wearables monitorizacion deportiva

Los chicos de 20minutos me escribieron hace unos días pidiendo una serie de reflexiones a colación del potencial impacto que puede tener el uso de tecnología de monitorización en la actividad física, tanto de los deportistas, como de aquellos aficionados entre los que me incluyo.


Con ello prepararon un reportaje que puedes consultar por aquí (ES), y dejo también como viene siendo habitual, las respuestas completas que les di:

¿El uso de gadgets o apps durante los entrenamientos puede incrementar los buenos resultados? ¿Puede ocurrir justo lo contrario (que estas herramientas propicien a un peor rendimiento)?

Pues tanto lo uno como lo otro, y me explico.

Está claro que, de pronto, el tener un sistema permanente y fiable de cuantificación de la actividad física y salud deportiva, puede ser muy positivo para el usuario. Es más, siempre y cuando se haga un uso sensato de esas mediciones, podemos incluso adelantarnos a posibles lesiones, habida cuenta de que muchas de estas se producen por un estado continuado de fatiga muscular que sí miden aplicaciones y wearables de la electrónica de consumo (no solo las profesionales) y que por tanto están al alcance de cualquiera de nosotros.

Sin embargo, a mi preocupa especialmente los malos usos de estas mediciones, que a veces vienen incluso de la mano de los propios fabricantes y diseñadores de apps:

Por ponerte un ejemplo, un servidor lleva años utilizando relojes y pulseras deportivas para cuantificar la actividad física. Y si me guío por lo que dice mi app, estoy cerca de ser considerado una persona obesa.

¿La realidad? Pues que para mi forma física, me sobrarían a lo sumo 5 o 7 kilos, y no los más de 12 que me permitirían estar en la zona de “en forma” que me recuerda día tras día la app en cuestión.

Simplemente porque esta basa el análisis en dos únicos criterios: altura y peso. Obviando que he sido nadador de competición durante buena parte de mi vida, y que por tanto, mi estructura muscular es sensiblemente mayor que la media (tengo mucha espalda y poca cintura).


¿Esta tecnología anima a los usuarios a hacer más deporte? 

De nuevo, bien usado por supuesto.

Desde algo tan obvio como forzarse uno a llegar a esos 10.000 pasos diarios que algún iluminado decidió en su día que era un número redondo y sano para medir la actividad física, pasando por el afán de superarse que cada uno de nosotros pueda sacar de sí mismo.

Está claro que resulta muchísimo más sencillo medir la intensidad de nuestra actividad… cuando tenemos variables cuantificables, que cuando simplemente basamos esa medición en lo que el cuerpo nos dice (intangibles).

Sin embargo, soy pesado en recordar que los datos en bruto, per sé, no son información, y que por ejemplo, uno de los grandes handicaps que tiene buena parte de la industria de la cuantificación digital deportiva y de salud, es que por intereses de negocio están enfocadas al usuario de calle, el que hace deporte de vez en cuando, y no al deportista habitual.

Este hecho puede llevar a mecánicas contraproducentes, al esperar, por ejemplo, la app, que mes tras mes mejoremos nuestro rendimiento cuando, quizás, ya estamos en un rendimiento más que decente para nuestra edad y nuestro físico.

En dicho momento, la app debería ser capaz de darse cuenta de ello (haciendo comparaciones absolutistas, no solo relativas a las semanas anteriores) y no recordarnos sistemáticamente que o no avanzamos, o lo hacemos a un ritmo mucho menor que antes.

¿Cómo ha evolucionado el uso de la tecnología en el ejercicio en los últimos años? 

Pues hemos pasado de un escenario en el que este tipo de tecnologías solo eran accesible por deportistas de élite, a uno en el que prácticamente cualquiera de nosotros lleva en la muñeca, en los pies o en el bolsillo un dispositivo capaz de tenernos monitorizados 24/7.


Y sí, es cierto que no tienen la fiabilidad de un aparato médico profesional. Pero es precisamente el que sean tan accesibles y que por tanto estén presentes de manera invisible en nuestro día a día, lo que les dota de un potencial increíble.

Ya no solo para el deporte, ojo, sino también para la salud.

Mi madre, por ponerte otro ejemplo, es ahora consciente de que tiene de forma constante más pulsaciones que la media. Aunque esté en reposo. Lo cual evitará, por ejemplo, que el médico en un reconocimiento aislado considere que necesita una medicación que quizás, por su propio metabolismo, no sea necesaria.

¿Qué aparatos son los más usados por las personas que usan gadgets durante sus entrenamientos? 

Obviamente las pulseras y los relojes inteligentes son los principales wearables presentes en la sociedad.

Y la razón es obvia: Son cómodos de llevar, asequibles, y ya estábamos acostumbrados a usarlos cuando eran analógicos, sin esta capacidad de monitorización actual.

Más allá de estas dos tipologías, cada vez están más presentes los dispositivos de monitorización agregados a la ropa y el calzado deportivo. Desde esas zapatillas que además son capaces de analizar tu pisada y sugerirte mejoras, hasta camisetas que miden la sudoración y el ritmo cardíaco.

Cada vez son más los usuarios que hacen ejercicio por su cuenta, sin recurrir a gimnasios o entrenadores para realizar sus rutinas, ¿esto es a raíz de la creación de tecnología deportiva? 

Al menos lo facilita.


Habría que buscar si alguien ha investigado si existe correlación directa en esa probable reacción del fenómeno runner con la llegada de los wearables. Ya no solo porque, de nuevo, resulta mucho más sencillo monitorizarse cuando tenemos variables cuantificables obtenidas de forma directa por un dispositivo que portamos en el entrenamiento, sino también por el hecho de que estos datos pueden ser compartidos en nuestros perfiles sociales, o con amigos, generando ese “pique” que, reconozcámoslo, es parte fundamental de la razón de salir cada día a sudar para muchos ciudadanos.

El propio negocio del coacher se ha transformado radicalmente en los últimos años con la llegada de apps de rutinas deportivas y entrenamientos desde casa. Apple, por ejemplo, ha incluido ya esta funcionalidad en su app de fitness en EEUU bajo una suscripción mensual.

En fin, que es innegable que la revolución tecnológica, con sus puntos fuertes y sus débiles, está impactando en la manera en la que cada uno de nosotros entiende la actividad deportiva.

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