Para algunos empresarios de la vieja guardia el teletrabajo es poco menos que lo que ves por aquí:
Estás pagándole a alguien porque esté tirado a la bartola en una hamaca en su jardín mientras disfruta un buen whiskey.
Lo cierto es que la realidad deja mucho que desear. Trabajar desde una hamaca, y te lo dice alguien con conocimiento de causa, es molesto. Aquí estoy de hecho escribiendo mi siguiente libro (una trilogía de ciencia ficción oculta tras una historia fantástica medieval), y es algo que hago de muy vez en cuando y solo por un ratito. A la mínima, después de dar varias vueltas, me subo otra vez al despacho y continúo desde ahí.
Quería empezar de esta manera ya que primero de todo hay que desmitificar el mundo del teletrabajo. Como ya comenté en su día, ni es perfecto, ni mucho menos es para todo el mundo.
Hay gente que es directamente incapaz de concentrarse en casa, lo que acaba repercutiendo en su productividad. Algo que, como señalaré a continuación, debería importarnos a todos los que tenemos un negocio.
Pero vamos por partes.
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Un poco de historia
Como muchos sabréis llevo en esto del teletrabajo ya más de una década.
El último trabajo presencialista que tuve fue en I+D de Telefónica, y era un presentismo parcial: iba a la oficina dos o tres veces por semana.
De aquella época centrado en el desarrollo, pasando por la analítica de ciberseguridad y la presencia y reputación online de la actualidad ya ha llovido, pero si ha habido una constante en mi vida ha sido precisamente la necesidad, y por varios motivos, de que lo que me diera de comer se pudiese hacer desde cualquier lugar del mundo.
Estos días, y tras varios meses de confinamiento, como vaticiné el mundo ha seguido y ¡oh sorpresa! muchas empresas han podido seguir operando casi con total normalidad.
Y ya no solo hablamos de agencias como la nuestra, que a fin de cuentas nos dedicamos enteramente al mundo digital, sino también a negocios que ya venían con los deberes hechos y que por tanto simplemente han tenido que dar un plus extra para adaptar sus procesos de negocio a la nueva realidad.
Que el mayor experimento de teletrabajo del mundo se ha saldado, al menos en España, con que alrededor de un 30% de la población activa ha teletrabajado (ES/Informe en PDF de Funcas), frente al 4% (ES) que teníamos anteriormente.
Para colmo esta Nueva Normalidad se ha unido con algunos movimientos de las grandes tecnológicas planteándose un futuro cercano donde sus trabajadores puedan realizar sus labores completamente en remoto.
Sundar Pichai en Google (EN), o Zuckerberg en Facebook (EN), se pronunciaban recientemente asegurando que presumiblemente no esperan seguir con esta fiebre de comprar metros cuadrados en sus headquarters, y que llegan incluso a valorar qué harán con todo ese espacio que a partir de ahora estará desocupado. En Twitter la semana pasada fueron más radicales: El teletrabajo será opcional para la mayor parte de su plantilla de forma permanente (EN).
El precio del teletrabajo
Sin embargo, y a raíz de todas estas noticias, ha salido a la luz un tema que me parece realmente interesante: ¿Deberíamos pagarle menos a un teletrabajador que a alguien que va todos los días a la oficina?
Volviendo a mi caso, en nuestra agencia tanto Èlia como un servidor teletrabajamos. De hecho el tema de tener una oficina presencial estuvo sobre la mesa hace unos cuantos meses, y acabamos desechándola por varios motivos. Entre ellos, el gasto que supone, la necesidad de utilizarla (a ambos nos encanta trabajar desde casa), y la posibilidad, quitada esa barrera, de contar con un equipo de profesionales distribuido en diferentes partes del mundo.
Zuckerberg dejaba intuir en su live que al permitir a sus trabajadores teletrabajar, estos también deberían cobrar menos, ya que se estarían potencialmente ahorrando el coste de ir a la oficina, o ya puestos, de vivir en grandes ciudades.
Por estos lares otros grandes defensores del teletrabajo, como es el caso de Javier, escribían sobre ello en su blog hace tiempo asegurando que para él “teletrabajar era como cobrar 30.000 euros más al año” (ES).
También de parte de Webedia tanto Antonio como Javier Lacort se pronunciaban en uno de los últimos podcast de Xataka (ES) al respecto.
Desde mi punto de vista hay varias cuestiones que tenemos que considerar a la hora de matizar el precio de un servicio, y que aplican a la perfección a este escenario.
