Samsung Gear S2


El IFA 2015 termina con más pena que gloria. El mayor evento de electrónica de consumo del año, y prácticamente más de lo mismo.

No juega a su favor el que estemos ya acostumbrados a prácticamente cualquier cosa. Tampoco que seguramente donde más innovación se ha dado es en el aplicativo de la inteligencia en electrodomésticos y demás aparatos que habitualmente no reciben cobertura por parte de los medios especializados (no acaparan portadas, no atraen lectores).

Quizás porque en verdad quienes habitualmente tienen algo que enseñar están paulatinamente trasladando sus presentaciones tops a eventos propios, solo hay un elemento de todo el IFA (y mira que es grande) que me ha llamado la atención.

Ese es, precisamente, el Samsung Gear S2 (ES).

Qué le hace interesante

Estamos ante un ejemplo perfecto de innovación incremental acertada. El Samsung Gear S (ES) era un despropósito de smartwatch. Un reloj rectangular, que ocultaba parte de su sobredimensionado tamaño en una pantalla curva, con la capacidad de montar una tarjeta SIM y aislarse entonces de la consabida dependencia del smartphone.

Eran buenas propuestas pero mal ejecutadas. Primero porque corría Tizen, y ello le hacía incompatible con otros dispositivos que no fueran de la casa (absurdo, lo sé). Segundo, porque más que un reloj parecía uno de esos dispositivos para invocar cartas usados en Yu-gi-oh! (ES). Y tercero por la forma, que además de ser grande, al necesitar espacio para colocar toda la electrónica necesaria para gestionar una nano-SIM, el dispositivo se volvía aparatosamente pesado y molesto.

Pasa el tiempo y Samsung aprende. Y nos sorprende en el IFA con un smartwatch que parece un reloj (en dos versiones, sport y clásico), que sigue corriendo Tizen, pero que al menos ya es compatible con cualquier Android (se le perdona que vaya un paso por detrás de Android Wear, que ya es compatible también con iOS), que ofrece una versión con 3G mediante SIM electrónica (evitando así tener que meter más hardware y agrandar sus dimensiones, aunque solo disponible en mercados no «censurados» por el lobby de las operadoras), y sobre todo, introduce un nuevo elemento diferenciador que mejora la experiencia frente a su utilización: el bisel giratorio.


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El bisel giratorio del Gear S2

¿Recuerda cuando le comentaba que aunque el diseño del Watch de Apple no me atraía absolutamente nada, la utilización de la corona como herramienta de navegación por la interfaz me parecía un absoluto acierto?

Pues este es el siguiente paso. El objetivo no es otro que eliminar en la medida de lo posible los dedos de la pantalla. Teniendo en cuenta que el uso que le damos a un smartwatch es diametralmente distinto al del resto de dispositivos de la electrónica de consumo (vistazos de apenas unos segundos distribuidos a lo largo de la jornada), y que toda la interfaz debe estar en consonancia con este paradigma (simplificación máxima y focus en aportar el valor informativo justo en cada vistazo), mientras menos dedos tengamos en el campo de visión, mejor.

Y el bisel giratorio lo consigue, partiendo además de un elemento que ya es ampliamente conocido (y por ende, inmediato) en el mundo de los relojes. Pero ahora ofrece además el añadido de servir de navegación en un Tizen convenientemente adaptado a esta experiencia de uso. Un ejemplo más de tecnología invisible, sin barreras de entrada ni necesidad de adoctrinar al cliente en nuevas formas de interaccionar con el producto.

La distribución de las aplicaciones concéntricas al eje central (fotografía superior) quizás recuerda demasiado al SO de Apple, pero es que volvemos a lo de siempre. Cuando el entorno debe ser simplificado a la mínima expresión, es normal que los diseños acaben convergiendo, y el círculo, por ser el elemento geométrico que mejor aprovecha su superficie, acaba dominando.

Los clicks del bisel parecen jugar en una perfecta consonancia con el software. Ni muy duros ni demasiados suaves. Una suerte de tensión que permite al usuario ser consciente del control que tiene a la hora de realizar tareas quizás más sofisticadas como ajustar el volumen de una canción o realizar una búsqueda en la agenda.

Es precisamente este tipo de implementaciones hardware-software las que marcan la diferencia, y las que al final son detonantes de la toma de decisión de compra.


Sobre Tizen y la importancia para Samsung

El Samsung Gear S2 tiene otro cometido aún más importante para la compañía. Es el Caballo de Troya de esta para implantar Tizen en el vocabulario de la industria.

Un sistema operativo propio, alejado (hasta cierto punto) de Android, y sobre todo, sin el yugo de Google, del que un servidor ha sido fiel partidario desde hace varios años (y de hecho, hasta juez en uno de los mayores hackathones celebrados en España y Francia).

Un sistema operativo que empieza a ofrecer luces (las versiones Tizen en smartphones, bajo mi humilde opinión, siguen por detrás de la experiencia Android, WP o iOS) en entornos más comedidos (como los del smartwatch), y la punta de lanza que Samsung necesita para controlar hardware y software.

Porque ¡ay amigo!, esta es la búsqueda del Santo Grial que cualquier fabricante ansía. El volverse una Apple y no depender prácticamente de nadie. Y el engordar las arcas gracias a una experiencia de usuario rompedora y al control absoluto de la cadena de producción (lo que ahorra costes y permite optimizar el producto final).

¿Sacrificamos algo? Lamentablemente, sí. Samsung no es Apple, y por ende, tiene asignaturas pendientes. Tizen en smartwatches es un sistema operativo falto de una gran herramienta de mapas (tengo entendido que usa Weibo Maps), y por supuesto, no espere encontrar en él las Google Apps. Nada que no se pueda solucionar sacando la billetera, que dirían por ahí :).

Es lo que tiene separarse de tu principal partner. Que ganas control, para bien y para mal.

Eso sí, Samsung Pay por defecto (en los mercados en los que funciona, claro), la promesa de ese esperable fin futuro de las innumerables tarjetas portadas cada día en la cartera (y un nuevo riesgo para nuestra privacidad), y un soplo de aire fresco para una industria que prácticamente se debate entre Android e iOS (lo siento Pebble, pero los gigantes se te han adelantado).


En juego, el que se espera será el segundo mayor mercado mundial. Una oportunidad para nuevas propuestas alejadas (esperemos) de lo que ya parece ser la tónica del sector.

Y quizás esta vez le salga bien a Samsung, oye. Y lo mismo estos chicos que empezaron como quien no quiere la cosa creando una pata de electrónica de consumo en su inmenso conglomerado de empresas, que venían de hacer lavadoras y frigoríficos, acaben por plantarle cara al rey. O al menos a ofrecer una alternativa válida que no quede supeditada a numerosos sacrificios.

¡Alea jacta est!