanzaba hace apenas un par de semanas Hootsuite, aprovechando el tirón de la nueva temporada de Juego de Tronos, y que viene a relatar lo anteriormente citado. Cada uno barre para su casa.
Maduración de servicios lo llaman algunos. Pues mal vamos…