Pros del teletrabajo:
- Competencia basada en el talento no dependiente de criterios locales: Como decía con anterioridad, para nosotros la posibilidad de trabajar 100% en remoto ha supuesto que, de facto, podamos contar con talento que está fuera de Madrid. En particular tenemos a un chico español que vive en Indonesia, otro en Venezuela, otra en Colombia… Más otros colaboradores en Barcelona, en Asturias, en Galicia y demás partes de España. Es esa deslocalización la que rompe el histórico status quo entre oferta y demanda. Al no depender de una zona geográfica, podemos basarnos puramente en el talento, que a fin de cuentas es lo que a nosotros como empresarios nos interesa.
- Trabajo basado en objetivos y no simplemente en un horario: Otra de mis cruzadas personales. A mi sinceramente me da igual que un colaborador de la agencia tarde una semana o una hora en realizar el trabajo que le he pedido. Mientras me lo entregue como muy tarde el día y a la hora que pactamos, y esté bien hecho, el resto me da igual. Si lo hace en una hora, pues perfecto para él. Si ha tardado una semana, peor para el. Pero no por ello voy a pagarle más o menos, ya que lo que cobra está basado en el objetivo. Una forma de entender los negocios que creo es más justa para ambas partes, y evita precisamente esas mecánicas tóxicas que muchas veces se ven en la oficina, aparentando trabajar ya que si te vas antes “quedas mal”, lo que hace que se premie hasta cierto punto la poca productividad y se penalice a los profesionales que son capaces de sacar adelante el trabajo en menos tiempo.
- Conciliar vida personal con profesional: Este tema da, per sé, para mucho, y es que hay un valor tangible para el trabajador y para la empresa (el trabajador está más cómodo, ergo será más productivo, lo que repercute positivamente a la compañía).
- Ahorro de costes reales: Hay otro aspecto crítico que hay que considerar, y es que sin lugar a dudas la empresa en este sentido sale favorecida. El precio del metro cuadrado de la oficina, máxime si la quieres tener en un espacio cercano a una gran ciudad, es infinitamente mayor que lo que costará mantener los sistemas informáticos en la nube que permitan a tus trabajadores teletrabajar.
- Cambio en el paradigma de vivienda: A colación de lo último, esto abre la veda a que esa idea de las grandes ciudades como hub central de los negocios se rompa en favor de la vida en otras zonas con un coste menor del metro cuadrado, y presumiblemente asociado a un aumento significativo del gasto mensual en conectividad (que sin duda sale rentable). En el caso Español está claro que esto beneficia a la España vaciada, e incluso a los llamados destinos turísticos, que suelen aglutinar un buen clima, unas buenas comunicaciones (tanto digitales como sobretodo logísticas) y una buena cartera de actividades y servicios. Si no dependieses de ir todos los días a trabajar a la oficina, ¿vivirías donde vives? Nosotros, que vivimos en un pueblo de 1.300 habitantes con una casa de tres pisos con jardín y terrazas, lo tenemos muy claro…
Desventajas del teletrabajo:
- Pérdida de contacto directo con la organización: Es, de hecho, una de las principales quejas a las que hasta hace nada aludían las principales empresas tecnológicas. Teletrabajar, aunque se haga teniendo un soporte comunicativo adecuado, genera mayor aislamiento, y esto mal gestionado puede entrar en conflicto con esa obcecación casi divina por la llamada cultura de la empresa. A nivel macro, también es cierto que en sistemas híbridos favorece al presencialista frente al teletrabajador, ya que por ejemplo, a la hora de ascender, ¿quién crees que lo tendría más fácil? ¿El que está cada día con el superior, o el que se reúne por videoconferencia una vez por semana?
- Mayor dificultad para que se produzca ese traspaso de conocimiento informal: Antonello hablaba de esa toma de decisiones “frente a la cafetera de la oficina” que, de nuevo en estructuras híbridas, puede acabar excluyendo a los teletrabajadores.
- Impacto en servicios agregados: Y es que este cambio en el paradigma de trabajo en oficina seguramente tenga un impacto negativo para todos aquellos negocios dependientes de los grandes hubs corporativos. Se me viene a la mente nuevamente esos restaurantes, ese Starbucks o esa tienda de El Corte Inglés de Distrito C, que es la “ciudad” que Telefónica tiene a las afueras de Madrid y donde un servidor estuvo trabajando bastante tiempo. Está claro que si, por ejemplo, el día de mañana aunque sea la mitad de los trabajadores de Telefónica pasan a hacer teletrabajo, probablemente este tipo de negocios peligre. Y pasa justo lo contrario con los negocios que haya a pie de calle en ciudades y pueblos menos históricamente concurridos en horario laboral que, de pronto, reciban un número mayor de teletrabajadores. Gente que cobra sus sueldos desde casa y que presumiblemente demandarán una serie de servicios en localidades donde antes no existía tanta demanda.
Conclusiones
A sabiendas de todo esto, un servidor lo tiene claro: No creo que por teletrabajar un trabajador deba cobrar menos que otro. Y mucho menos según dónde haga su vida.
