Llegaba a mi este fin de semana un artículo sobre Amber Case (EN), antropóloga y diseñadora de experiencia de usuario, y su obsesión (sana) por la obra de Mark Weiser (EN), investigador de Xerox PARC e inventor del concepto de computación ubicua (EN).
Case define magistralmente algo que desde aquí llevamos defendiendo mucho tiempo, y que suele conllevar no pocos encontronazos con otros analistas del sector: el de que el papel de la tecnología sea volverse invisible a la sociedad.
Ya sea a nivel de protocolos, ya sea a nivel de hardware o función, lo cierto es que no tiene sentido que una herramienta para obtener un fin requiera de un proceso de aprendizaje y adaptación a la misma, a no ser que sea el usuario el que está interesado en llevar la herramienta un paso más allá.
De hecho, la cuestión es justo la contraria. Algo en lo que Weiser trabajó hace ya tres décadas y acabó por definir como computación ubicua:
Computación ubicua es justo lo contrario a realidad virtual. Donde la realidad virtual pone al humano dentro de un mundo generado por la máquina, la computación ubicua fuerza a la máquina a vivir en un mundo creado por humanos.
Simplemente magistral.
Case sigue sus pasos para adaptarse a un escenario (el actual) que presenta uno de esos momentos críticos para el buen o mal devenir del mundo tecnológico: el internet de las cosas.
Tecnología relajada en un escenario gestionado por millones de dispositivos
Si hace tres décadas el mayor problema era tener que entender el mundo de la máquina para comunicarse con un PC, el de ahora es enfrentarse a un escenario en el que todo lo que nos rodea es máquina, y no parece estar interesado en adaptarse a nosotros.
Así surge ese sentimiento de fatiga digital, de colapso y pérdida de efectividad frente a lo que recalco, sigue siendo (o debería seguir siendo) una herramienta para obtener un fin.
Los dispositivos actuales han dado el paso al mundo de la movilidad, y lo han hecho, de facto, de la peor forma. Siendo invasivos y molestos, cuando podrían haber representado un cambio positivo en los hábitos de consumo de información.
Si usted es lector asiduo de esta página, será sabedor de la guerra que le tengo abierta a las notificaciones. Esa arma creada por el demonio (sic) para mantenernos permanentemente atentos a una pantalla, y que hacen justo lo contrario para lo que a priori han sido diseñadas: mantenernos informados.
Así, en su día decidí erradicar cualquier tipo de notificación de mis dispositivos, empezando por el smartphone (está siempre en vibración sin sonido a no ser por la noche, que pasa a silencio, y únicamente vibra si alguien me llama), siguiendo por la tablet (no hay ninguna notificación, ni sonora ni visual) y por el ordenador (eliminados cualquier tipo de notificación visual, incluidas extensiones de correo entrante), para terminar con los wearables (solo vibran ante llamadas telefónicas, y solo uno de ellos, presumiendo que lleve puestos el smartwatch y la pulsera cuantificadora).
El resultado es un entorno tecnológico en el que YO tengo el control del momento y no al revés. Y pese a todo, siempre hay alguna app/servicio que se me escapa y molesta, habida cuenta de que ni siquiera los diseñadores de experiencia de usuario han considerado que su herramienta debería funcionar de forma pasiva, o relajada, como dice Case.
El papel de las tecnologías de la información debe ser única y exclusivamente la de mantenernos informados de manera sutil, sin acaparar el interés, que debe estar puesto únicamente en el contenido.
Y un ejemplo de ello es la tendencia a la simplificación de la web (esta página es un buen ejemplo, en tanto en cuanto en cada artículo lo único que verá será el propio artículo, sin florituras), rozando el absurdo con esa nueva estandarización enfocada a bajo consumo de recursos en pantallas móviles que propone Google con AMP.
Los ocho principios del diseño de tecnologías relajadas
Case actualiza en su obra el trabajo de síntesis de Weiser, adaptándolo a los nuevos entornos, de la siguiente manera:
- La tecnología debería requerir la menor cantidad posible de atención.
- La tecnología debería informar y tranquilizar.
