Enswers


Conocía de mano de Francis Pisani, un periodista que ha estado estos últimos años viajando de aquí para allá con el objetivo de encontrar la innovación fuera de Silicon Valley, el caso de Enswers (ES), un Shazam para el vídeo nacido en Korea.

La idea es sencilla de entender pero muy compleja de afrontar a nivel técnico: Hablamos de un software que, mediante una imagen, es capaz de reconocer a qué obra pertenece, mostrando los datos oportunos.

Enswers ofrecía a todos aquellos interesados una extensión del navegador o una aplicación que, a petición del usuario, analizaba la huella digital de una fotografía o captura de pantalla, y enlazaba al contenido original, que podía ser una película, una serie, un libro o hasta un videojuego.

El servicio suponía una verdadera revolución en la manera que tenemos de gestionar el conocimiento. Un producto que parece casi mágico, como en su día nos resultó Shazam para la música o Google para la búsqueda textual.

Hablamos de ver algo que nos interesa, sacarle una foto, pasarle una herramienta, y en un instante, saber de qué se trata. Una página de un cómic, una escena de una película, un streaming, lo que se le ocurra.

E incluso habían llegado aún más lejos, aplicando contextualidad a la búsqueda, que además de enlazar al contenido original, enlazaba a contenido derivado que quizás fuera interesante para el usuario (por ejemplo, a la búsqueda de una obra literaria, derivar a la propia obra y a las posibles interpretaciones cinematográficas que haya tenido, a vídeos de Youtube que hablan sobre ella, a la página de la Wikipedia,…). Y si el contenido estaba en inglés, el propio servicio se encargaba de descargar el diccionario oportuno.

El “final” del Shazam de las imágenes

Hablo del servicio en pasado, y es que a veces una buena idea se ve limitada por la situación de quienes la han desarrollado.


Sus creadores liberaron la tecnología en una página que hoy en día luce cerrada (KO), quedando solo disponible la de empresa (EN/meramente informativa), y es que el pequeñín ha sido comprado para el ámbito corporativo.

Porque quién puede estar más interesado en una herramienta como esta que una cadena de televisión, que una productora.

Así que lo que era una de las tecnologías revelación en Korea ha acabado por servir a KT (antigua Korea Telecom) para implantar un sistema de lucha anti-piratería, en el que aquellos que osen descargar algo y reproducirlo en alguna de las máquinas que vienen con el software preinstalado se les obligará a pagar entre 1 y 4 dólares de multa.

Enswers gana con ello un 5% de todo lo recaudado, descontando el (seguramente) lucrativo acuerdo al que han llegado con la venta del 50% de la compañía a KT.

Y sinceramente, quiénes somos nosotros para criticar lo que desconocemos. No sería la primera gran propuesta que de puertas afuera es todo un éxito, y que de puertas adentro lleva meses haciendo malabares para mantenerse en pie, para seguir (si aún pueden) pagando el sueldo de sus fundadores y de sus trabajadores.

Que para cualquiera que haya estado en esta tesitura sabrá lo difícil que es sacar un negocio digital adelante, máxime cuando el target que desearías tener es el del usuario final (no muy afín a eso de pagar por “value”), y no el corporativo.

Y de nuevo, que comprendo el interés que puede tener la industria en una tecnología como esta, aunque no comparta ni de lejos las prácticas llevadas a cabo.


Antes de penalizar al potencial cliente, se debería acudir al por qué un usuario iba a estar más interesado en buscarse la vida en una de las innumerables páginas P2P, navegando entre enlaces y enlaces, para descargarse un contenido específico que luego disfrutaría en su dispositivo, en vez de acudir directamente a la fuente.

Si la fuente cuenta con las suficientes garantías y comodidades (como ha ocurrido con Steam en el mundo de los videojuegos, como ha ocurrido en Spotify en el mundo de la música, como está ocurriendo con Netflix en el de las series), al usuario NO le importa pagar una cuota (aceptable) por que le liberen de ese arduo trabajo.

El caso contrario, que esgrime aquí KT, y que vemos materializado a diario en la mayoría de rincones del mundo, es atacar, legislación en mano, a esos mismos usuarios que esperan sean tus clientes. No porque en efecto ellos deseen serlo, ni siquiera porque estés preparado para mejorar lo que ellos ya tienen, sino porque estás interesado en obligarles a que lo sean.

Pero el punto que me lleva a escribir este artículo no es este (ya me he repetido demasiado), sino el hecho de que una creación de este tipo, que tiene una potencialidad increíble a la hora de democratizar parte de ese vasto océano del conocimiento humano, acabe siendo vendida a una compañía específica para un uso propietario.

La importancia del valor social de nuestras creaciones

Es probable que Kim y su equipo ya hubieran tenido en cuenta esto, y de nuevo, no puedo criticar una decisión que quizás venga motivada por múltiples factores, los cuales desconocemos, pero temo que en esas negociaciones no se haya tenido en cuenta el valor social de una tecnología semejante.

En el mundo de las startups, la compra por parte de una gran compañía suele verse como un éxito. Es, para un porcentaje significativo de emprendedores, el objetivo a conseguir, que libera del peso financiero al proyecto, y en muchos casos, permite que éste llegue allí donde en solitario era imposible que llegase.

Y tenemos casos a patadas de acuerdos que han sido un verdadero catalizador del potencial del servicio, como el de Youtube por parte de Google o Instagram por Facebook.


Por otro lado, hay que tener mucho coraje para negarse a una maleta llena de billetes, máxime cuando la decisión no depende solo de una persona.

Y es que en esos muy limitados casos en los que tenemos entre manos algo que realmente es capaz de cambiar a mejor la sociedad, habría que pensarse muy seriamente si ese exit, si esa bocanada de oxígeno, no acabará siendo un lastre para el objetivo que cualquier emprendedor, cualquier persona, aspira conseguir: ofrecer algo a la sociedad.

Decisiones como la de Snaptchat negándose en varias ocasiones a ser comprada adelantan una filosofía que quizás las nuevas generaciones tenemos, y que creo resulta verdaderamente valiosa para el futuro de nuestra civilización.

Kim ha perdido aquí (al menos hasta nueva orden) la oportunidad de hacer llegar el valor de su idea al resto del mundo. De (quizás) cambiar la manera que tiene la sociedad de compartir el conocimiento.

Un hecho de incalculable valor que muy pocos llegan a saborear, y que está muy por encima de la tranquilidad que supone contar con el motor financiero con el que seguramente ahora cuentan.

Ojalá me equivoque, y de aquí a unos meses/años, podamos disfrutar de Enswers como ahora hacemos con Google o Shazam. Ojalá me equivoque…