¿Que esa persona vive en Madrid, o vive en Algete? Pues mejor para el segundo, que seguramente habrá pagado menos para tener una casa mejor, y cuyo gasto mensual será menor que el que vive en la urbe.
La cuestión es que si ambos hacen el mismo trabajo con la misma calidad, a la empresa le debería dar igual donde viven y qué hacen con su dinero.
Es más, poniéndonos estrictos, y como ya expliqué, la empresa ya está ahorrando costes incluso si es su obligación suministrarte un ecosistema informático adecuado en el domicilio. El coste por metro cuadrado es junto con los recursos humanos el principal gasto mensual que tiene una compañía. Y a menos puestos de trabajo presencialistas, menos metros cuadrados necesarios, y menos gasto energético.
Que por mucho que teletrabajar para los que nos gusta y nos sentimos cómodos haciéndolo sea, per sé, un incentivo, no debería restar a los ingresos de cada uno.
Otra cosa es que luego haya trabajadores que han sabido jugar mejor sus cartas y obtengan mejores condiciones en su nómina.
Así es el libre mercado, amigos. En una empresa privada tu compañero puede estar cobrando más o menos que tú por hacer exactamente lo mismo.
Pero plantear que sí o sí quien trabaja en remoto, por el hecho de vivir en tal sitio, debe cobrar menos, me suena más a excusa barata para ahorrar costes que a una realidad de mercado. Por todo lo comentado, los números claramente no lo sustentan.
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Revisa mi setup de trabajo, viaje y juego (ES).
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discrepo en que a la empresa le tenga que dar igual donde vive su trabajador… un sueldo de 980€ al mes puede dar para vivir en murcia, en guipuzcoa no.
ojala todos nos “ahorrasemos” 30.000€ al año por teletrabajar pero no es lo normal tener esos sueldos. El unico que se ahorra dinero con el teletrabajo es el empresario por tanto en lugar de bajar el sueldo lo que tendria que hacer es subirselo a los que teletrabajan
La cuestión es que teletrabajando eres tú con tus circunstancias quien decide donde vivir. Que la excusa de bajar el sueldo es argumentar a la baja, no a la alta como decías.
Es más, empresas como Github, que opera de forma telemática, te pagan precisamente según unos mapas de salario por zonas geográficas. España creo recordar que tenía como cuatro o cinco zonas, en plan Barcelona, Madrid, Bilbao, y creo que el resto de España, que iban de mayor salario a menor.
¿Es justo esto? Pues no, sinceramente. Alguien de Guipuzcoa por ejemplo tiene casi los mismos gastos que alguien de Bilbao, y en cambio cobrará bastante menos porque sí. Descontando que, de nuevo, a la empresa lo que le debería importar es tu desempeño (lo que tiene un impacto en su negocio), no dónde lo realices.
Y en efecto están todos esos gastos extra que se trasladan del empresario al trabajador. De ahí que no le vea sentido a cobrar menos, cuando realmente tendremos que asumir más gastos por tener la oficina en casa). Más bien todo lo contrario.
Y dices tú de mili… Claro, los principales costes que le caen como una losa(nunca mejor dicho lo de la losa) cada mes a las empresas, y por ende a los empresarios, o a sus accionistas/inversores, son los salarios y las oficinas (alquileres y demás bártulos). Todos sabemos también en qué se le va gran parte del sueldo al trabajador en las grandes ciudades, pues en lo mismo, en los alquileres o en las hipotecas. Y pregunto yo: ¿quiénes son los que verdaderamente hacen negocio con el valor de la piedra en las grandes ciudades? Pues los empresarios o los accionistas/inversores. Claro, cuando se trata de pagar más para recuperar luego gran parte poniendo el cazo por otro lado, pues todo queda en casa y en familia, la gran familia de los man made himself y de los meritócratas de boquilla. Es el gran ciclo de aquel que empieza sin un duro y llega por su esfuerzo, nadie lo discute, pero por otras cosas más también de por medio, algunas de ellas más honrosas que otras, nadie lo discutirá, a formar un capitalito. Ay!!!! llegados ahí, nos entra el canguis de la emprendeduría, y a invertir en lo seguro, en la piedra como el de Pontegadea, pero cada uno a su escala, y el que venga detrás, que plante olivos.
Pocas personas son más desgraciadas, que aquellas que llegando al estado del capitalito, no son capaces de instaurar las bases de su particular piedra filosofal, valga la redundancia, de nuevo(no, aunque pueda parecerlo, esto no es un cursillo de mineralogía).
Y claro, normal que traten de defender al máximo sus intereses. Habrá que pedirle a Adam Smith que se cambie la mano de trapo, por una más moderna de tipo biónico, y así, se encuentren los listos de siempre, con que sus cordajes ya no pueden mover las aleaciones de titanio con la facilidad con la que movían los harapos.