- La tecnología debería hacer uso de la periferia atencional.
- La tecnología debería amplificar lo mejor de la tecnología y lo mejor de la humanidad.
- La tecnología puede comunicar, pero no necesita hablar.
- La tecnología debería funcionar incluso cuando falla.
- La cantidad correcta de tecnología es la mínima necesaria para resolver el problema.
- La tecnología debería respetar las normas sociales.
Hay algunas más filosóficas, como la segunda y cuarta, y otras que ya deberían ser constantes en el sector (como la siete), pero otras que me parecen realmente interesantes, como la sexta.
Y es que en informática hemos aceptado que un producto pueda no funcionar y quedar totalmente inoperativo durante minutos, horas, días. Algo que ninguna otra ingeniería “seria” se puede permitir.
Imagínase por un momento que un puente, o un túnel, funciona un 99,99% de veces. Que el ascensor de su edificio tiene un margen de error del 1%.
La tecnología falla, eso está claro. Pero aún cuando esto pase, debe ser informativa y ofrecer valor al usuario. Por poner un ejemplo, un error 404 no sirve de nada, pero una página con un buscador y un resumen de temas relacionados con la petición del cliente sí podría aprovechar ese error y a la vez ofrecer valor al usuario.
Si el mundo del internet de las cosas quiere en verdad volverse útil para la sociedad, es necesario que encuentre maneras de comunicarse con el usuario sin molestarle: Esa cafetera que enciende un led cuando ha terminado de preparar el café, esa nevera que hace la compra de productos básicos de forma automática justo antes de que se acaben, esa cámara de seguridad que proactivamente graba y envía a su dueño la imagen solo cuando considera que en efecto podría haber una alerta,…
La interacción humano-máquina no tiene que pasar única y exclusivamente por el dominio de la lengua hablada, sino por estrategias de comunicación que se presten al mayor número de casuísticas, y que deleguen en el usuario el consumirlas en el momento o considerarlas para más adelante.
La número ocho es una clara llamada de atención a esa tendencia por generar dispositivos molestos para los que están a nuestro alrededor, como en su día pasó con las Google Glasses y como podría volvernos a pasar con toda esta nueva oleada de dispositivos de realidad virtual.
En definitiva, una oda a todo aquello que creo necesario para el buen porvenir de un mundo tecnológico. La tecnología al servicio de las personas, “viviendo” en un escenario creado por estas, y no al contrario.
Conviene que le pase este artículo a aquellos conocidos que diseñan producto. A ver si poco a poco, entre todos, vamos redirigiendo la industria a donde dicta el sentido común, y no donde dictan las aspiraciones de aquellos a los que la tecnología per sé.
Un enfoque muy interesante, y más cuando la tendencia de la sociedad y las nuevas tecnologías es justo la contraria. La aplicaré en mi día a día, no exactamente cómo lo expones, pero sí minimizando las alertas, sobré todo sonoras. Buen artículo!
Créeme Asier que lo agradecerás, incluso a nivel de productividad. Es absurdo que estemos continuamente recibiendo estímulos externos que sinceramente, no aportan nada.
Me alegro que te haya gustado!
Las notificaciones, de repente un dia salga, por ejemplo whatsapp, decida poner una nueva forma de marketing, aparte de vibrar, saldra el anuncio con todo el volumen, GRACIAS AL SERVICIO DE MENSAJERIA DE WHATSAPP USTED PODRA LEER SIN PROBLEMA ALGUNO Y AL INSTANTE EL MENSAJE QUE SUS AMIGOS O FAMILIARES LE HAN ENVIADO..!!!! … o uno mas simple SU AMIGO “FULANO” TE HA ENVIADO UN MENSAJE, GRACIAS POR USAR WHATSAPP LO MEJOR EN SERVICIO DE MENSAJERIA…!!!! algo asi como los popup por cada mensaje pero version audio.
