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En el argot financiero una stablecoin no es más que una criptodivisa que utiliza algún tipo de recurso para que su precio se mantenga estable frente a potenciales movimientos endógenos, como puede ser el impacto que tenga algún miembro de la cadena, o transferencias entre cuentas y/o a diferentes monedas que modifiquen drásticamente la reserva existente en un corto periodo de tiempo.


De hecho, y pasado el boom por las criptodivisas basadas en el minado como es el caso de Bitcoin, esa “nueva” generación de monedas virtuales como Libra de Facebook (cuyo futuro, por cierto, parece ahora más incierto que nunca) apostaban, como ya expliqué en su día, por este principio como una de las bases para animar a la sociedad a subirse al carro:

Libra es una moneda que pertenecería al tipo «stablecoin», es decir, una moneda que mantiene su valor gracias a que su valor está ligado a monedas u otros bienes fíat, como puede ser el euro, el dólar o títulos gubernamentales de países estables (como Alemania).

Esto por supuesto no asegura que el precio de Libra sea exactamente el mismo a lo largo del tiempo, pero sin lugar a duda su variabilidad no estará ni de lejos tan acentuada como hemos visto que ocurre con otras criptodivisas tan conocidas como el Bitcoin o el Ethereum, cuyo valor, como ya he explicado en alguna otra ocasión, viene dado por el valor que cuesta mantener toda su infraestructura de transacciones (un valor subyacente, no absoluto).

La idea no es mala, y es que por regla general parece más fiable aceptar que el precio de mercado que tiene una moneda venga dado por la suma del precio de mercado de otros bienes fiat (otras monedas, títulos y recursos), que asumir que su valor se pondrá en manos de criterios aún más ¿abstractos? como son los que dicta un algoritmo matemático y el tiempo de procesamiento que hace mantener funcionando el sistema de transferencias mundial.

Y lo es ya que a fin de cuentas a cualquiera de nosotros nos interesa saber que si cobramos 1.000 “lo que sea al mes”, esos 1.000 “lo que sea” seguirán valiendo más o menos 1000 “lo que sea” el mes que viene, el año que viene, y la década que viene.

Se entiende que, presuponiendo que siguiéramos con esa gráfica alcista que caracteriza al capitalismo, la valoración del valor intrínseco (que no el valor en sí mismo) de nuestros vienes bajará con el tiempo, pero será contrarrestado con acciones económicas y fiscales acordes para que el resultado final sea positivo.

Y esto se cumple prácticamente siempre con una moneda tradicional y también con una stablecoin… menos cuando algo como la crisis del coronavirus pone en jaque el mercado mundial.


La importancia de monedas “alternativas”

En la imagen superior te he puesto cuatro gráficos de la evolución en la cotización del euro/dolar, que creo todos podemos presuponer como un activo fiat, y el bitcoin (todo lo contrario), tanto de un mes como de los últimos 5 días.

Por supuesto, y como era de esperar, conforme el coronavirus paraba medio mundo ambas monedas han bajado a números históricos. Primero el bitcoin, por eso de que buena parte de los mineros están en territorio asiático, y pocos días más tarde el euro/dolar, al llegar las primeras medidas de confinamiento a occidente.

Pero es aquí donde acaban las similitudes.

Mientras la gran mayoría de mercados mundiales se mantienen en números rojos, el bitcoin, y no el resto de stablecoin, ha ido paulatinamente creciendo en valor.

A día 7 de abril, que es cuando estoy escribiendo este artículo, el precio del Bitcoin (BTC) es de 6.544,19 euros. Casi 1.000 euros más que hace apenas una semana.

Sigue siendo, no obstante, un valor muy por debajo del máximo logrado por el BTC cuando “la burbuja del 2017” (20.089 dólares). Y sin embargo, en plena crisis sanitaria la moneda digital alcanzó su máximo valor del año (mediados de febrero), superando los 10.000 dólares.

Después del bajón esperable, el precio parece haberse estabilizado durante el primer tercio del mes de marzo, y ha continuado con un movimiento lateral hasta estas últimas dos semanas, que ya no solo es que se mantenga sino que está creciendo.


Todo en medio de la pandemia del COVID-19.

Lo comentaba, por cierto, “el gurú de las finanzas” Robert Kiyosaki, que sin ser santo de mi devoción (casi lo categorizaría más de autor de libros de autoayuda que de economista), daba con el clavo por Twitter:

Y es que es cierto que en el panorama actual, con EEUU imprimiendo billetes a un ritmo nunca antes visto (es cierto que el dolar por eso de ser la moneda de los negocios en medio mundo se puede permitir imprimir billetes sin apenas devaluarse, pero el ritmo actual es insostenible) y con Europa planteándose lo de los eurobonos coronabonos con eso de intentar meter en el mercado deuda basura, lo mismo no es tan mala idea mantener aunque sea un remanente en una moneda “tan poco stablecoin” como es el bitcoin.

Unos bienes cuya valoración en el mercado venga dada por el propio trabajo que cuesta mantener el sistema de transferencias, y que pese a que ha demostrado ser débil a ataques del 51%, parece mostrarse más robusta frente a potenciales desafíos exógenos.

Los mismos que estamos sufriendo con esta crisis sanitaria.

Quien nos lo iba a decir a principios de año, ¿verdad?


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