Ya habíamos hablado sobre el negocio que hay tras las APIs, y en especial el cambio de rumbo de Twitter, que empezó como una plataforma libre de difusión de contenido, y que ahora, meses después de que los accionistas que inflaron su valoración a  u$s7.500 millones, tiene que demostrar que es un negocio rentable.


¿Y cómo conseguirlo?

Pues muy sencillo, poniendo límites en el uso de su API, y haciéndolos pasar por caja en el momento en que cualquier herramienta que use su API empiece a resultar interesante. En la gráfica de arriba, colgada en el mismo  blog de la compañía, explican de forma clara y sencilla el nuevo planteamiento y la estrategia a seguir. La esquina superior-derecha debe ser de estricto control por la empresa, por lo que con ello se cargan casi todas las grandes herramientas del ecosistema.

Un negocio redondo…

Y estaríamos hablando de negocio redondo si la plataforma propia pusiera a disposición del cliente aplicaciones y medios necesarios para su buen funcionamiento, cosa que no ocurre. A vista de un servidor, que ha apostado por el ecosistema twitter desde un principio, se le amarga la boca al ver que cuando necesitaba el apoyo de desarrolladores  lo tenía, y ahora que ya cuenta con un flujo de información soberano, se lo deniega.

Para cerrar las APIs, primero hay que tener herramientas de gran calado y funcionabilidad, y no únicamente unas pocas aplicaciones que funcionan a secas.

Actualmente Twitter es una empresa poco fiable para el desarrollo, interesados como están en los números y menos en sus clientes. Al cerrar su API, y no ofrecer herramientas para el uso de su ecosistema al nivel de Storify o Tweetbot están barriendo para casa.

¿Qué funcionará?

Seguramente, pero a costa de perder los pocos early adopters que aún apostábamos por ellos. Pero claro, no podemos olvidar el fiasco de la IPO de Facebook, y el presumible malestar y presión de los inversores ante este funesto pronóstico en la red de microbloging.