Sobre el error 404… pues ahi esta el dinosaurio para jugar mientras vuelve a funcionar el internet…
Computacion ubicua…. podemos tomar de ejemplo a jarvis de tony stark(espregunta)… ese asistente o esa computadora que esta lista para no fallar y si falla saber remediar por si misma, a la vez poder ayudar en todo al humano con quien interactue… la maquina interactuando con el humano y no al revés…
No se si una síntesis demasiado grande para algo que parece tan extenso…
La evolución de internet la marcan aquellos que son capaces de llegar a la gente y el público objetivo de la misma. Mientras que hace 35 años si querías acceder a la informática la única opción era montártelo tu mismo, tener dominio del soldador y conocer a fondo la arquitectura de la máquina con la que pretendías hacer algo, pasamos a que hace 25-20 necesitabas configurar manualmente el acceso al hardware de las aplicaciones, a que ahora nadie sabe que hay por debajo.
Quien recuerda el icq, quien un buen marketing por parte de Microsoft logró dejar ko y que ahora ya nadie recuerda que era eso del messenger… de vez en cuando aun hay quien dice “recuerdas cuando usábamos el mesenger?” Y todo ello recordando a uno de mis profesores en la universidad cuando decía “¿qué pasará cuando en internet se mueva dinero?” Claro que entonces nadie sabía lo que era internet. Ahora mismo, el que quiere tener el control de sus dispositivos y tiene que bajar a un nivel más bajo de la tecnología (algo que antaño era un requerimiento para tener acceso a la misma) se lo tilda de poco menos que delincuente, piratilla o apelativos similares, todos despectivos, que, a veces, incluso provoca miedo en la persona con la que estás hablando.
Pero, ahora que ya se mueve dinero en la red (y muuuucho dinero diría yo) nos encontramos en un mundo controlado por mis queridos lobbies, que no es otra cosa que aquellos que pueden ejercer algo de poder en el mundo, ahora, cualquiera que diga que nos da algo gratis se cree con derecho a hacer lo que le plazca en tus dispositivos. Recuerdo hace años, cuando cada dos por tres llamaba a la puerta un vendedor de enciclopedias, que, en algunos casos, por escuchar todo lo que tenía que decirnos, nos regalaba un diccionario, o más reciente, esas reuniones de personas de la tercera edad, que por asistir a una demostración les regalan una sartén, o una manta… Si por aceptar ese regalo, el que nos lo regala tuviese el derecho de entrar en nuestra casa, abrir nuestros cajones o registrar cual es la marca y talla de nuestra ropa interior ¿alguien en su sano juicio les permitiría el acceso? Pero… es que ahora el acceso lo cogen sin permiso y sin que tu lo puedas impedir. Te instalas una app que te conecta con una web, con más o menos utilidad, y tiene permiso, por que ellos lo dicen, a todo tu dispositivo, tanto los datos, el control sobre llamadas sms, donde estás, pero, como las modas cambian, ahora también te asaltan en cualquier momento con un video anuncio, y, es que el desarrollador, también tiene que comer, y que no asume responsabilidad alguna, por que, ya solo faltaría eso.
Todo esto, que obviamente se aleja del objeto del artículo, dificulta que se cumpla la mayor parte de los puntos que indicas, en algún momento, alguien con capacidad suficiente, hará que todos entren en razón y vuelvan a los estándares, a no tener 2-3 apps para lo que entendemos una única web, a volver a tener apps de código abierto que, cuando el primer desarrollador abandone el proyecto, otro lo retome, que aquellos que tengan conocimientos técnicos para realizar diferentes tareas en algo que su dispositivo pueda hacerlo, pueda decidir si quiere o no hacerlo, y que tenga soporte por parte del fabricante… Pero eso no ocurrirá hasta que otro genio de un golpe sobre la mesa y haga tambalear el orden establecido para que pase a establecer el suyo, como ya lo han hecho empresas como ibm, microsoft, google, facebook, apple o incluso nintendo.
El punto 6: La tecnología debería funcionar incluso cuando falla. es interesante. He analizado muchas veces cuales son las cosas, dispositivos, servicios o datos, que ocurre cuando estos no están disponibles. Y en base a saber identificar, prioridades y escala de necesidades, defino los distintos planes de contingencias, de manera que cuando algo se cae, se define que es lo que ha que hacer, por ello, las últimas veces que se me ha caido una base de datos, el móvil ha muerto o cualquier otra contingencia, la “catástrofe” ha estado siempre controlada (al menos hasta ahora) De echo, he llegado a estar mes y medio sin móvil y no ha sido el fin del mundo, y, es que a veces, da pereza ponerse a buscar.
