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El algoritmo de Tik Tok
Ya sabes la historia (y si no te la resumo yo ahora en un momento).
Con la administración de Trump, bien asesorado por consultores externos «totalmente neutrales y sin conflicto de intereses por ningún lado» como era el caso de Zuckerberg, que al parecer tiene una empresa americana COMPETENCIA DIRECTA de la china, TikTok era el demonio.
Una empresa china con una aplicación que ya no solo le hacía sombra a Instagram, sino que además, era la aplicación más descargada de la App Store y de Google Play.
Un despropósito, vaya, para la soberanía digital de los «yu ei sei».
Viendo el percal, Trump hizo lo esperable: Tiktok en Occidente será americana, o no será.
Es decir, forzó a que Byte Dance, la empresa que está detrás de TikTok, se rompiera en dos partes, delegando el control de la app en occidente a una empresa americana. Microsoft y Oracle se pujaron como carroñeros la oportunidad, y parece que la segunda llegó a buen puerto.
O quizás no. Porque al poco Trump dejó la Casa Blanca, según él, por una estafa en el recuento de votos que llevó a los lamentables y esperpénticos acontecimientos del ataque al Capitolio por parte de sus queridos ultraderechistas y fanáticos… Y llegó Biden, quien echó para atrás la medida.
«Ventajas» del sistema político cortoplacista occidental, ya sabes.
Hasta estos días… cuando un miembro de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos, Brendan Carr, ha solicitado (EN) a Apple y Google que retiren TikTok de sus tiendas de aplicaciones.
¿QUÉ HA CAMBIADO DESDE ENTONCES?
Pues a mi modo de ver, algo en lo que no puedo estar más de acuerdo.
El acercamiento que se hizo en su día, y que critiqué tanto, era que todo el debate se centraba en la explotación de datos de ciudadanos occidentales por parte de una empresa china… que como bien sabemos, tiene claros lazos con el gobierno de su país. Un gobierno que aunque sea solo a nivel cultural, dejando de lado la parte puramente política, entiende «de otra manera» (por ser cortés) eso de la censura y los derechos de los usuarios.
Que no voy a ser yo quien se ponga de morros por intentar proteger la privacidad del usuario, vaya. Pero que me resultaba cuanto menos «anecdótico» el hecho de que fuera EEUU, quien sistemáticamente ha estado explotando los datos del resto del mundo, quien de pronto se quejase porque le hacen lo mismo con los de sus ciudadanos.
Ahora bien, el acercamiento que ha tenido este republicano de la Comisión Federal sí me parece más interesante, y es que lejos de esgrimir la excusa (hasta cierto punto cierta, ojo) de que los datos son el petróleo del siglo XXI (al menos mientras no hay una guerra en Ucrania y el petróleo del siglo XXI vuelve a ser el petróleo y el gas…), se centra el impacto que puede tener el que un gobierno externo claramente censor sea quien controla la «programación televisiva» que ven los jóvenes (y no tan jóvenes).
Es decir, es como si en España, Atresmedia y Mediaset pasasen a estar bajo el control de una empresa asiática.
Pues oye, lo mismo deberíamos preocuparnos, ¿no crees?
¡ES EL CONTROL DEL DISCURSO Y NO LOS DATOS, IDIOTA!
Parafraseando a Bill Clinton, este acercamiento sí me parece más interesante, y es que no hay más que pasar un ratito en TikTok (yo reconozco que lo hago más de lo que me gustaría reconocer) para darse cuenta de que por ahí pululan sin control alguno teorías de la conspiración y contenido ideológico claramente alienado sobre los temas candentes de la actualidad: Que si la guerra de Rusia-Ucrania, que si las razones del desabastecimiento de algunos productos que estamos viviendo, que si la inflación…
TikTok, como el resto de redes sociales, basa su principal valor diferencial en un algoritmo de recomendación de contenido muy bien hilado, que apela a generarnos el sentimiento de descubrimiento de «venga va, un vídeo más» que tan bien funciona a nivel psicológico… y de negocio.
Pero por detrás está el ejército de censores chinos, que son los que en esencia deciden qué muestra el algoritmo y qué no.
Que, de nuevo, no pasaría nada si todos fuéramos orientales, y por tanto con el mismo bagaje cultural y las mismas pretensiones hacia los derechos y deberes del ciudadano.
El problema es que frente a la censura de plataformas americanas como Facebook, donde puedes salir con una ametralladora, pero oye, que no se vea un pezón que eso sí es algo criminalizable, la censura china nos resulta mucho más molesta.
Y en un escenario de conflicto geopolítico y económico como en el que llevamos años, con un EEUU que sigue, como es normal, queriendo liderar la economía frente al peligro de la llegada de un nuevo gigante, esta vez asiático, a sabiendas de cómo se las gastan unos y otros con el tema del control del discurso, la cosa puede llegar a ser preocupante.
- Preocupante no porque el gobierno chino sepa que estás interesado en vídeos de mujeres comiendo platos desorbitadamente grandes, así como vídeos de indios con claros problemas mentales y físicos haciendo el gilipollas.
- Preocupante porque detrás de ese algoritmo de recomendación, hay un equipo humano censor que quizás, por ejemplo, le interese dar ahora más visibilidad a lecturas partidistas pro-Rusia de lo que está ocurriendo en Ucrania (ya sabes, al parecer Ucrania era el nuevo Reich y Putin está librando a Europa de un futuro nazismo…), o redirigir la problemática del desabastecimiento para que China, principal exportador de buena parte de estos productos, no tenga cabida como uno de los principales responsables.
En última instancia, lo que estamos viviendo aquí no deja de ser un conflicto entre la ideología cultural occidental y la propuesta por China. Ni una ni otra es mejor o peor (son ideologías, a fin de cuentas), pero está claro que la China tiende, por sus propias dinámicas internas, a ser más intervencionista con el individuo (acuérdate de ese artículo en el que hablábamos del individualismo frente al colectivismo), justo algo que en occidente consideramos negativo (también se hace, pero de una forma mucho más limitada).
Controlar los medios ha sido, históricamente, una de las mejores herramientas de control social que existen. Y es por ello que el saber que detrás de esa app de vídeos chorras hay una empresa supeditada a los intereses de un gobierno que se considera hostil culturalmente al status quo occidental, puede llegar a considerarse un problema de seguridad nacional.
¿Quién dijo que esto de la globalización digital iba a ser fácil?
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