privacidad


Juan Manuel García (ES), periodista de La Vanguardia, me llamaba hace ya unas semanas para preguntarme sobre algunas de las tendencias en materia de privacidad que estamos viviendo, y parte de esa conversación telefónica ha acabado trasladada al Especial por el 135 aniversario que repartían este Domingo junto a La Vanguardia y otros periódicos regionales de España, y cuyo artículo puedes consultar por aquí (ES/PDF).

Una charla muy amena, en la que compartimos curiosidades del sector tecnológico, así como cuál es la manera más sencilla de trasladar estas inquietudes a esa parte de la sociedad a la que lamentablemente hablar de privacidad les suena aún a chino.

La tesis que defendía un servidor partía de cuatro pilares, dos de ellos dependientes de la presión que la sociedad pueda hacer en el mercado, en la legislación y en las compañías, y otras dos dependientes del tenso equilibrio de control que mantiene el gobierno y la corporación.

1.- Los servicios efímeros

No es una tendencia nueva en otros países, pero sí empiezo a ver un movimiento en pos de este paradigma comunicacional en regiones “de segunda” como es el caso español.

Le contaba a Juan Manuel cómo mi pareja, que está nuevamente por la universidad, me había confirmado algo que un servidor, como project manager de una empresa de marketing universitario, ha constatado en estos últimos meses. La de que servicios de mensajería efímeros como Snapchat empiezan a calar cada vez más en las nuevas generaciones.

Y es curioso, porque para alguien que puede ser considerado aún Millennial (finales de los 80, principios de los 90), apenas tengo amigos fuera del sector del marketing que estén usando asiduamente Snapchat.

La visión nublada del analista, o del “viejales”, con la que intento luchar continuamente, se contradice con una realidad que viene portada del mercado anglosajón: la de que los tiempos de la mensajería permanente no parecen pasar por buen puerto. O al menos, que para según qué acciones, el joven de hoy en día empieza a preferir servicios cuyo pilar es justamente la efimeridad de las comunicaciones.


Hay, por tanto, mucho camino aún por recorrer, pero lo bueno es que el océano ya es azul (ya hay mercado). Que Snapchat pueda cubrir el apartado de mensajería podría ser hasta aceptable, pero ¿qué hay de todos esos documentos que en el día a día nos intercambiamos? ¿Qué hay de aquellos eventos que queremos digitalizar para un momento en particular, a sabiendas que van a desaparecer en el tiempo?

2.- El cifrado de las comunicaciones

En un escenario en el que el CEO de una gran compañía como es Apple decide reunirse con el presidente de EEUU para pedirle que asegure, por encima de todo, la privacidad de las comunicaciones (EN); en un escenario en el que varios de los activistas más reconocidos a nivel mundial deciden unirse en una campaña en pos del cifrado (EN); escuchar hablar a Cameron en Reino Unido, a Xi Jinping en China, o al mismo Trump en EEUU levantando la voz contra este tipo de herramientas, va contra natura.

No, lamentablemente, menos privacidad no significa mayor seguridad. Los malos, como ya expliqué en su día, siempre van a tejer estrategias que se escapan, por poco, a la monitorización masiva a la que algunos dirigentes quieren exponernos.

Y es que en el momento en el que aceptas que haya puertas traseras en las comunicaciones, te expones a que un tercero, que no tendrá los objetivos tan loables como los del gobierno, haga uso de esa información para los fines que sean oportunos.

3.- La localización de los datos

Empezaba el año pasado, y continuará, previsiblemente, los siguientes.

Que Twitter o Facebook hayan decidido localizar sus CPDs en territorio europeo no es baladí. Se trata de una respuesta a dos graves hándicaps a los que las empresas digitales (y en definitiva, cualquier gran empresa) se están enfrentando:

  • Por un lado, a la petición de Europa de gestionar en sus fronteras la información de sus ciudadanos: Parece de cajón, pero con el fin de Safe Harbour, ese despropósito de acuerdo entre continentes, que solo interesaba a los grandes, se rompe. Y gracias a ello, el ciudadano europeo verá cómo cada vez más empresas se van sumando a este tipo de medidas. Un verdadero quebradero de cabeza para el negocio de algunas de ellas (donde antes había una regulación, ahora quizás haya varias), pero algo más justo para la competitividad del mercado.
  • Por otro, el control que esto supone de cara al usuario, y por ende, el beneficio en materia de confianza para la empresa: Saber que mis datos están siendo explotados según la legislación del lugar donde vivo, me tranquiliza más que si esto estuviera ocurriendo como hasta ahora, con una legislación tan poco sensible a los derechos del consumidor como es la norteamericana.

4.- Anonimización de los datos

Y para terminar, la cuarta tendencia pasa por la separación lógica del contenido y del contenedor, que lleva a empresas como Google, cuyo pilar del negocio sigue siendo la explotación de datos personales, a desarrollar una industria algorítmica capaz de analizar automáticamente éstos sin la intervención humana.


Con ello, lo que se consigue es una escalabilidad aún mayor, pero de paso, se elimina de la ecuación los riesgos asociados a que el guarda que custodia la información sea nuestro principal enemigo.

De nuevo, confianza de parte del usuario, que puede estar seguro de que aunque el gobierno de turno le pida los datos a la compañía, lo que recibirá será un contenido cifrado al que esta misma es incapaz de acceder si no es por la maquinaria.

Esa misma confianza que protege su negocio de miradas indiscretas (cibercrimen, competencia), al depender la información del usuario bien de técnicas de anonimización (ES), bien de una clave privada que solo el usuario tiene.

 

En definitiva, un repaso a todo eso que llevamos tiempo tratando por estos lares.

Y un recordatorio de que aunque en el día a día la mirada al mundo de la privacidad parece que vaya siempre a peor, la realidad es que todavía hay motivos para alegrarse.