En cuanto a la mayor parte de los principios, no se trata de otra cosa que ver si cada cosa que añadimos en nuestro ecosistema digital, como va a interactuar con su entorno, que cosas debe hacer y que cosas no debe hacer, y verificar como realiza las cosas que realiza y las que no. Analizar cada vez que detectamos una anomalía y continuar buscando herramientas que permitan que cada uno podamos definir las normas de ese ecosistema.
Al final es una lucha entre los que ofrecen con los que necesitan, en las que todos se esfuerzan en que vire hacia sus intereses, y que para poder obtener el control hacen falta grandes dosis de conocimiento y tiempo, algo que, por desgracia, el usuario de a pie no puede tener… Y pasa a formar parte del ganado del mercado.
Khepper
Gran reflexión Khepper, as usual :).
Me ha gustado especialmente la parte que le dedicas a la “catástrofe” del fallo tecnológico. Aunque no sea ámbito directo de este artículo, he experimentado casualmente este fin de semana algo parecido, al cambiar de proveedor de dominio e írseme a la mierda la página entera.
He tenido que volver corriendo a una configuración mucho más antigua y sencilla, y después de ver el fin de semana de perros que he pasado, me doy cuenta que en verdad era una tontería mayúscula. Lo he pasado fatal porque la web estaba caída, ya ves tú.
Como si ello significara que han muerto decenas de personas. A lo mucho, algún que otro usuario no ha podido disfrutarme (sic), pero poco más.
En fin, que muy acertado tu discurso, y es un placer leerte :).
Bueno, lo cierto es que eso de que la tecnología debe responder incluso cuando falla, debe ser tenida en cuenta en toda su amplitud, aquellas cosas que la tecnología aun no es capaz de ser recuperada por si misma debe tener un procedimiento al margen que lo supla.
Generalmente debemos analizar en cada área de nuestra vida (personal y profesional) cuales son las áreas más críticas y analizar que ocurre si esa área se viene abajo. Cada una de esas cosas las definimos como contingencias y los planes de contingencias definen como actuar ante cada una de las contingencias.
Que las máquinas tengan sus planes de contingencia implícitos en el código es algo que también se intenta, que los sistemas sepan recuperarse de errores y vuelvan a estar operativos, o que, incluso, cuando un sistema no funcione, salte a otro que lo supla. Ese tipo de cosas también son habituales y antiguas.
La orientación del artículo es muy teórica, casi diría que utópica, incluso, si me apuras, una declaración de intenciones. Cada usuario tiene su visión de la vida y muchas veces no se parece a la de quien tengo a mi lado, interpretamos las cosas de maneras diferentes y hacemos las cosas de maneras diferentes. La informática ha ido evolucionando haciéndose más “amigable” y acercándose al utipismo de comunicarnos mediante un “lenguaje natural” (si queremos denominarlo así) y aun le falta mucho, sobre todo por definir, y por saber como superar el problema que entre humanos no nos entendamos. Inicialmente se han definido unas reglas de cosas que hace y como hacerlas que las haga… Pero hacerlo al revés….
Coincido.
(la manía de) Calificar de inteligente a todo objeto que nos rodea: teléfonos, semáforos, envoltorios, inodoros… es algo que me parece poco inteligente. Inteligentes son las personas que han concebido, construido y puesto a funcionar objetos que hacen las cosas que hacen. Objetos que no son ni inteligentes ni tontos, ni buenos ni malos; sólo son eso: objetos; más o menos valiosos, según cómo los valoren sus usuarios. Inteligentes (o no) demostraremos ser las personas a partir del uso que les demos a esos objetos y los resultados que obtengamos.
Y por supuesto, el grado de fascinación por los objetos más que por los logros, por los medios por sobre los fines, puede ser un indicio de la inteligencia de cada persona.